Entre el próximo 30 de noviembre y el 1º de diciembre de 2018 el llamado G20 se reunirá por treceava vez, en la ciudad de Buenos Aires. Esa será la primera reunión del influyente grupo en América del Sur. Camino a ella el Mercosur y la Unión Europea continúan negociando pacientemente un posible acuerdo comercial entre ambos bloques que incluya a los productos del agro. Hasta ahora, sin éxito. Hay quienes creen que ello es factible. Y quienes, mirando al pasado, no son nada optimistas.

En Francia, como consecuencia de las aludidas negociaciones en marcha, se multiplicaron exponencialmente, como cabía suponer, las conocidas presiones proteccionistas en favor de sus propios y privilegiados productores agropecuarios y precisamente por ello un signo de interrogación parece flotar todavía sobre la posibilidad real de poder cerrar ese trascendental acuerdo. Hasta el propio presidente francés, Emmanuel Macron, está enviando señales equívocas tanto a su sector rural, como al exterior, simultáneamente.

Hablamos de negociaciones entre ambos bloques que se edifican sobre una posición comercial de corte aperturista, que hoy se contraponen notoriamente con el proteccionismo que ya ha comenzado a desplegar la administración norteamericana, aunque por ahora sólo respecto del acero y del aluminio, pero que amenaza con expandirse rápidamente.

Como siempre es bueno tratar de advertir como nos ven en esto, hay datos que nos llegan desde Francia que vale la pena comentar. Ellos acaban de ser publicados por el influyente diario francés Le Figaro informando a sus lectores acerca de esta misma cuestión. Ellos deben tenerse en cuenta partiendo naturalmente del supuesto que el proteccionismo no es un fenómeno con manifestaciones exclusivamente arancelarias, sino que incluye un abanico mucho más amplio, el de todas las medidas de distinto tipo, tarifarias o no, visibles o invisibles, que de pronto se dicten para proteger a los actores nacionales de la competencia externa.

Para el referido medio francés, Corea del Sur, Argentina, Brasil y la India son los miembros más proteccionistas del G20, al menos desde el punto de vista tarifario. Y Australia, los EE.UU., Japón y Canadá, en cambio, los más abiertos.

El promedio de protección arancelaria de Corea del Sur es del 13,9%. El de Argentina, del 13,7%. El de Brasil del 13,5%. El de la India, del 13,4%. El de China, del 9,9%. Mientras el de la Unión Europea (siempre en promedio) es del 5,2%. El de los EEUU, del 3,5%. Y el de Australia del 2,5%.

Argentina protege entonces a sus productores con tarifas que son cinco veces más altas que las de Australia, país éste al que no parece haberle ido nada mal.

La protección tarifaria más alta de Corea del Sur tiene que ver con el capítulo de los productos agrícolas y es del 181%. Las de Argentina y Brasil, con el vestido, protegido con una tasa del 35%, en ambos países. La de la India, con el tabaco y las bebidas alcohólicas, con un arancel del 35%. Lo mismo que en Indonesia, cuya protección, en ese mismo rubro, es del 44,2%. La de China y México con los productos azucarados y las bebidas alcohólicas y el tabaco, con una protección de más del 23% en el primer caso y del 25% en el segundo.

La Unión Europea, por su parte, protege fundamentalmente a sus productores lecheros, con una elevada tasa promedio, del 35,4%. En Canadá sucede lo mismo, pero con un arancel promedio excluyente, nada menos que del 248%. Este es también el caso de Japón, cuya protección arancelaria a los productos lecheros es del 65,7% y a los cereales, del 32,2%.

Así nos identifican desde afuera. Y no sin sus razones de peso. Siempre es bueno saber cómo nos ven y cómo se ven nuestros pares del G-20 a sí mismos al tiempo de tratar de defender lo que creemos es lo que más nos conviene.