En la Argentina de las últimas décadas notamos una fuerte interacción de las variables que afectan la estabilidad financiera con el ciclo político electoral. Además de cuestiones propias de la economía, influyen, en mayor o menor medida, aspectos del manejo de variables sensibles por las autoridades políticas y expectativas de potenciales alteraciones en las reglas de funcionamiento derivadas de rebalanceos de poder. Este escenario, en general, termina siendo asimilable a un juego donde "(casi) todos pierden". Se manifiesta en pérdida de ingresos y pobres perspectivas para las personas, inflación recurrente, posible ruptura de contratos, entre otros. La situación contrasta con la de muchos otros países que, aun teniendo movimientos político-partidarios más notables que en Argentina, no muestran esos signos de debilitamiento en su economía. De la múltiple interacción posible nos concentramos en lo concerniente a los impactos cambiarios y en el costo de capital, ambos con sus ramificaciones. Se trata de dos manifestaciones particulares de indicadores que tienen significativo impacto sobre la economía real y lo social en dimensiones variadas. Enfrentados a este tipo de desafíos, numerosos países lo han diferenciado en forma clara: la competencia y ejecución de los roles de la autoridad económica y del Banco Central. Ello contribuyó a dar mayor estabilidad, pero también, en algunos casos, a contrarrestar potenciales efectos negativos de confusión y a evitar que existan incentivos que deriven en situaciones insostenibles o disruptivas. En todas las circunstancias, la armonía de funcionamiento, logrando equilibrios macro y microeconómicos, constituye una precondición. Ello abarca, entre otras acciones, al funcionamiento y disciplina en los manejos fiscales, la credibilidad y estabilidad de los contratos, explícitos o implícitos, y otros marcos normativos que mejoren el clima de inversiones. Una manifestación importante de la inestabilidad observada está en el frente cambiario. Repetidamente se escucha decir que a Argentina "le faltan dólares", aun cuando hay un historial de superávits comerciales externos, registrados o no en las cuentas nacionales. Ocurre que las salidas de capitales no solo drenan reservas, sino que también reducen los recursos disponibles localmente y así, disminuyen la demanda y la oferta de bienes y servicios. Pero, aun en el marco de políticas de tipo de cambio unificado, se aplicaron medidas que terminaron constituyendo mecanismos que desembocaron en apreciaciones insostenibles de la moneda local ("dólar barato"), justificadas inicialmente con el argumento de no disminuir los ingresos reales. Esas políticas terminaron en depreciaciones notables con consecuencias sobre los salarios reales y otras remuneraciones. Los intentos de prolongar estos procesos tuvieron como costo recurrir a alguna combinación de venta de reservas, aumento del endeudamiento externo o suba fuerte de las tasas de interés locales, entre otras decisiones. Aquí, se probaron, y se repiten, usos variados del instrumental arriba mencionado. Conocemos las consecuencias ulteriores. De ahí que instrumentar y preservar un manejo profesional y autónomo del Banco Central, cuya misión es resguardar la estabilidad financiera (precios), con responsabilidades que abarcan los temas monetarios, el funcionamiento del mercado cambiario y otros aspectos que apuntan a lograr estabilidad, constituye una de las condiciones necesarias para minimizar el riesgo de recaer en complicaciones. El costo del capital es un condicionante crítico de las decisiones de consumo e inversión. Es determinante encontrar un nivel de tasa y volúmenes de recursos, a través de la oferta de ahorros o saldos monetarios disponibles, que resulten compatibles con la demanda para su utilización en proyectos de inversión (competitivos, productivos y sostenibles) o en decisiones temporales de consumo (en las cuales hay implícito el repago de los recursos adelantados). El "riesgo país" es un factor usado para monitorear esas capacidades. En ese aspecto, Argentina muestra datos incómodos. Iniciamos el año con un registro de unos 600 pbs. y actualmente está rondando los 1000 pbs. El ordenamiento fiscal es condición necesaria pero no suficiente para reducirlo. Particularmente desde principios del 2º trimestre del año pesó sobre Argentina el manejo cambiario, que se instrumentó bajo la hipótesis de que el Tesoro generaría saldos monetarios que le permitirían atender las obligaciones en moneda extranjera y que el Banco Central acumularía reservas que contribuirían a fortalecer el peso y le permitirían actuar como moderador de fluctuaciones temporales en el mercado de divisas. Con posterioridad se efectuaron alteraciones en los manejos, incluyendo la imposición de regulaciones, que crearon interpretaciones variadas sobre las intenciones y formas del manejo de la política financiera. Ello generó dificultades para los participantes en el mercado y repercutió en la credibilidad del sistema. A esto se le agregaron interrogantes sobre la capacidad política de sostener los cambios y alcances vigentes en materia económica. En este sentido, se esperaría que, al distinguir los roles entre el Tesoro y el Banco Central, el primero actúe como parte integral del Ministerio cumpliendo con las definiciones del programa económico, incluyendo el manejo de deuda del sector público, la elaboración del presupuesto y el control de su ejecución.