Lo más revelador del discurso de presentación del Presupuesto 2012 del ministro de Economía está en lo que insinuó tácitamente o en lo que directamente omitió. Identifico allí al menos tres mensajes velados que podrían conformar buenos ejemplos de actos fallidos clásicos, y muy preocupantes, tratándose del cargo que ocupa.

Lo primero que llama la atención es cómo dentro de un centenar de cifras mencionadas que abarcaron números con decimales hasta de la tasa de desempleo de España, el déficit de Estados Unidos, el crecimiento de Portugal o la deuda de Irlanda el ministro eligió omitir una tanto más relevante para los argentinos como nuestra tasa de inflación. La omisión revela el primer acto fallido: que ni siquiera el ministro cree que la inflación del año que viene va a ser tan sólo de 9,3%. Y es esa mentira la que falsifica todas las estimaciones de ingresos, gastos y resultado fiscal para el 2012. Un presupuesto basado en la mentira, además de inmoral es inútil.

El segundo acto fallido tiene que ver con la interpretación que hace el ministro acerca de la obligación de la deuda según tipo de acreedor. En este caso lo dijo explícitamente: el endeudamiento con los agentes privados es el que hay que cancelar sí o sí cada año. Este silogismo lleva a la lógica deducción de que el otro endeudamiento (la deuda del gobierno en manos de agencias públicas) no debe ser atendido puntualmente. En otras palabras, no hace falta pagar los títulos públicos en poder del ANSeS o del Banco Central. A ellos les renovamos, nomás parece sugerir el ministro revelando el siguiente acto fallido: el patrimonio del BCRA o el fondo de los futuros jubilados nos lo gastamos hoy.

Finalmente, el ministro insistió varias veces en que el Presupuesto de la Nación no es un ejercicio técnico. Por supuesto que en tanto plan de gobierno es más que eso, pero ¿cómo podemos aceptar que una ley en la que aparecen 417 páginas llenas de números no respeta un mínimo rigor técnico que el ministro pretende menospreciar? Cabe una única interpretación: para el ministro el presupuesto es una obra de arte. En este caso, un dibujo más que una canción desentonada.

De hecho, el proyecto de ley de presupuesto 2012 reconoce que los números de 2011 estaban dibujados, tal como lo habíamos advertido en aquella discusión. En la reestimación oficial de recursos de este año, el gobierno se encontró con $ 38.400 millones de más de recaudación, casi lo mismo que estimábamos nosotros a fin del año pasado ($ 36.700 millones). Es cierto que para el 2012 fueron menos burdos. Pero sobran igual alrededor de $ 25.000 millones que no quieren reconocer para poder manejarse con más comodidad.

Nos halaga que finalmente nos den la razón, aunque tarde y a regañadientes, luego de los ataques del año pasado. Pero nos preocupan dos preguntas que quizás hubiéramos podido hacer si el ministro lo hubiera permitido:

1)¿Cómo puede ser que a pesar de tener recursos adicionales por más de $ 38.000 millones este año, las cuentas van a terminar con un déficit de $ 11.800 millones? ¿A dónde fueron esos $ 50.000 millones de diferencia?

2) Finalmente el Gobierno reconoce lo que ya sabíamos: que hay déficit fiscal y que se diluye el superávit comercial. Lo que no explica es cómo va a hacer para pasar de un déficit de $ 11.800 millones en 2011 a un superávit de $ 1.500 millones, si la economía se va a desacelerar de más del 8% este año a un 5,1% el que viene ¿Dónde irán a ajustar y quién pagará ese ajuste?

Esperemos que este reconocimiento no sea un cuarto acto fallido.