Del otro lado había unos 1400 inversores, en su mayoría extranjeros. No había pasado todavía una semana de la irrupción del escándalo Temer en un Brasil otra vez convulsionado a justo un año de la suspensión de Dilma. En la conference call del JPMorgan Henrique Meirelles, el ministro de Hacienda, hacía su mejor esfuerzo e insistía en que la reforma del sistema previsional, clave en el programa de mayor disciplina fiscal, podía verse demorada pero no comprometida.
Animal político con varias crisis a cuestas, Meirelles recordaba: En 2002 los temores sobre Lula provocaron mucho ruido en los mercados pero el rebote fue rápido ni bien se ratificó el rumbo en materia económica. En el 2005, durante el "mensalão", la agenda económica siguió en pie pese al escándalo político.
Pero más allá de los esfuerzos del viejo banquero central, y de la relativa estabilización del mercado que sobrevino tras los primeros días de furia, los inversores todavía se preguntan qué tanto daño puede inflingir esta nueva crisis política a una economía que apenas estaba levantando cabeza.
Casi nadie augura hoy un real a 4 por dólar nuevamente ni un fin anticipado del ciclo de baja de tasas que viene dando soporte a esa incipiente recuperación. Pero el recuerdo todavía está fresco. Entre fines del 2013 y fines del 2015, durante el proceso turbulento que culminó en el juicio político de Dilma, la moneda perdió un 40% de su valor y pasó de 2,35 por dólar a 3,95 por dólar, si bien llegó a derrumbarse hasta 4,25.
Claro que el mercado pronto entendió que lo mejor era sacar a Dilma de escena y el proceso que llevó a su suspensión primero y su destitución después estuvo acompañado por una curiosa euforia bursátil. Entre enero y agosto de 2016 (cuando concluyó el impeachment), el real se disparó 26%, la mejor performance a nivel mundial, y el Bovespa recuperó 54% desde los mínimos de inicios de año.
Pero el affaire Temer volvió a enturbiar el clima cuando la economía arrancaba. La inflación cayó en mayo a 3,77% anual, un mínimo en casi 10 años, después de haberse acercado al 11% en enero de 2016. Esto habilitó al Banco Central a iniciar un ciclo de alivio monetario que ya llevó la tasa de referencia (Selic) del 14,25% al 11,25%, insuflando algo de aire a la economía. Hoy, la entidad deberá decidir si adapta el ritmo de ajustes al nuevo escenario (el real llegó a depreciarse 8%, si bien recuperó algo de valor).
Y mañana, Brasil difundirá el crecimiento del primer trimestre, con una expansión prevista del 0,9% respecto del trimestre anterior, la primera en dos años. Pero como ya apuntan los medios locales, será un "falso positivo". En este contexto de agitación política, ese repunte será difícil de mantener. Por ahora, el mercado maneja un pronóstico de crecimiento pálido pero crecimiento al fin de 0,5% para 2017. Brasil se contrajo 3,8% en 2015 y 3,6% en 2016, algo no visto desde los años 30.
Pero hoy existe cierto consenso, no obstante, en cuanto a que Brasil está mejor parado para evitar una brusca y penosa recaída que en el pasado reciente. Por empezar, el riesgo país se ubica en 270 puntos, la mitad de los 569 de febrero de 2016.
La balanza de pagos está en mejor estado, con un déficit de cuenta corriente del 1,1% del PBI en los últimos doce meses (lejos del 4,15% cuando el real estaba a 4,25) y es financiado por inversiones directas que alcanzaron el 4,6% del PBI en ese período. Y el banco central tiene un enorme poder de fuego. Más allá de los u$s 370.000 millones de reservas, equivalentes al 20% PBI, el stock de swaps cambiarios (que es la herramienta de intervención que prefiere Brasil y supone una venta de dólar a futuro) se redujo de u$s 108.000 a u$s 22.000 millones, lo que da amplio margen de actuación. Sólo entre el 18 y el 23 mayo inyectó u$s 10.000 millones para estabilizar la cotización (hoy en 3,26 por dólar).
Así lo marca por ejemplo el banco UBS: "Creemos que los fundamentals macro, la credibilidad del banco central y las herramientas como los swaps así como un posicionamiento bajo de extranjeros va a atenuar esta vez el impacto del shock en relación a lo que ocurrió en 2015".
En el Deutsche entienden que "el real se recuperó hasta un nivel consistente con una transición no traumática a un nuevo gobierno pro-reformas. Si esto ocurre, la moneda puede fortalecerse hasta niveles de 3,20 o bien mantenerse en un rango de 3,22-3,35. Si Temer permanece en el poder por un tiempo, que es lo más probable, el dólar puede llegar a 3,60, si bien el hecho de que las cuentas externas están en buen estado y el banco central tiene amplio margen para intervenir limita el alcance de un sell-off en el corto plazo".
Goldman coincide: "Más allá de que el real esté más depreciado en lo inmediato, las autoridades están en condiciones de anclarlo a través de sus intervenciones. Además, la rápida reacción del banco central neutralizó el riesgo de un ataque especulativo así como la posibilidad de que la entidad tuviera que validar un shock de tasas para frenar la devaluación del real y anclar la cuenta de capital".
En la Fundación Getulio Vargas revisaron sus escenarios para el real y hoy prevén un nivel de 3,51 por dólar para fines de 2017 en lugar de 3,22, mientras que terminaría el 2018 a 3,60 y no a 3,32. Sólo en su escenario pesimista, la moneda llega a fin de este año a 3,70 y del que viene a 3,79.
En cuanto a la evolución de las tasas, es precisamente esta depreciación más bien moderada de la moneda la que permitiría sostener el estímulo monetario aunque con menos ímpetu.
"Asumiendo que el real no se deprecia de una manera sustancial, un nivel de inflación muy baja y un crecimiento apático todavía pueden permitir al banco central recortar las tasas, si bien el margen para ajustes de 125 puntos se estrechó", opina el Deutsche. El mercado ya descartó esa posibilidad que barajaba antes del escándalo y espera que hoy se mantenga el ritmo de un punto porcentual hasta 10,25%.
Para Goldman, "dada la expectativa de una política fiscal más laxa en el mediano plazo y riesgo latentes para la moneda y potencialmente también para la cuenta de capital, el banco central puede verse obligado a una política más restrictiva. Esperábamos que la Selic termine el año en 8,5% pero hoy creemos que se ubicará entre 9% y 10%".
Por supuesto que el impacto estará supeditado a qué tanto se prolongue esta nueva agonía política. Y en materia económica, dependerá de la suerte que corra la reforma del sistema previsional, en el corazón de la promesa oficial de un ordenamiento fiscal. La reforma hubiera eliminado el déficit para el 2025 pero la propuesta inicial ya fue diluida en un 40%. Si la reforma quedara completamente fuera de agenda, la deuda nacional llegará al 100% del PBI para el 2024 (hoy en 70%).
Si resulta ser como le aseguraba Meirelles a los inversores y los políticos entienden que las reformas están por encima de las disputas partidarias un mensaje que ayer transmitió Temer en l Brazil Investment Forum, Brasil quizás lo logre. Y pueda, para alivio de la Argentina, preservar el brote verde de las peores mañas de la política.