

Desde hace décadas, China ha demostrado una habilidad notable para adaptar su modelo exportador a las exigencias del mercado global. Su fórmula se basó en producir barato, rápido y a una escala colosal. Pero el escenario cambió drásticamente con la guerra comercial iniciada por Donald Trump durante su primer mandato como presidente de Estados Unidos.
El aumento de los aranceles -que hoy superan el 100% en algunos rubros- obligó a las empresas chinas a buscar nuevas estrategias para mantener su presencia en el mercado estadounidense.
Una de esas estrategias, cada vez más frecuente, es el "lavado de origen": una práctica mediante la cual los productos chinos se desvían a través de países vecinos -como Malasia, Vietnam o Corea del Sur-, donde reciben un nuevo certificado de origen que les permite sortear los impuestos. Si bien el concepto no es nuevo en el comercio global, el volumen y la sofisticación de estas maniobras sí lo son.
De hecho, las plataformas chinas están repletas de ofertas que prometen transformar productos "made in China" en artículos supuestamente fabricados en el sudeste asiático.
Esta red de desvíos ha reconfigurado parte del comercio internacional y ha generado un fuerte debate sobre la legalidad, el control y la sostenibilidad de estas prácticas. Las autoridades aduaneras de varios países ya han comenzado a reforzar las inspecciones, mientras expertos alertan que estas tácticas solo profundizan las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos.

El "lavado de origen": el nuevo canal de exportación para productos chinos
El incremento de aranceles impuesto por Estados Unidos ha sido un golpe directo al corazón de las exportaciones chinas. Pero como asegura Sarah Ou, representante de la empresa Baitai Lighting, "el arancel es demasiado alto, pero podemos vender los productos a países vecinos, y luego estos los venden a EE. UU., y el precio se reducirá".
Esta lógica de desvío se traduce en millones de productos que ahora pasan por puertos como Port Klang, en Malasia, donde se cambian etiquetas, embalajes y certificados de origen. Según informó el Financial Times, vendedores de dos empresas logísticas en esa zona confirmaron que "podían enviar la mercancía a Malasia, donde se reenvasaría y se emitirían nuevos documentos para ocultar su procedencia real".
En redes sociales chinas como Xiaohongshu proliferan los anuncios dirigidos a pequeños exportadores:
"¿EE.UU. ha impuesto límites a los suelos de madera y vajillas chinas? ¡Lave el origen en Malasia para una entrega en aduanas sin problemas!", reza uno de los mensajes publicados por una cuenta llamada "Ruby - Third Country Transshipment".
Aranceles, evasión y advertencias: el impacto en los países intermediarios
Este tipo de maniobras no pasa desapercibido. La Agencia de Aduanas de Corea del Sur detectó en el primer trimestre del año productos por más de 21 millones de dólares con certificados de origen falsificados. "Estamos observando un fuerte aumento en los casos recientes en los que nuestro país se utiliza como vía de escape para productos con el fin de evitar diferentes aranceles", advirtió el organismo.
Vietnam y Tailandia también han tomado cartas en el asunto. Sus ministerios de comercio han emitido circulares pidiendo mayor control en la emisión de certificados de origen y reforzando medidas para prevenir la falsificación. No obstante, la efectividad de estos controles todavía es limitada.
Un consultor chino reveló al FT que "el lavado de origen es uno de los métodos más usados actualmente para evitar los aranceles de Trump", aunque no es el único. Otro recurso frecuente es declarar precios de envío inferiores a los reales, o mezclar productos caros con otros más baratos para reducir el coste total declarado.
Supermercados y plataformas globales: los grandes beneficiarios
Más allá del contexto geopolítico, las consecuencias de este entramado llegan hasta los supermercados de todo el mundo. Gracias a estas maniobras, gigantes como Shein y Temu siguen ofreciendo productos a precios bajos, compitiendo con marcas locales sin enfrentar el mismo régimen impositivo. La distorsión del mercado es evidente, pero difícil de abordar sin un consenso multilateral sobre prácticas comerciales.
Desde la consultora Oxford Economics, la analista Louise Loo señaló que "la propia presencia de aranceles incentiva un comportamiento de infra-declaración", ya que los importadores tienden a subestimar el valor real de las mercancías ante las aduanas. Esto explicaría el creciente desajuste entre lo que China dice exportar y lo que Estados Unidos declara haber importado.
Paul Donovan, economista jefe de UBS, fue más gráfico: "Hasta un 30% de las exportaciones chinas a EE.UU. desaparecen antes de llegar. El comercio se está triangulando para eludir controles".
El futuro del comercio: entre la opacidad y la dependencia
La guerra comercial ha mutado en una batalla de astucias. Mientras Washington redobla las medidas proteccionistas, Pekín responde con rutas grises que le permiten seguir vendiendo sin pagar el precio completo. El resultado es un comercio más opaco, menos trazable y con riesgos crecientes para todos los actores.
Como explica un empresario del sector en Dongguan, "siempre hay zonas grises. Las pequeñas y medianas empresas como la nuestra podemos capear mejor el golpe porque hay soluciones por 0,70 dólares el kilo. EE.UU. es un gran mercado; no quiero perderlo".
Ante este panorama, la gran incógnita es cómo responderán las autoridades estadounidenses y si los países intermediarios pondrán límites a una práctica que, aunque rentable a corto plazo, podría poner en jaque la transparencia del sistema comercial global.
















