Brasil ingresa en una nueva fase política pese a la continuidad de la Presidenta Dilma Rousseff. La victoria electoral incluyó insatisfechos y disconformitas y deja un resultado que pone en evidencia que el país mayoritariamente reclama un salto cualitativo a la modernidad. La división geográfica de la distribución de votos es una clara muestra como lo es también la primera reacción de la Bolsa de San Pablo. Consecuentemente, sería previsible un giro de timón del Palacio de Planalto a un horizonte en el que converjan muchos de los puntos enfatizados por la oposición, tanto de Aécio Neves como de Marina Silva. Eso podría implicar, entre otras cosas, un enfoque más pragmático en política exterior.

¿A dónde irá Brasilia?. Es probable que cambios macro económicos, presuntamente inminentes, den una primera respuesta. El perfil de los nuevos integrantes en Economía como en Itamaraty, sería otra señal. Las esperanzas del sector económico apuntan a que la recesión sea corta y que Brasil se abra con más determinación comercial al mundo globalizado. Esa alternativa ya estaba en los planes de Dilma Rousseff y los había adelantado en la última Cumbre del Mercosur.

Probablemente esa evolución tenga etapas. Una podría ser la puesta en marcha de un mecanismo de mayor aproximación del bloque subregional con la Alianza del Pacífico. Otra, concluir a la brevedad el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. La tendencia sería impulsar una mayor flexibilización de las normas internas del Mercosur y, en particular, las relaciones en términos de libre comercio con terceros estados sea en Asia o América del Norte.

La sintonía entre Brasilia y Washington podría también encaminarse a mayores coincidencias. No sería de extrañar que Dilma Rousseff en el 2015 visite el Salón Oval de la Casa Blanca.

Brasil, al igual que la Argentina, enfrenta el reto urgente de la modernidad que ofrece la globalización. Brasilia, pese a la recesión, se encuentra mejor ubicada al integrar el grupo selecto de las diez primeras economías del mundo. También por mantener un prestigio internacional intacto y una presencia global cada día más respetada. La Argentina, lamentablemente, no puede decir lo mismo.

Sin embargo, los cambios que se avecinan en Brasil podrían ayudar a la mayor claridad de las ideas para mirar el mundo con cristales más agudos y con mayor pragmatismo. Es probable que Brasil se encamine en esa dirección. Argentina, es de esperar, que sepa aprovechar esa circunstancia para salir de la apatía diplomática.