Abbie tuvo un comienzo de lujo en su nuevo trabajo como gestora de fondos junior en AllianceBernstein, un grupo de inversión de u$s 500.000 millones con sede en Nueva York. En sus primeros tres meses, manejó miles de operaciones con bonos por un valor de casi u$s 19.000 millones sin quejarse, cometer errores ni tomarse un descanso. Eso fue posible porque Abbie es un algoritmo.
A la flamante empleada robot de AllianceBernstein al principio le costó entender algunas de las sutilezas de sus jefes humanos: primero, quedó perpleja por el significado de la palabra "por favor", pero Abbie ya maneja alrededor del 35% de las operaciones bursátiles. La sociedad gestora de activos, que está considerando la posibilidad de mudar su sede a Nashville, Tennessee, confía en que Abbie pronto podrá automatizar gran parte del trabajo de sus más de veinte asistentes de cartera humanos.
Abbie podría pasar inadvertida para los analistas que hayan observado la transformación del mercado de valores a lo largo de varias revoluciones tecnológicas. Pero el mercado de bonos fue históricamente un rincón amplio pero vetusto del sistema financiero, con poca transparencia y operaciones realizadas por teléfono.
No obstante, la confluencia de varios factores empieza a tener profundas repercusiones en el mercado de renta fija que mueve u$s 50 billones.
Los bancos se quejan de que las regulaciones más estrictas redujeron su capacidad de desempeñar la tradicional función de lubricar la actividad del mercado de bonos. Eso impulsó iniciativas destinadas a explorar nuevas formas de negociar deuda. Se confía en que la modernización de la arquitectura tecnológica del mercado logre bajar los costos y mejorar su eficiencia.
La electronificación de los principales mercados de deuda pública como los bonos del Tesoro estadounidense o del gobierno del Reino Unido ya está en marcha, y algunos expertos predicen que los mercados con menor volumen de negociación como los de deuda corporativa, municipal o de mercados emergentes serán los próximos en sucumbir al avance de las máquinas.
Todavía se duda de que los bonos puedan llegar a negociarse alguna vez de manera similar a las acciones. Los escépticos señalan que podría suceder que una empresa emitiese una sola acción y, a la vez, decenas de bonos diferentes. De hecho, en el mundo hay sólo 43.000 capitales accionarios pero millones de bonos, cada uno con sus propias características jurídicas y financieras. Las porciones más grandes de deuda son especialmente difíciles de negociar sin la delicada intervención humana: los escépticos lo comparan con que las personas podrían sentirse cómodas comprando un televisor por Internet, pero no una casa.
No obstante, si las regulaciones modernas no beneficiaron en nada la negociación de bonos, la tecnología moderna le brindó a la industria financiera los medios para convertir el problema en una oportunidad. Es posible que las acciones sean esencialmente distintas de los títulos de renta fija, pero eso no significa que estos últimos no puedan aprovechar los avances en ciencia de datos e inteligencia artificial.
Además, la electronificación es apenas uno de los aspectos de cómo las operaciones con bonos están siendo arrastradas al siglo XXI, con bancos e inversores que exploran infinitas formas de modernizar todo el mercado de renta fija, según atestigua Abbie.
"Antes de la crisis, la tecnología disponible era bastante arcaica. Pero la liquidez disponible era tan alta que no nos importó. Luego llegó el 2008", contó Douglas Peebles, jefe de renta fija de AllianceBernstein. "Queremos que el mercado sea mejor, más fuerte, más rápido".
Cuando Richie Prager empezó en Wall Street en 1981, tenía que realizar las operaciones con una máquina Telex, y las teclas eran tan duras que parecía que luchaban en su contra. La mayoría de las negociaciones con bonos se coordinaban por teléfono y los recintos de operaciones parecían bulliciosas ferias callejeras.
En la actualidad, Prager supervisa las operaciones de BlackRock, el mayor grupo de inversión del mundo, en el que se reemplazó a muchos operadores bulliciosos por silenciosos científicos de datos y las terminales de trabajo se parecen más a un escritorio de la NASA. "El cambio [tecnológico] fue como el día y la noche en los últimos cinco años", señala Prager. "Es muy emocionante".
BlackRock es una de las tantas empresas que están poniendo dinero en tecnología para reducir costos y mejorar la eficiencia de sus operaciones de bonos, tendencia que ha servido como catalizador de las preocupaciones por la salud del mercado de bonos. La emisión de deuda aumentó; no obstante, los operadores sostienen que la liquidez se redujo significativamente en los últimos años, ya que un torbellino de regulaciones obligó a los bancos a reducir sus mesas de negociación.
Expresar esa disminución en cifras precisas es complicado, dado que la liquidez es un concepto efímero. Si se consulta a una decena de operadores, seguramente se obtenga como mínimo el mismo número de respuestas. Pero, en general, la liquidez mide la facilidad con que se puede negociar un activo financiero sin que su precio varíe en forma significativa. La mayoría de los expertos coincide en que la liquidez se atrofió en el caso de los bonos, especialmente en momentos de tensión en el mercado.
