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El dinero en efectivo ha sido durante décadas el método de pago más tradicional para muchas personas. Especialmente en transacciones cotidianas como la compra de alimentos o pequeñas compras en tiendas de barrio, los billetes y monedas representan una forma tangible y sencilla de pagar, sin necesidad de tecnología ni cuentas bancarias.

Sin embargo, la digitalización y las políticas contra el fraude están cambiando esa realidad en toda Europa. En los últimos años, las instituciones europeas han puesto sobre la mesa la posibilidad de limitar los pagos en efectivo, con el fin de combatir el blanqueo de capitales y la economía sumergida.

Ahora, también se está debatiendo si los supermercados y comercios de gran volumen deberían aplicar límites más estrictos a los pagos en efectivo, una medida que podría transformar la forma en que muchos ciudadanos pagan sus compras diarias.

El uso de efectivo sigue siendo común, pero cada vez más regulado por razones fiscales y de seguridad.Fuente: ShutterstockShutterstock

Qué cambios se están estudiando en Europa sobre el uso de efectivo

La Unión Europea ha aprobado normas destinadas a restringir los pagos en efectivo en transacciones comerciales, aunque no prohíbe el efectivo como tal. Según el Parlamento Europeo, se establecerá un límite de 10.000 euros para pagos en efectivo en el ámbito empresarial, una medida que entrará en vigor en 2027 como parte de un paquete más amplio contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo.

Este límite hace que las compras de mayor cuantía en efectivo sean cada vez menos frecuentes y obliga a consumidores y comerciantes a adaptarse a medios digitales o pagos con tarjeta para transacciones grandes.

Aunque los estados miembros pueden elegir límites inferiores si lo desean, la medida pretende armonizar las reglas y cerrar posibles vacíos legales que faciliten actividades ilegales.

En España, ya existen restricciones relevantes: desde principios de 2025, la Ley General Tributaria limita el pago en efectivo a 1000 euros cuando una de las partes es un empresario o profesional. Si el pago supera esa cantidad, el comerciante puede exigir medios de pago electrónicos como tarjeta o transferencia, especialmente en comercios de gran volumen como supermercados.

Esta limitación está pensada para fomentar la trazabilidad de las operaciones comerciales y disuadir el uso de efectivo en actividades económicas de mayor cuantía, que suelen ser más susceptibles de fraude fiscal o evasión de impuestos.

Cómo afectará a los consumidores en supermercados

Si los supermercados aplican límites más estrictos a los pagos en efectivo, como se ha planteado en algunos debates regulatorios, muchos compradores podrían encontrarse con restricciones a la hora de pagar su compra semanal, especialmente si supera los 1000 euros.

En la práctica, esto significaría que, para transacciones grandes, tendrían que recurrir a tarjetas bancarias, pagos móviles o transferencias, en lugar de utilizar grandes sumas de billetes.

Según cifras del Banco de España, el efectivo sigue siendo un método de pago importante, representando cerca del 57% de las transacciones en establecimientos físicos, aunque con una tendencia a la baja frente a pagos con tarjeta y móvil. Esta transición refleja el cambio de hábitos de consumo, pero también la influencia de las nuevas normas y la presión para digitalizar los pagos.

Para muchos consumidores, especialmente personas mayores, residentes en zonas rurales o con menor acceso a banca digital, estas posibles restricciones pueden suponer un desafío adicional. Asociaciones de defensa del efectivo han advertido que la disminución de su uso podría excluir a los sectores más vulnerables y complicar su participación plena en la economía cotidiana.

Qué derechos tienen los consumidores respecto al pago en efectivo

A pesar de los debates sobre límites y restricciones, la normativa actual en España protege el derecho de los consumidores a pagar en efectivo dentro de ciertos límites. La Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios establece que los comercios no pueden rechazar el efectivo siempre que el pago sea legal y no supere los límites establecidos por la ley.

Esto significa que, incluso si los supermercados fijan políticas internas para limitar el uso de billetes en compras grandes, deben informar de forma clara y visible sobre los medios de pago aceptados, y solo pueden aplicar límites que no contravengan la legislación vigente.

Además, el derecho a pagar en efectivo es respaldado por normativas europeas que establecen que los billetes y monedas en euros son de curso legal, aunque la aceptación puede estar sujeta a limitaciones voluntarias por parte del comercio por motivos de seguridad o eficiencia operativa.

Sin embargo, a partir de 2027, con la entrada en vigor de la normativa europea que fija el tope de 10.000 euros para pagos en efectivo en negocios, los estados tendrán menos margen de maniobra para permitir pagos más altos, lo que puede reforzar el uso de medios electrónicos en la mayoría de transacciones comerciales.

Qué tendencias están marcando el futuro de los pagos

El debate sobre el efectivo no se limita a límites monetarios, sino que forma parte de una transformación más amplia del sistema de pagos. Los pagos con tarjeta y dispositivos móviles no solo ganan terreno por comodidad, sino también por seguridad y trazabilidad, aspectos que las autoridades consideran fundamentales para combatir fraudes, evasión fiscal y actividades ilegales.

Los pagos con tarjeta ganan protagonismo frente al dinero en efectivo en la mayoría de las transacciones comerciales.

Al mismo tiempo, proyectos como el euro digital, impulsados por el Banco Central Europeo, buscan combinar la privacidad del efectivo con las ventajas de los pagos electrónicos, incluso diseñando formas de pago digital offline que puedan usarse en zonas rurales o en situaciones donde no haya cobertura digital.

Esta evolución plantea preguntas sobre la inclusión financiera de quienes dependen principalmente del efectivo, así como sobre el papel que seguirá jugando el dinero físico en un mundo cada vez más digitalizado. Pero lo cierto es que las normas que se están discutiendo tanto a nivel nacional como europeo están redefiniendo las reglas del juego para todos los consumidores.