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En las horas finales rumbo a las elecciones legislativas del 26-O y con un pronóstico incierto, el Gobierno buscó dar un golpe de efecto hacia el final de la semana y nombró al secretario de Finanzas, Pablo Quirno, como su próximo canciller, el tercero desde que Javier Milei llegó al poder. A la par, le puso un nuevo piso al dólar en los $1500, en boca del propio ministro de Economía, Luis Caputo, y el Presidente envió su mensaje al mercado junto al titular de JP Morgan, Jamie Dimon. Todas las señales parecen apuntar en la misma dirección pensando en el día después de la elección.
En tal sentido, si la designación de Quirno debe interpretarse como una señal respecto a la dirección que tomará el próximo gabinete ministerial en la segunda fase de la gestión, el gesto dejó estupefacto a un sector del propio Gobierno que hace tiempo demanda una apertura que consolide la gobernabilidad de la mano de los aliados para las reformas que vienen. Sobre todo, a sabiendas que nadie sueña ya en Casa Rosada con una ola violeta este domingo en toda la Argentina.
Con la segunda renuncia en menos de 24 horas, esta vez de parte del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, el Gobierno quedó oscilante sobre el ring cuando apenas se recomponía de la salida anticipada de Gerardo Werthein de la Cancillería.
Ambas bajas eran un secreto a voces, e incluso el empresario había comunicado a Milei su intención de dejarlo trascender para distanciarlo de cualquier resultado electoral. Así y todo, lo que molestó en más de un despacho fue el timing. "Que le renuncien dos ministros seguidos a días de la elección es distinto a que se vayan por decisión del Presidente y en el marco de una reforma de su gabinete", explicaba un experimentado operador en los pasillos de Casa Rosada.
El nombramiento de Quirno tomó por sorpresa a un sector encumbrado del Gobierno. En particular por las implicancias que acarrea: cuando algunos referentes de la gestión libertaria pujan desde adentro por gestos que recompongan con los aliados que dejaron en el camino, la elección pareciera apuntar en dirección opuesta. Un abroquelarse en lo más profundo del núcleo oficialista cuando los pronósticos electorales que barajan en Casa Rosada en la previa señalan la necesidad de hacer todo lo contrario para garantizarse gobernabilidad.
Los más optimistas en Casa Rosada manejaban números que los ponían en un empate técnico con el peronismo a nivel nacional, varios puntos por arriba de la primera vuelta de 2023. Los más agoreros, hablan de una diferencia demasiado cercana con esos resultados como para mostrar un respaldo sólido al Gobierno tras dos años de gestión. "Menos de eso puede ser un desastre", trazan como última línea de lo tolerable.
El fondo que no pueden perforar, dicen, son los 28 puntos de aquella elección o que Fuerza Patria se despegue y obtenga más de cinco puntos de ventaja. La jugada que la Cámara Nacional Electoral buscó desbaratar -un conteo nacional- buscaba garantizarle al Gobierno una foto nominal favorable. Hoy afirman que acatarán el fallo pero que en aras de brindar toda la información posible se complementará con un mapa de calor de participación y otros elementos de lectura nacional.
Por eso la estrategia en la recta final fue transformar una elección legislativa en un pseudo balotaje. Un todo o nada. "Despabílense y vengan a votar. Esa fue la bajada detrás de la estrategia de elevar estos comicios a una cuestión de vida o muerte. Que el votante del medio se movilice el domingo", explica un funcionario vinculado a la línea karinista del Triángulo de Hierro.
En el vértice opuesto también reactivaron viejas líneas en desuso con terminales clave del Congreso en el pasado. Su principal referente, Santiago Caputo, suena y se mueve como jefe de Gabinete, dejan trascender, aunque nadie da por seguro que el asesor tome esa posición después del domingo.
"En la noche del domingo deberán sentarse los tres -Karina y Javier Milei con Santiago Caputo- a delinear cómo se arma el nuevo gabinete", comentan a este medio. Fuera del micrófono -y aunque el relato proselitista busca crear lo opuesto- le restan letalidad a cualquier revés electoral. "¿Dónde quedaron los Massa, los De Narváez e incluso el macrismo? Ganaron las elecciones de mitad de término y luego se diluyeron. En dos años la política tritura a cualquiera", minimizan.
Pero la advertencia, saben, también corre para los propios cuando miren la historia más reciente. "Lo que pasó el 7 de septiembre no puede repetirse. Creíamos que no podía pasar y pasó. Al menos sirvió para bajarle la soberbia a varios acá que venían demasiado arriba después del triunfo de mayo", añaden.
Elecciones legislativas en Argentina: cómo fueron los resultados y qué antecedentes miran en el Gobierno
Las cinco legislativas de los últimos 20 años se repartieron casi en forma pareja entre ganadores y perdedores. En tres oportunidades, los oficialismos nacionales revalidaron en los comicios de mitad de mandato. Pero en dos de esas ocasiones, el voto no los acompañó cuando llegó el turno de enfrentar las elecciones generales. No hay una tendencia definitiva, más bien un contexto que determina en gran medida las chances.
En 2005 y 2013, el Frente para la Victoria de Néstor y Cristina Kirchner se impuso con el 38,7% y el 31% de los votos. En 2017, Cambiemos también se impuso ante el peronismo dividido con el doble de votos, 41,7% contra 19,8% de Unidad Ciudadana, pero no pudo contra el peronismo encolumnado del Frente de Todos dos años después, en las generales.
