“Encuentro su propuesta fascinante, quisiera tener una de sus maquetas en mi oficina para verla y maravillarme todo el tiempo con ella”, le contestó Ray Bradbury a Gyula Kosice cuando el artista plástico le envió al escritor un ejemplar de su publicación “La Ciudad Hidroespacial”, un proyecto nacido en 1944 y diseñado para que la humanidad viva a mil quinientos metros de altura en ciudades concebidas para tal fin.
Entendemos ahora, con un ejemplar en nuestras manos de “La Ciudad Hidroespacial”, novedad editorial de Akian Editora el porqué de aquella fascinación de Bradbury. Es que además de los diseños arquitectónicos y la idea inicial, los concepto que despliega Kosice están refrendados por la opinión de ingenieros y astrofísicos que coinciden en la factibilidad del proyecto y lo colocan lejos de lo meramenente utópico.
Apelando al agua como fuente de energía, pero también como material fluído, metáfora de las transformaciones y el devenir, la ciudad se constituyó en un espacio exploratorio capaz de albergar, y aun proponer, una actividades sin parangón en el mundo que estamos acostumbrados.
La Ciudad Hidroespacial propone lugares, no espacios. En una época donde la arquitectura se orienta a la estandarización de la unidad habitacional y con ella a la de las actividades que se desarrollan en su interior, Gyula Kosice compernde la necesidad de un giro radical, de un movimiento que no se dirige a unicamente a repensar el diseño de senderon y edificios, sino a transformar las formas de habitar y el destino del conjunto social.