Estrella mediática, actor de cine, cronista impostergable y personaje de comic. La vida del escritor mexicano Carlos Monsiváis (1938-2010) navegó por diferentes pliegues dentro de un cuerpo pequeño, curioso y festivo, que observaba e interpelaba al mundo detrás de un par de anteojos de vidrios redondos.

La antología global, Los ídolos a nado (Debate), realizada por el novelista Jordi Soler con la venia del autor, ofrece perfiles de las glorias históricas del cine mexicano (Cantinflas, María Félix, Dolores del Río), una mirada por el mundo popular (burdeles, canciones, la cultura de la noche, "los antros del saber", dirá Monsiváis) y la política vernácula. Son relatos siempre eruditos, plagados de datos y citas, con humor y calle, escritos en una zona gris donde confluyen el periodismo, la literatura y el ensayo.

Monsiváis no era un intelectual de biblioteca, oculto y alejado de las pasiones populares. Era reconocido por los taxistas, mal citado en programas de TV y convocado a menudo por los medios de comunicación para dar cuenta de la realidad mexicana.

"En El Metro la solidaridad es un requisito de la sobrevivencia. Cada día hay más gente que se integra en la marea de los objetos prensados y prensables que antes de entrar al vagón fueron cuerpos", señala en ‘Sobre el Metro las coronas‘, un texto que cuenta el martirio que es viajar en el subte mexicano.

Autor de frases memorables, - "llego tarde porque pensé que ustedes eran impuntuales", "somos tantos en Ciudad de México que el pensamiento más excéntrico es compartido por millones"-, en la autobiografía que escribió en 1966 dijo que quería ser una mezcla de "Albert Camus y Ringo Starr".

La presente obra también trae un texto sobre la figura del pintor David Siqueiros, una crónica que aborda la historia del EZLN y su irrupción en el DF y un ensayo sobre la cultura latinoamericana, tres historias que tal vez las escribió en su casa del Barrio Portales mientras le caminaban sus gatos por el escritorio atiborrado de papeles.