

La soledad ha dejado de ser un tema privado para convertirse en un problema de salud pública de escala global. Así lo confirma la Organización Mundial de la Salud (OMS), que estima que 1 de cada 6 personas en el planeta sufre aislamiento social o emocional prolongado.
Pero más allá del malestar subjetivo, el dato más alarmante es su impacto físico: provoca más muertes prematuras al año que el tabaco, el alcohol o la obesidad.
En concreto, la OMS calcula que cada año se producen 871.000 muertes asociadas directamente a la desconexión social. El organismo creó recientemente una Comisión Internacional sobre Conexión Social, integrada por personalidades del ámbito político, académico y sanitario, con el objetivo de coordinar políticas públicas que frenen esta tendencia creciente.

Así daña la salud estar solo
Diversos estudios científicos han vinculado la soledad prolongada con un aumento de hasta el 30% en el riesgo de enfermedades cardiovasculares, infartos cerebrales, deterioro cognitivo, diabetes tipo 2, ansiedad y depresión.
El impacto fisiológico es comparable al de fumar 15 cigarrillos al día, según investigaciones lideradas por la doctora Julianne Holt-Lunstad, experta en neuropsicología social.
Además, la desconexión social altera el sistema inmunológico, incrementa la inflamación crónica y reduce la calidad del sueño. La OMS advierte que la soledad afecta tanto a jóvenes como a personas mayores, con especial incidencia en mujeres, migrantes y quienes viven solos.
En Europa, el 20% de los adultos mayores de 65 años reporta no tener con quién hablar diariamente.
Soledad vs. otras causas de muerte (por año)
Fuente: OMS, CDC y estudios comparativos de mortalidad evitable
Qué hacen otros países (y qué falta en España)
Países como Reino Unido, Japón, Australia y Estados Unidos ya han desarrollado estrategias nacionales para combatir la soledad estructural. En Reino Unido existe desde 2018 un Ministerio de la Soledad, y en Japón se aprobó un presupuesto específico para enfrentar el aislamiento de adultos mayores tras el confinamiento por la pandemia.
En España, si bien algunas comunidades autónomas han promovido programas de acompañamiento vecinal y centros de día, aún no existe una política nacional coordinada.

Expertos en salud pública piden incluir la soledad no deseada como un indicador de riesgo clínico en la atención primaria, además de fomentar políticas urbanas que promuevan espacios de encuentro intergeneracional.
















