En el siglo XVII, los Países Bajos estuvieron a punto de convertir el noreste de Brasil en una potencia económica global. La colonia holandesa en Pernambuco, epicentro del comercio de azúcar, fue una joya perdida por errores financieros, enfermedades y rebeliones internas.
El 14 de febrero de 1630, una flota de aproximadamente 60 navíos de guerra de las Provincias Unidas (actual Países Bajos) llegó a la costa brasileña de Pernambuco.
Su objetivo: arrebatar este codiciado territorio a los portugueses, por entonces bajo dominio del rey español Felipe IV. La toma de Olinda y, especialmente, del puerto de Recife marcó el inicio del llamado Brasil holandés, una ambiciosa colonia que duraría 24 años y podría haber transformado a Países Bajos en una superpotencia americana.
Pernambuco: la joya del comercio de azúcar en el siglo XVII
Durante esa época, Pernambuco era la región más rica de América, líder en la producción de azúcar, el llamado "oro blanco" que impulsaba la economía global. El control de este territorio permitía acceder no solo a este producto, sino también al lucrativo comercio de esclavos africanos, tabaco, especias y madera brasileña.
La conquista de los holandeses fue estratégica: debilitaba a la monarquía española mientras fortalecía a la Compañía de las Indias Occidentales, la gran herramienta comercial de Países Bajos.
La utopía de Johan Maurits de Nassau en Recife
Entre 1637 y 1644, bajo el gobierno del noble alemán Johan Maurits van Nassau, Recife vivió un auge cultural, científico y arquitectónico sin precedentes. Se construyeron palacios, se promovió la tolerancia religiosa y florecieron las artes y las ciencias. Sin embargo, tras su partida, todo comenzó a desmoronarse.
Enfermedades, deudas y rebeliones: el declive holandés
Los años posteriores estuvieron marcados por el hambre, las enfermedades como el escorbuto y la sífilis, y la creciente presión militar de los portugueses.
Además, una crisis económica en Ámsterdam desplomó los precios del azúcar, provocando la quiebra de comerciantes y una ola de exigencias de pago a los colonos brasileños endeudados con la compañía holandesa.
Este colapso financiero llevó a los locales a rebelarse: hostigaron a las fuerzas holandesas y recuperaron el control de la región. En 1645, los Países Bajos perdieron definitivamente su dominio sobre Pernambuco.
De Brasil al Caribe: el nuevo destino colonial holandés
Tras su derrota, los holandeses no abandonaron su ambición en América. Se desplazaron hacia otras zonas estratégicas como Surinam, el Esequibo y Bélice, donde continuaron con sus explotaciones de azúcar en condiciones similares.
Aunque nunca lograron replicar el esplendor de Pernambuco, estas colonias fueron clave para su imperio comercial en el Caribe.