Hace ocho días, desde esta misma columna editorial, dijimos que las explicaciones ofrecidas por Fernando Niembro respecto de las denuncias que ya todos conocen no eran convincentes. También dijimos que la Justicia era la que debía decidir si era culpable de algún delito y que ya estaba claro que no era un buen candidato a diputado para el PRO. La renuncia de ayer es una decisión demorada pero que marcha en la dirección correcta. Ahora será Mauricio Macri el que deberá transformar esta debilidad electoral en virtud o cargar con el costo político del escándalo.

Mientras tanto, el kirchnerismo celebra el padecimiento de sus rivales. Quizás sea un festejo atolondrado si se repara en que muchos de sus candidatos y dirigentes están procesados o investigados por casos de corrupción. Para muestra, sólo basta recordar que los candidatos Aníbal Fernández y Máximo Kirchner tienen causas en la Justicia mucho más graves que la que precipitó la efímera postulación de Niembro.

Claro que también es importante destacar el papel del periodismo en el caso Niembro. Y es importante porque marca las diferencias entre el periodismo crítico y el oxímoron del periodismo militante. Su candidatura cayó, entre otras razones, por la postura independiente de los medios de comunicación que pidieron las explicaciones que merecía la opinión pública. Algo que no ocurre ni ocurrirá con los candidatos oficialistas, protegidos por la prensa domesticada y asociada al poder de turno.