A contramano, Cristina Kirchner perdió su primera elección de medio término pero arrasó con más del 50% de los votos al buscar su continuidad en 2011. Un dato curioso: en 2013 perdió la Provincia de Buenos Aires frente a Sergio Massa y su Frente Renovador y el kirchnerismo eligió nacionalizar el conteo para mostrarse victorioso, el mismo juego que plantea ahora el mileísmo y que Fuerza Patria recusó en la Justicia.
Dos veces, en estos 20 años, un Gobierno nacional no logró el respaldo en las urnas a mitad de mandato. La primera fue en 2009 cuando el Acuerdo Cívico y Social derrotó al FpV por una mínima diferencia, de 29,5% a 28,6%. Fue en esa ocasión que el peronismo también perdió la Provincia -en manos de Daniel Scioli y con Néstor Kirchner como candidato- frente a Francisco de Narváez. Y similar desenlace hubo en 2021 durante la gestión de Alberto Fernández: Juntos por el Cambio obtuvo ocho puntos de ventaja sobre el Frente de Todos y terminó en 42,7%.
Hoy son porcentajes que suenan lejanos para el oficialismo. De ahí que un sector del Gobierno reclame un mayor pragmatismo en el realineamiento con los aliados en busca de reforma y un equipo más político que técnico para rodear al Presidente. No es lo que indicaría el nombre de Quirno, por eso la sorpresa de algunos que se enteraron de la confirmación con el trascendido periodístico y el comunicado posterior.
Hasta el jueves por la noche, el nombre de Quirno ni siquiera figuraba en las nóminas que circulaban por los pasillos de Casa Rosada, aunque siempre mantuvo contactos internacionales. Ni hablar del Palacio San Martín. De todos los posibles candidatos, el actual embajador en Estados Unidos Alec Oxenford se instalaba como la carta con mayores chances de seguir los pasos de su predecesor, que también saltó de Washington al ministerio. E incluso se barajaba el de Guillermo Francos, como una ofrenda para un retiro elegante de su rol actual.
El propio Francos es uno de los impulsores de abrir el juego a los aliados en el nuevo equipo. De replicarse la decisión adoptada con la Cancillería con otras posiciones en juego, lo que determinaría un mayor endurecimiento del Gobierno, el jefe de Gabinete podría dar un paso al costado así no se lo pidiera Milei. Las posiciones a ocupar, de movida, serán las de Justicia y Seguridad -con Patricia Bullrich y Luis Petri como candidatos- aunque también se debe definir otros roles como el de Federico Sturzenegger, diluido tras el fin de las facultades delegadas.
Justicia es una cartera donde la línea caputista ubicó a Sebastián Amerio como número dos y que siempre dominó pese al cargo formal en manos de Cuneo Libarona. El ministro saliente acusó motivos personales para dar un paso al costado. Pero una eventual designación de Guillermo Montenegro en esa oficina, con vasos comunicantes propios con el Poder Judicial, podría abrir nuevos roces y más intensos con su vice.
También el bullrichismo se resiste a una unificación de Justicia con Seguridad que subyugue la influencia de la actual ministra una vez que asuma en el Senado. Bullrich postula a su número dos, Alejandra Monteoliva, pero hace tiempo que se habla de Diego Santilli como opción, si salta del Legislativo. Es una cartera que ya manejó en su paso por la Ciudad de Buenos Aires, de la mano de Horacio Rodríguez Larreta.
Si bien el Gobierno fijó una meta alcanzable del tercio para blindar los vetos y bloquear cualquier juicio político -el fantasma aún ronda y afirman que "siempre alguno lo tiene en la cabeza"-, todavía estaría lejos de conseguir la mayoría requerida para sus reformas. Allí es donde calan los compromisos que se puedan cerrar con los gobernadores que ya votaron en el pasado con la Rosada, aunque ahora compitan contra ellos el domingo. "Ahora estamos a los tiros, pero luego van a volver", se esperanzan.
En las provincias lo condicionan a cómo terminen plantados los contendientes cuando toque la campana el domingo. Si ven un Presidente debilitado, podrían endurecer su postura. Con todo, es casi unánime el parecer en las filas libertarias de que cualquier modificación del gabinete no contemplará a los jefes provinciales como vector de ampliación. "Los gobernadores no tienen interés en poner nombres. Lo que buscan son fondos para obras. Eso es lo que piden todos los que vienen hasta acá. Eso se negocia en el Presupuesto en todo caso", deslizó un interlocutor del Gobierno.
La condición es que, en efecto, el Gobierno acepte negociar parte de los fundamentos del proyecto de Presupuesto 2026 que giró a Diputados, sin sacrificar superávit pero sí reduciendo su margen. El empoderamiento de Luis Caputo con la designación de Quirno que pone a la Cancillería bajo las riendas de Economía y erosiona su tradicional autonomía en el área comercial lejos parece estar de una decisión de socavar la línea economicista del Gobierno y retocar los números de la ley de recursos.
En definitiva, el Gobierno se juega este domingo su capacidad y margen de negociación para la agenda de leyes orgánicas que pretende impulsar con el recambio del Congreso y el establecimiento de sesiones extraordinarias. Los operadores políticos con el Congreso lo dan por descontado, aunque todavía se desconoce quiénes se ocuparán de timonear esa nueva ofensiva legislativa desde el Ejecutivo y en el Palacio. El resultado del 26 de octubre reconfigurará los circuitos de poder dentro de LLA y el PRO. Las urnas dictarán cuánto repercutirá sobre el resto del tablero y el margen de gobernabiliad.












