Es la pregunta del millón de dólares que divide a la capital del país. El 18 de mayo, cuando se inaugure el Estadio Nacional de Brasilia, después de varios aplazamientos, casi nadie tendrá una respuesta convincente. La nueva fecha fue fijada hace unos días. Las fuertes lluvias de las últimas semanas en la ciudad serían las responsables por el retraso en la colocación del césped. La cancha, inicialmente presupuestada en R$ 740 millones, terminó costando casi un 40% más, y se aseguró el título de ser la más cara de la Copa del Mundo de 2014. Hasta ahora, sin embargo, nadie sabe con exactitud si será capaz de eludir el riesgo de convertirse en un elefante blanco después del mega evento deportivo.
La decisión esta tomada: el gobierno del Distrito Federal, que pagó el 100% de la inversión con dinero público y sin recurrir al BNDES, privatizará la gestión del estadio. El anuncio de concesión se dará a conocer en el segundo semestre. La intención de las autoridades locales es firmar un contrato por 30 años, renovable por otros 30 años, en los que el administrador privado asumirá los costos de operación y mantenimiento, pero sin tener que pagar el costo de la construcción. No está definido si además pagará un alquiler por un valor prefijado, un porcentaje de los ingresos, o una combinación de ambos.
Según fuentes del mercado, tres grupos extranjeros han expresado su interés en la concesión, aunque las autoridades del DF no lo han confirmado. Uno de ellos es el gigante estadounidense del entretenimiento AEG, que puso un pie en Brasil hace poco al celebrar contratos para la gestión de tres estadios, el Arena Pernambuco (Recife), el Arena Palestra (São Paulo) y el Arena da Baixada (Curitiba). Otro es el grupo britânico de marketing esportivo CSM, que gestiona los camarotes y zonas VIP de Engenhão en Río de Janeiro. La restante es la holandesa Amsterdam Arena, que opera en Brasil en colaboración con OAS.
En muchos sentidos, el Estadio Nacional se convertirá en un referente en construcción sustentable, lo que encarece de por sí el costo de la obra, pero amortigua los costos de operación. Se están instalando unos 9.600 paneles solares en el techo, con 2,5 megawatts de potencia, que se unirán a la red de distribución eléctrica local. De esta manera, cuando se necesita para consumir electricidad, el estadio utiliza sus créditos por la generación de energía y probablemente redunde en un insignificante gasto en las facturas. Cinco grandes piscinas y tanques de retención de agua que rodean el estadio, con una capacidad de 7 millones de litros, reducirá el gasto en suministro de agua.
Aún así será una cuenta difícil de cerrar. El valor del estadio, que tendrá una capacidad para 71.000 personas, ahora se elevó a R$ 1.015 millones. Este aumento se debe en gran medida a las licitaciones para el techo, las plateas y el césped que se hicieron por separado y no estaban en la previsión inicial. Otra licitación, estimada en R$ 305 millones, está en curso. Es por la contratación de una empresa encargada de una obra de readecuación del entorno -que incluye no sólo un proyecto de paisajismo firmado por Burle Marx, sino también acciones básicas, como la instalación de calzadas en Eixo Monumental, la enorme avenida del Plan Piloto en las márgenes del Estadio.
"Esta será una inversión casi imposible de recuperar", según señala el ex gobernador y senador Cristovam Buarque (PDT-DF), quien hizo un trabajo rápido con la calculadora. Para pagar el valor de todas las obras en 30 años (el plazo inicial de la concesión), se tendrían que poner 42.000 personas en el estadio cada semana, cobrando R$ 20 por boleto. "Obviamente que puedo ser refutado por los hechos, pero mi sensación es que vamos a tener un elefante blanco en el centro de Brasilia", dice.
