Casi dos años pasaron desde que, en octubre de 2011, Cristóbal López eligió el tradicional Coloquio de IDEA de Mar del Plata como el primer paso para blanquear su deseo por trascender más allá de las fronteras que lo ubican como un empresario del entorno K. No eran todavía épocas de valijeros, bóvedas o empresas fantasmas creadas en Panamá con dinero santacruceño cuando el dueño del Grupo Indalo buscaba mostrarse como un hombre de negocios con estilo, estrategias y objetivos muy diferentes a otros hombres también vinculados al mundo kirchnerista como Lázaro Báez y Rudy Ulloa. Como ambos, cultiva un estricto bajo perfil. Y los tres forman parte de ese empresariado surgido bajo el modelo kirchnerista, en donde también conviven los Eskenazi, los hermanos Cirigliano y Sergio Taselli, entre otros. Pero, López, se ha convertido casi en el único sobreviviente. El resto, por diferentes motivos, razones o circunstancias, ha caído en desgracia.

Para evitar la misma suerte en momentos en que los escándalos por corrupción salpican cada vez más al Gobierno, Cristóbal López es consciente de que debe redoblar su apuesta por trascender porque de lo contrario, corre riesgo de caer en la misma bolsa. De hecho, su nombre empieza a sonar entre quienes desde la oposición reclaman a la Justicia que se investigue a fondo la oscura ruta del dinero K.

Es en este contexto en el cual ha encarado una estrategia de negocios mas profesionallizada, buscando expandir su holding. Quienes lo acusan, aseguran que lo hizo gracias al amparo y la protección de los Kirchner.

Quienes lo defienden dicen que no tiene inversiones en bonos, ni dinero en negro para blanquear, ni apuesta al dólar. Y agregan que hoy está líquido y que su afán expansionista se basa en reinvertir siempre y en comprar empresas en el país.

Solo en los últimos tres años, gastó más de u$s 300 millones en la compra de empresas de sectores tan diversos como lácteos, petróleo, concesiones viales, medios de comunicación, finanzas y turismo. La fabricante de dulce de leche La Salamadra; 380 estaciones de servicio y una refinería de Petrobras; el grupo de medios de Daniel Hadad con C5N y Radio 10 a la cabeza; la concesionaria de las rutas 2 y 11; el banco Finansur y el hotel Los Notros pasaron a ser parte de su conglomerado.

Hoy controla un enorme pool de más de 30 sociedades que participan en rubros como juegos de azar; cría de caballos; tecnología; construcción y agro. Un imperio con presencia en Buenos Aires, Capital Federal, Santa Cruz, Santa Fe, Tierra del Fuego, Mendoza, Chubut, La Pampa, La Rioja y Misiones. En el mercado estiman que, sin sumar los ingresos por juegos de azar ni los de las sociedades que adquirió en los últimos meses, su conglomerado factura $ 12.000 millones anuales y da trabajo a 18.000 personas.

Y el anuncio de la creación de una nueva superestructura de alcance internacional para englobar sus activos energéticos es la segunda parte de su plan de blanqueo de imagen. Pero sabe que para lograr ese perfil más pulido precisa despegarse del blanqueo de capitales y necesita a la vez el auxilio financiero de bancos y fondos extranjeros. Por eso es consciente de que debe mostrar una imagen alejada de sospechas si quiere la ayuda de esos fondos en los mercados de capitales internacionales que le permitan respaldar ese deseo de trascender fronteras afuera.

En cierto modo, su presencia en aquel Coloquio de IDEA de hace dos años marcó el camino que ahora quiere coronar con la puesta en marcha de un nuevo holding con base en Nueva York, que cotizará en los mercados bursátiles norteamericanos y que agrupará sus negocios energéticos y petroleros. Un conglomerado que además le brindará el paraguas financiero a la operación de compra del 51% del capital de Petrobras Argentina S.A (PESA). Es decir, le permitirá vestir de legalidad y legitimar el origen del dinero con el cual piensa expandirse a otros países de la región como México y Colombia. El recurso de pedir prestado al sistema financiero internacional fue la respuesta a quienes piden a la Justicia que se investigue cómo hará para solventar la compra de los activos locales de Petrobras, operación valuada en una suma cercana a los u$s 1.000 millones.

De hecho, su mano derecha, Fabián De Souza, se cansa de sostener que su socio no tiene ninguna causa judicial que lo vincule con hechos de lavado de dinero o blanqueo de capitales. Sin embargo, el no andar recorriendo Tribunales para responder sobre el origen de sus fondos no alcanza para este hombre que supo forjar fuertes lazos con Néstor Kirchner y también con Cristina Fernández y que sabe que es fundamental cambiar su destino si quiere superar el resquemor y las sospechas que su imagen genera en la sociedad, y en especial entre el establishment local por su cercanía con el poder. Quiere dejar atrás estas historias sobre cómo construyó su emporio. Y quiere a la vez apostar a un commoditie como el petróleo para hacer crecer su holding. Es decir, dejar de ser considerado el zar del juego para incrementar los ingresos de su grupo de la mano del mundo de los hidrocarburos y no de las tragamonedas. Pretende que el petróleo le aporte el 40% de los ingresos a su grupo en cinco años. Hoy, representan el 35%, mientras que otro 50% está en el entretenimiento, que enmarca a sus casinos y salas de juego, y el 15% restante se distribuye en otras actividades, entre las que se encuentra la periodística, a partir de los canales y radios que le compró a Daniel Hadad y que superaron el filtro de la polémica Ley de Medios.

Su apuesta de cambio de look es al expertise de su área petrolera, teniendo en cuenta los precios de los hidrocarburos a nivel mundial. Es decir, Cristóbal López le pone unas fichas al negocio petrolero, a los mismos mercados de capitales extranjeros que el Gobierno desprecia y a construir una imagen de empresario independiente y sin ligaduras ni compromisos con el poder político para lograr blanquear una imagen que lo vincula a lo más negro de la era kirchnerista.