

El cuerpo de David Lafoz, un agricultor de 27 años oriundo de Belchite, Zaragoza, fue hallado sin vida el pasado martes. Horas antes había publicado en sus redes sociales una carta de despedida que conmovió al país. "No aguanto más presión", escribió. "No aguanto trabajar 18 horas para no vivir".
El caso, que movilizó a más de 2000 personas en su despedida, reactivó la conversación sobre las condiciones laborales en el sector agrario, el impacto de la burocracia institucional, y la falta de atención a la salud mental en zonas rurales. La historia de Lafoz pone en el centro del debate un reclamo que ya venían sosteniendo agricultores en toda España: trabajar la tierra no debería costar la vida.

Un mensaje que se volvió viral y un final devastador
David Lafoz era conocido en Aragón por su participación activa en protestas agrarias. En febrero de 2024 había llevado su tractor hasta las puertas de las Cortes en Zaragoza con un cartel que decía "¡Salvemos el campo!".
El martes 9 de julio, en su cuenta de Instagram, subió una imagen en la que se veía una cuerda colgando de una cosechadora. La acompañó con un texto que decía: "No aguanto estar discutiendo todos los días con gente, no aguanto más inspecciones de Hacienda ni de Trabajo".
Horas más tarde, fue encontrado sin vida en una finca de su propiedad. La Guardia Civil confirmó el fallecimiento e inició las diligencias judiciales. La noticia generó conmoción en todo el país, especialmente entre pequeños productores rurales. Las redes se inundaron de mensajes de despedida y de reclamo por "un sistema que asfixia a quienes trabajan sin descanso".
Las 18 horas de trabajo y el peso de las inspecciones
Lafoz era miembro fundador de Aragón es Ganadería y Agricultura (AEGA), una asociación que surgió como respuesta al malestar por el creciente peso burocrático en el trabajo agrícola. Según testimonios de allegados, Lafoz soportaba jornadas de hasta 18 horas diarias, muchas veces sin descanso, mientras enfrentaba inspecciones y sanciones de diferentes organismos estatales.
"David trabajaba 18 horas e incluso más, era una barbaridad la cantidad de horas que hacía, era un emprendedor nato", dijo su amigo Albert Vicente en una entrevista con Cuatro. Y agregó: "Te llega [la notificación] y salta el corazón, es una situación de terror" al referirse al impacto emocional de las inspecciones de Hacienda y Trabajo.
AEGA hadenunciado "la hipocresía y la incoherencia del sistema político y las políticas económicas que afectan directamente al medio rural y al sector agrícola". Han señalado una "doble vara de medir de nuestros representantes" y afirma que "el sistema actual precariza al campo aragonés y español, mientas los políticos de todas las administraciones miran a otro lado y favorecen intereses especulativos extranjeros".
La salud mental rural, un tema silenciado
El suicidio de David Lafoz reavivó también una cuestión poco tratada en la agenda pública: la salud mental en el medio rural. Según datos del INE, el suicidio es la primera causa de muerte externa en España, con tasas más altas en zonas despobladas. Sin embargo, los recursos sanitarios y de asistencia psicológica son escasos o inexistentes fuera de los grandes núcleos urbanos.
Expertos compararon el caso de Lafoz con fenómenos registrados en otros países como Japón, donde existen términos específicos como karshi (muerte por exceso de trabajo) o karojisatsu (suicidio por presión laboral). En España, no hay todavía un protocolo de atención específico para trabajadores del campo que enfrentan agotamiento extremo, soledad o persecución institucional. La ausencia de contención, sumada a la estigmatización del malestar emocional, puede convertirse en un factor de riesgo letal.
Dónde pedir ayuda en España
Si usted o alguien cercano se encuentra en una situación de crisis emocional, en España existen recursos confidenciales y gratuitos para ofrecer apoyo. El Teléfono 024, impulsado por el Ministerio de Sanidad, funciona las 24 horas todos los días del año y está atendido por profesionales especializados en conducta suicida.
También puede contactarse con el Teléfono de la Esperanza (717 003 717), que brinda escucha activa y acompañamiento emocional. Para niños, niñas y adolescentes, la Fundación ANAR dispone del 900 202 010. Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un primer paso hacia el alivio. Nadie debería enfrentar el dolor en soledad.