Una manera para hacer un uso más intensivo del estadio, según pensaban las autoridades locales, fue traer por lo menos dos partidos cada equipo importante del eje Río - San Pablo del Campeonato Brasileño a Brasilia. Pero los propios funcionarios, sin embargo, reconocen que la idea no es factible. "Tenemos un público apasionado por los equipos de fuera y algunos clubes han mostrado interés en jugar aquí, pero no podemos pensar en llevarlos en todas las rondas del Brasileirão", admite el presidente de la Federación de Fútbol Brasiliense, Jozafá Dantas. El 26 de mayo, Santos y Flamengo jugarán en el Estadio Nacional por la primera ronda del campeonato nacional.
Dantas dice que hay dificultades, sin embargo, contar con equipos vayan regularmente desde San Pablo y Río a Brasilia. Muchos equipos descartan jugar partidos decisivos fuera de casa y no quieren crear desincentivos para la afiliación socios, que pueden renunciar a tener su abono en el club si una parte de los juegos se realiza en un campo de ciudad. Para complicar las cosas, algunas personas prefieren simplemente evitar la zona entre julio y septiembre, meses de intensa sequía. La respiración se hace difícil y el rendimiento de los jugadores tiende a ser menor.
La dirigencia cree que la mejor solución es estructural, es desarrollar el fútbol de Brasilia. Pero eso, por ahora, parece ser sólo una ilusión.
El domingo no es aún el día de fútbol en Brasilia. A nivel nacional, aún no hay equipos en la primera o segunda división. En el torneo local, 57 partidos fueron jugados hasta la semana pasada. Sumando todas las partidas, hubo 47.625 espectadores, público suficientes para llenar el Estadio Nacional una vez. Tres de los seis partidos de la penúltima jornada tuvieron menos de 200 espectadores. El duelo entre la Legión y Luziania tenía 18 personas en las gradas. Recaudó sólo R$ 135.
Obviamente, como se trata de un campo de usos múltiples, la expectativa del gobierno local está en poner a Brasilia en la agenda de conciertos y eventos. Sérgio Graça, el coordinador de la Secretaría Especial de la Copa Mundial en el DF, alaba la estructura del estadio para este tipo de espectáculo. "Podemos poner más de 20 mil personas sólo en el césped y evacuar a esta gente en ocho minutos", dice entusiasmado, señalando los enormes portones de entrada y salida en cada extremo de la cancha.
"El problema es que nosotros no tendremos una Madonna llegando a Brasilia más de una vez al año", reflexiona el senador Buarque, escéptico acerca de la posibilidad de atraer conciertos al ritmo que puede justificar las inversiones realizadas en el estadio. En general, cuando hay un concesionario de la explotación comercial de la arena, es ella la que se dedica a crear los acontecimientos. "El socio debe tener experiencia para llevar espectáculos relevantes"', dice Marcelo Doria, presidente del BSB - Brunoro Sport Business, una empresa de consultoría deportiva.
"De los estadios de la Copa del Mundo, Brasilia es el que se prepara para un mejor funcionamiento como estadio multiuso, pero también tiene grandes desafíos por delante", agregó Doria.
Según él, tal como el estadio Maracaná y el de Itaquerão, debe extraer al menos el 80% de sus ingresos en el fútbol después del Mundial. En Brasilia, la mezcla puede ser de 30% a 70% entre eventos deportivos y espectáculos. "Para ello, tenemos que desarrollar el fútbol local en el mediano y largo plazo", concluye.
El gobierno también espera hacer del estadio un gran centro de ocio, con dos restaurantes, 14 casas de comida y 40 bares. Además de un espacio reservado para actividades culturales, como exposiciones de arte. Para Sergio Gracia, la inversión vale la pena según las estimaciones realizadas por la Fundación Getulio Vargas (FGV), que indican la posibilidad de que 600.000 turistas lleguen a Brasilia durante la Copa Mundial.
"Ellos pueden dejar R$ 5.000 millones en la ciudad", prevé Gracia. Ella dice que otro de los factores a tener en cuenta es que "la apertura de Copa Confederaciones", refiriéndose al partido inaugural entre Brasil y Japón, en el Estadio Nacional, "será visto por 2 millones de personas". "¿Cuánto quieres gastar para tener una publicidad similar? Por lo menos, después de todo esto, el planeta entero sabrá que Brasilia es la capital del país", concluye.