Ayer fue un día luminoso para la Argentina. Un día de esos en los que es posible abstraerse del default, de la inflación y de tantas batallas estériles que demoran al país adolescente. Un muchacho de 36 años, músico, pianista y poeta, sintió que era el momento de averiguar quienes habían sido sus padres. Quiénes sus abuelos. Desde dónde fluía su sangre. Ignacio Hurban dejó su casa en Olavarría para golpear las puertas de las Abuelas de Plaza de Mayo y descubrir que la madre de su madre era nada menos que la dirigente más importante de los derechos humanos, Estela de Carlotto.
Para ella, Ignacio Hurban siempre había sido Guido. Desde noviembre de 1977, durante los días negros en los que su hija Laura fue secuestrada y luego asesinada, Estela de Carlotto se propuso guardar en la memoria el nombre de su nieto nacido en cautiverio en el Hospital Militar.
Lo llamó Guido, como su esposo y como uno de sus propios hijos. Y con ese nombre como bandera salió a buscarlo para convertirse de mujer de clase media de La Plata en dirigente de los derechos humanos cuyo nombre traspasó las fronteras del país. La lucha incansable de las Abuelas de Plaza de Mayo consiguió el milagro de 114 nietos recuperados que pudieron hallar su verdadera identidad. Y así comenzó a restaurar una de las heridas más dolorosas de la democracia. La desaparición de ciudadanos y el robo de bebés nacidos en cautiverio, sin dudas el capítulo más perverso de esa novela oscura que constituyeron las dictaduras, el totalitarismo y la represión de Estado.
El reencuentro de Estela con su nieto Guido, quien creció y volvió como Ignacio Hurban, es la mejor noticia que podía tener esta Argentina demasiado pendiente de sus miserias internas. Es un bálsamo de tolerancia para un país que no termina de asumir sus errores del pasado cuestión de poder conectarse con los desafíos de su futuro. Sólo bastaba recorrer anoche las redes sociales para encontrarse con la ceguera de quienes le reprochaban a Carlotto sus simpatías con el Gobierno actual y de quienes celebraban la recuperación del joven como una victoria del kirchnerismo contra quienes tienen una postura política diferente.
Afortunadamente, las historias personales suelen eludir la trampa de los desencuentros que anidan en las sociedades precoces como la argentina. Ajeno a tanto alboroto político, ideológico y mediático, allí está Ignacio Hurban, nieto recuperado número 114, pulsando las teclas de su piano en una de las canciones que ha registrado la modernidad de youtube. El muchacho escribía versos anticipatorios adivinando lo que estaba por venir y decía: Si lapidando al poeta se cree matar la memoria, que más le queda a esta tierra que va perdiendo su historia.... Lo único que no sabía es cuán protagonista era de esta película con final feliz.