En esta noticia

China ha sacudido el tablero geopolítico con la presentación de su "asesino de portaaviones": el misil hipersónico DF-100. La maniobra provocó preocupación en Japón y Taiwán, que acusan a Pekín de una clara intención expansionista.

El gigante asiático busca reforzar su influencia y marcarle los límites a la presencia de Estados Unidos en la región. Las tensiones militares y políticas crecen mientras ambos bloques miden sus fuerzas.

Pekín busca establecer un escenario de presión para Washington y su flota en la zona. Las implicaciones de su alcance y precisión podrían cambiar el equilibrio estratégico regional.

Las impresionantes capacidades y alcance del DF-100

El DF-100 es más que un misil hipersónico: sus capacidades permiten incluso atacar objetivos más allá de la segunda cadena de islas, ampliando el rango de influencia militar china. Además, su velocidad y trayectoria hacen que su detección sea extremadamente difícil. En un enfrentamiento, el tiempo de respuesta sería mínimo.

Su diseño de plataforma dual ofrece una flexibilidad operativa crucial: puede ser lanzado desde vehículos todoterreno o desde bombarderos H-6N. Con un radio de acción estimado en 6.000 kilómetros, puede cubrir grandes áreas del Pacífico sin necesidad de reposicionarse.

Al viajar a velocidad Mach 4, este misil es capaz de impactar en apenas 40 minutos desde su lanzamiento. Su precisión y capacidad de penetración lo convierten en un reto para cualquier sistema de defensa.

Un arma de tecnología y ventajas operativas

Este misil cuenta también con una ojiva cónica optimizada para penetrar defensas a velocidades supersónicas, complementada por grandes aletas traseras que le otorgan maniobrabilidad excepcional. Sus alas tipo strike mejoran la estabilidad, permitiéndole mantener trayectorias controladas en vuelos prolongados.

Esta configuración le da ventaja en escenarios de combate real, donde las maniobras evasivas pueden marcar la diferencia. La ingeniería detrás de este misil apunta a superar las limitaciones de otros sistemas conocidos.

En su interior, la propulsión se compone de tres fases: un cohete sólido para el arranque, un estatorreactor supersónico que sostiene el vuelo en la estratosfera y un propulsor de gran altitud para la etapa final. El guiado incluye navegación inercial, comparación de terreno, imágenes y posicionamiento satelital, garantizando una precisión de pocos metros.