

Cada vez es más común que en muchas familias se repita la misma escena: adultos de entre 30 y 40 años que se comportan como si la adolescencia nunca hubiera terminado. Los compromisos se postergan y las relaciones se deterioran. La cultura digital incluso tiende a romantizar estas actitudes, aunque en la intimidad el impacto suele ser profundo.
Psicólogos y terapeutas denominan a este comportamiento síndrome de Peter Pan, un cuadro que refleja la resistencia a asumir las responsabilidades propias de la adultez. Este tipo de clasificaciones no solo permiten entender mejor ciertos patrones, sino que también abren la puerta a tratarlos de manera adecuada.
Identificarlo a tiempo es clave. Familias y parejas suelen reconocerlo en gestos cotidianos: choques con la autoridad, baja tolerancia a la frustración y promesas incumplidas. A simple vista puede parecer inmadurez , pero detrás suele haber una dinámica más compleja que requiere análisis y acompañamiento profesional.
¿Qué es el síndrome de Peter Pan, según la psicología?
El Síndrome de Peter Pan no es un diagnóstico oficial; es un término de la psicología popular que describe a adultos, sobre todo varones, con marcada inmadurez emocional, laboral y vincular, y evasión de responsabilidades. Lo introdujo en 1983 el psicólogo estadounidense Dan Kiley. No figura en manuales como el DSM-5 ni en la lista de la OMS.

De acuerdo con el portal El Tiempo, los rasgos más visibles en esta patología son:
- Parálisis para expresar sentimientos.
- Procrastinación.
- Dificultades para formar lazos genuinos.
- Pensamiento mágico que elude las consecuencias.
- Conflictos con las figuras parentales.
También puede aparecer una traba sexual ligada a la inmadurez afectiva. En su libro, The Peter Pan Syndrome: Men who have never grown up, Kiley enfatizó: "No pone en riesgo la vida, así que no es una enfermedad. Pero sí amenaza la salud mental".
¿Por qué afecta más a los hombres?
Aunque hay casos en mujeres, los expertos señalan que afecta más a hombres por razones culturales. En muchas sociedades se tolera más que ellos "tarden" en asumir roles adultos, mientras a ellas se les exige madurez y cuidado de otros desde antes. Ese doble estándar alimenta la prolongación de la adolescencia y normaliza la evasión del compromiso.
A eso se suman estilos de crianza con sobreprotección materna, figuras paternas ausentes o muy autoritarias y, en algunos casos, infancias con negligencia emocional. Ese cóctel empuja a usar la evasión como defensa para no enfrentar el dolor del crecimiento.

¿Cómo tratar eficazmente este problema?
La etiqueta no convierte este síndrome en enfermedad, pero sí nombra comportamientos que impactan la vida diaria. Reconocer el patrón, hablar con la pareja y asumir responsabilidades concretas ayuda a frenar la rueda. Los especialistas citados recuerdan que entender el origen y pedir orientación psicológica cuando haga falta abre la puerta a vínculos más sanos y a una autonomía real en la adultez.










