"¿Quién se ha llevado mi queso?" es un clásico de las escuelas de negocios, con vigencia renovada en tiempos de cambio como los actuales en Argentina y el mundo. Su autor, Spencer Johnson (1938-2017), médico y psicólogo, usa cuatro personajes -dos ratones y dos liliputienses- para representar las distintas formas en que enfrentamos las decisiones y el cambio: Fisgón, siempre alerta; Escurridizo, rápido para actuar; Hem, que resiste por miedo; y Haw, que se adapta al entender que el cambio puede ser positivo.

La historia transcurre en un laberinto, metáfora del mundo real, donde los cuatro personajes buscan cada día su "queso", símbolo de lo que anhelamos en la vida: familia, trabajo, salud, relaciones, felicidad o negocios. En esta columna, el "queso" representa los negocios del agro argentino, aunque la metáfora puede aplicarse a cualquier sector de la economía nacional.

Al principio, todo transcurre sin problemas: los ratones, Fisgón y Escurridizo, y los liliputienses, Hem y Haw, van cada día a un lugar del laberinto donde encuentran todo el queso que necesitan. Pero cuando el queso se acaba, surgen los problemas. Los ratones, más simples, detectaron el cambio temprano; los liliputienses, más reflexivos, solo lo notaron cuando ya no quedaba queso.

Hoy, los cambios que impactan en el agro -tanto por factores "foráneos" como locales- están moviendo el "queso" de lugar. En este escenario, es posible trazar un paralelismo entre los cuatro personajes del cuento y las distintas cadenas de valor del agro en la Argentina.

Fisgón es el personaje que detecta el cambio con rapidez. En el agro argentino, podría representar a quienes están atentos a las señales del mercado: cambios en la demanda, incorporación de nuevas tecnologías, transformación de los marcos regulatorios. Escurridizo, en cambio, actúa sin demora cuando nota que el queso ha desaparecido. Su rapidez de respuesta le permite adaptarse y mantenerse competitivo. En términos de la teoría de la innovación, podríamos decir que Fisgón encarna a los innovadores, mientras que Escurridizo se asemeja a los adoptantes tempranos.

¿Y qué ocurre con los liliputienses cuando el queso se termina?

Hem, el personaje que se resiste al cambio, representa a quienes se aferran a lo conocido y temen lo nuevo. En el sector agropecuario, esto se refleja en actores que se niegan a incorporar nuevas prácticas, tecnologías o adaptaciones a los cambios en los hábitos de consumo. Esa resistencia puede llevar a la obsolescencia y a la pérdida de oportunidades en un mercado que no deja de transformarse.

La evidencia empírica muestra que hay muchos "Hems" distribuidos a lo largo de todas las funciones de las cadenas de valor: desde la provisión de insumos y tecnología, pasando por la producción y la industrialización, hasta la comercialización y otras actividades conexas. El riesgo de resistirse al cambio es, en definitiva, quedarse sin "queso" o, en términos de esta columna, quedarse sin negocios. Así es como algunas empresas terminan atrapadas en modelos de negocio que han quedado viejos, ignorando señales claras de que la innovación ya no es una opción, sino una necesidad.

Haw es el personaje que, a diferencia de Hem, logra adaptarse. Vence sus inseguridades y miedos, y empieza a actuar. Al principio lo hace sin certezas, asumiendo riesgos, pero con una visión clara: encontrar el "nuevo queso". Es quien, al tomar conciencia de que el queso anterior se agotó, se anima a recorrer nuevamente el laberinto en busca de nuevas oportunidades.

En el agro argentino, Haw representa a los actores que, aunque inicialmente dudan, finalmente se abren a la innovación. Ese cambio de mentalidad les permite prosperar en un entorno dinámico, gracias a la transformación de sus modelos de negocio. Este personaje simboliza a organizaciones que, aun enfrentando dificultades, reconocen la necesidad de evolucionar. Tras un periodo de reflexión, se animan a explorar, a reinventarse.

Y sobre esto último, hay algo alentador: en todas las provincias del país están "floreciendo" -como margaritas- casos de empresas agroindustriales que logran alinearse con los nuevos tiempos, con modelos en sintonía con los cambios del entorno.

La reflexión que propone este libro es sencilla, pero profunda: frente a los cambios que están ocurriendo, ¿cuál es nuestra actitud? Queda en cada lector detenerse a pensar en los movimientos del entorno y preguntarse con cuál de los cuatro personajes se siente identificado.

En el caso del agro argentino -responsable de tres de cada cinco dólares que ingresan al país- este ejercicio no es solo útil, sino urgente. ¿Estamos entendiendo los cambios? ¿Estamos preparados para adaptarnos a ellos?

La invitación es clara: animarnos a recorrer el laberinto en busca de nuevos quesos.