Es extraño el juego de roles que el presidente Alberto Fernández practica con su ministro de Economía. Hacia afuera, Martín Guzmán defiende a capa y espada la dura propuesta que le hizo a los tenedores de deuda en dólares. Su eslogan de "no podemos pagar más deuda" era de alguna manera previsible, pero quienes están enfrente saben que la Argentina no tiene capacidad de financiar su crecimiento, con lo cual creen que en algún momento deberán llegar a un punto de acuerdo, cuya definición estará en manos del primer mandatario. Para la negociación, a Guzmán le tocó ser el policía malo. Pero es plenamente consciente –al igual que Alberto- que el escenario de default es el peor de todos.
En el frente interno, los roles están invertidos. Guzmán no retaceó asistencia al sector privado afectado por la cuarentena (más allá del sesgo ideológico inicial de que era mejor salvar primero a las pymes, hasta que entendieron que incluir en el salvataje a las grandes era evitar que su caída arrastre a las chicas). El Presidente, sin embargo, no pierde oportunidad de acicatear a los empresarios cuando siente que violan el "distanciamiento político" que deben tener en estos tiempos. Fue duro con el grupo Techint hace unas semanas, y replicó con innecesaria crudeza el pedido de una entidad empresaria preocupada por la monumental contracción que está sufriendo la economía.
"Salir de la cuarentena ya es llevar a la muerte a miles de argentinos", señaló Fernández. La Asociación Empresaria Argentina (AEA) reconoció el esfuerzo hecho por el Gobierno para evitar la propagación del virus y lo que reclamó es una vuelta ordenada al trabajo y a la producción. No hubo alusiones a dejar de lado las medidas preventivas, sino todo lo contrario.
La realidad es que ni Guzmán es un académico obstinado ni Fernández un sanitarista enamorado de la cuarentena. De hecho, en la intimidad de Olivos, el titular de Economía le pintó a su jefe un panorama bastante oscuro sobre qué pasaría en la economía si la actividad sigue como hasta ahora. Guzmán proyectó números rojos en la recaudación e incluso advirtió que el nivel de emisión monetaria al que está recurriendo el BCRA para asistir al Tesoro no puede sostenerse más allá de julio. No hace falta ser monetarista para entender que tantos pesos sueltos en la calle pueden crear un riesgo mayor que el mal que buscan curar.
Por esa razón lo que medita el Ejecutivo es qué riesgos permite tomar el actual nivel de contagios. La segmentación geográfica es un avance pero insuficiente por ahora, porque la actividad productiva está concentrada en la región metropolitana. El nudo gordiano sigue siendo el transporte público. En esa dirección se camina. Si este juego de roles tuviera nombre, sería "Atiende lo que yo hago, no lo que yo digo".