Esa situación desembocó en una serie de advertencias a lo largo de los años. El jefe de Blackstone, Stephen Schwarzman, sostuvo que la "sequía de liquidez puede exacerbar, o incluso desencadenar, la próxima crisis financiera", mientras que el economista Nouriel Roubini predijo que "la falta de liquidez del mercado terminará generando un descalabro y, por último, un colapso". Incluso las autoridades reguladoras manifestaron su preocupación, aunque con mayor cautela.
Hasta aquí, los pesimistas podrían parecerse a Eeyore, el burro malhumorado de Milnee, dado que los mercados de renta fija soportaron grandes pruebas sin mayores desajustes. No obstante, el hecho de que no se haya materializado una crisis no significa que el mercado de bonos esté en perfecto estado. Y varios bancos y grupos de inversión consideran que parte de la solución será la modernización de las operaciones de renta fija.
Esto aceleró la transición hacia el comercio electrónico similar al de las acciones en las bolsas, como contrapartida a las operaciones extrabursátiles. El mercado de "tasas", donde se negocia la deuda de los principales gobiernos, ya es mayormente electrónico, y las obligaciones negociables también están empezando a migrar a las plataformas de negociación, al menos en el caso de porciones de deuda más pequeñas.
También hay indicios de que la división tradicional entre el mercado de bonos "de intermediario a intermediario", donde los bancos operan entre sí, y el área de "intermediario a cliente", donde organizan operaciones para otros inversores, está empezando a desdibujarse, y algunos expertos anuncian el comienzo de un mercado "de todos hacia todos" para los mercados de bonos más importantes y de mayor liquidez.
Greenwich Associates estima que, en la actualidad, una quinta parte de todas las operaciones de bonos corporativos de grado de inversión de Estados Unidos se realizan en forma electrónica, casi el doble del volumen de hace una década. Incluso los bonos basura que conllevan más riesgo empiezan a moverse de esa forma.
Uno de los principales beneficiarios de esta transición es MarketAxess, el mayor foro de negociación de bonos electrónicos, cuyo volumen promedio mensual de bonos negociados en su plataforma aumentó a más del doble desde 2014, y pasó a casi u$s 150.000 millones en 2018. "Hay una tendencia secular hacia más operaciones electrónicas a nivel mundial", sostiene Rick McVey, director ejecutivo de la compañía.
Los bancos también empezaron a automatizar las operaciones con bonos de menor volumen para dejar a los operadores disponibles para operaciones mayores que aún requieren del componente humano. Por ejemplo, el "motor de fijación de precios de bonos" de Goldman Sachs calcula valores para 10.000 bonos por día, lo que permite que sus algoritmos manejen transacciones más pequeñas.
Al principio, el "algoritmo de Goldman Sachs" solo manejaba operaciones inferiores a u$s 500.000, pero hoy "ningún humano toca nada que esté por debajo de los u$s 2 millones", según Justin Gmelich, un alto ejecutivo del banco de inversión. "En cuatro a cinco años no me sorprendería que dentro del personal tuviéramos menos operadores y más algoritmos", agrega.
Aún así, la modernización de las operaciones del mercado de bonos es tan solo uno de los aspectos de un cambio abrupto mucho más amplio. Incluso los escépticos reconocen que hay muchas otras áreas en las que la ciencia de datos y la informática moderna pueden aportar mejoras valiosas.
"Las personas se está centrando mucho en la eficiencia", dice Steve Zamsky, director de operaciones de renta fija de Morgan Stanley. "En las conversaciones se pasó de hablar sobre la electronificación de la negociación de deuda corporativa a aumentar la eficiencia del ecosistema en todos los ámbitos".
Analicemos el caso de Abbie en AllianceBernstein. Aunque se trata principalmente de un algoritmo de gestión de órdenes integrado en el sistema de mensajería de la administradora de activos, su éxito en la automatización de la rutinaria labor de dimensionar y organizar las operaciones alimentó el optimismo de que podrá realizar tareas más importantes. Al combinar a Abbie con la plataforma de negociación y fijación de precios de bonos Alfa y la plataforma de investigación Prism, AllianceBernstein espera que el trío combinado se convierta en un gestor de fondos virtual.
"Recién hace dos años que adoptamos el potencial de la tecnología, y lo que logramos en un corto período de tiempo es fenomenal", dice Jim Switzer, jefe de operaciones de crédito de AllianceBernstein. "El mercado de bonos se verá radicalmente diferente dentro de tres años".
Los perjuicios también llegaron a las mesas de "sindicación bancaria", que organizan y negocian nuevas colocaciones de deuda por parte de empresas y países. El autor Michael Lewis describió una vez las oficinas de sindicación como una "presencia omnisciente, omnipotente y omnívora" de los recintos de operaciones, pero los bancos están trabajando en nuevas plataformas digitales para reformar un proceso que desde hace mucho tiempo consistió en realizar llamadas telefónicas, enviar correos electrónicos o mensajes instantáneos y elaborar complejas hojas de cálculo para recopilar y cotejar las órdenes.
