A una semana de la elección, el pasado lunes, Daniel Scioli reunió a su mesa chica ampliada, con naranjas históricos y conversos, ministros, pares e intendentes, en la Fundación DAR de su hermano "Pepe". Era el primer análisis del presidenciable tras la pírrica victoria con sabor a derrota. Lo escuchaban desde sus cercanos Alberto Pérez (Jefe de Gabinete) y Gustavo Marangoni (Banco Provincia) hasta gobernadores como Sergio Urribarri (Entre Ríos) y Juan Manuel Urtubey (Salta). Varios que habían perdido el optimismo y la esperanza. El primer objetivo del presidenciable del FpV fue mostrarles que estaba entero, de pie, a pesar del ballottage que trató de evitar. El segundo fue adelantar la "sciolización" de la nueva campaña. Con una orden: no atacar a su sucesora, María Eugenia Vidal.
Un regreso a la fuente, a su imagen conciliadora y de diálogo. Lejos de la agresividad que llevó la denunciada "campaña sucia". En la web se tradujo con la idea "Voto a favor". "Será confrontar con el modelo que propone Macri pero desde contar lo que vamos a hacer nosotros", resumieron en el búnker.
Una postura zen que abarca lo personal, sin contar el aparato K (acostumbrado a que un vocero habilita el juego y todos se pliegan, como el recién descubierto ministro de Salud, Daniel Gollán, por un desafortunado tuit). Un kirchnerizado Scioli prometió alejarse de escenarios y de consignas partidarias, rodearse de vecinos y hasta se desprendió de la corbata, como muestra la nueva estética electoral en sus recorridas. Cuasi PRO.
Y lo más importante: alejarse de Cristina Fernández de Kirchner. Como ya ocurrió el pasado jueves, Scioli volvería a estar ausente en el acto presidencial que se prepara para mañana. Sin figurar en la agenda oficial aún, replegada durante días luego de reclamar el voto por su proyecto a los suyos en los patios militantes, está previsto que la mandataria inaugure el Polo Científico Tecnológico en el predio de las ex Bodegas Giol, del barrio de Palermo, junto al ministro Lino Barañao. Ese día, el calendario del postulante lo tiene alejado de la ciudad: están organizando visitas a Morón, Moreno, Corrientes y Chaco.
Es más, el repliegue de Cristina Kirchner, si bien puede ser explicado también por instinto de supervivencia política (en caso de una derrota el 22N), es celebrado por el sciolismo. A contramano, arremetidas oficiales como el nombramiento de dos camporistas en la AGN con una escandalosa sesión en el Congreso (ver Página 2) son reprochadas. "¿Quiere que Scioli pierda?", se lamentaban ayer en el PJ. Otro distanciamiento.
La diferenciación, esa que durante una década lo marcó a fuego el propio kirchnerismo, no sólo incluye evitar la foto conjunta. "No voy a negar ni la inflación ni la pobreza", retrucó el gobernador bonaerense ayer en radio, como parte del renovado discurso naranja, que desempolvó el viejo slogan "continuidad con cambios". Y agregó que el Gobierno "tiene cosas que ha hecho bien y cosas en las que no se cumplió con las expectativas de la sociedad".
Su mujer, Karina Rabolini, siempre más directa, fue al punto neurálgico: "Daniel no va a hacer cadenas nacionales, sino conferencias de prensa".
"Es muy fuerte plantearle a la gente: Vótennos a nosotros porque los demás son peores", criticó ayer Urtubey la propia campaña K y encendió la mecha. En paralelo, la defensa de Marangoni a Carlos Melconian, lo enfrentó con Aníbal Fernández. Dos voceros naranjas incendiados. Cortocircuitos internos con la Rosada que muestran las clásicas fisuras o adelantar una corrección del rumbo de lo que va a venir.