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"Los argentinos somos campeones del mundo en poner excusas". Quien pronuncia esta versión actualizada de la célebre frase "argentinos, a las cosas", que el filósofo español José Ortega y Gasset dijo hace más de 80 años es Santiago Gómez Cora, licenciado en Administración de Empresas, exjugador de rugby y desde hace 13 años head coach de los Pumas 7, el seleccionado de la modalidad seven de rugby que se coronó campeón del circuito mundial en los últimos dos años.

Las excusas, agrega, son solo una justificación para no aceptar que no se dedicó el tiempo suficiente para alcanzar un objetivo. Sus palabras cobran más fuerza si se tiene en cuenta que antes de su llegada al puesto, la Argentina solo había ganado una vez el Seven de los Estados Unidos -una de las etapas del circuito-, con Gómez Cora como jugador.

Cuando en 2012 decidió aceptar la propuesta de la Unión Argentina de Rugby (UAR) de ser entrenador del seven, Gómez Cora no tenía muy claro qué debía hacer. Al principio suponía que un buen grupo de jugadores y un plan de juego eran suficientes para conseguir los objetivos. Sin embargo, pasaban los años y los resultados no llegaban. Ahí fue que se dio cuenta de que se necesitaba algo más.

El clic definitivo llegó en 2015. Con la Argentina clasificada para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, vio que tenía que hacer algo distinto. No servía de nada ponerse excusas. Si no se lograban los objetivos, había que analizar por qué.

Cambio de enfoque

"Pasamos de un enfoque cualitativo, muy común en el deporte, a uno cuantitativo. Me di cuenta de que no importaba tanto el talento del jugador, sino cuántas veces durante un partido hacía las cosas de manera correcta. Decidí empezar a trabajar con el concepto de kaizen, de mejora continua. El objetivo nunca fue ganar, sino ser mejores", dice.

A partir de allí comenzó un proceso largo. Se trabajó para encontrar jugadores con las características que el deporte demandaba, que tuvieran 1,85 metros de altura y pudieran correr a 36 km/h. Esa fue solo la base a partir de la cual se debía hacer las cosas un poco mejor cada día.

"Fue como sembrar bambú. Cuando uno decide cultivarlo va a pasar siete años de trabajo sin ver ningún resultado. Pero si se hicieron las cosas bien, un día brotan y a los seis meses ya tienen 30 metros de alto", agrega.

-Van dos años seguidos en los que la Argentina sale campeona del circuito mundial de seven, ¿qué hay detrás de este éxito?

-Lo que hay es un proyecto. Hay un proceso, hay mucho trabajo, hay disciplina. Son todas palabras que sirven para llevar adelante una idea y lograr un objetivo. Hoy estamos viendo salir de tierra, ese bambú después de muchos años. Esto empezó más que nada en 2015. Antes de eso creía que un buen grupo de jugadores y un buen plan fuera suficiente para lograr objetivos. Pero, después, cuando los resultados no se daban, me di cuenta de que no ganar no es un fracaso ni está mal. Sí es un llamado de atención para ver qué podemos corregir. Yo hablo del líder como alguien que convence o que da un propósito y no alguien que motiva. Yo no creo en ese líder que motiva que da arengas, que es tan tradicional del deporte. La motivación es de corto plazo y yo quiero pensar en el largo plazo y el proceso. En 2016 empezamos a buscar buenas personas, obviamente también jugadores con determinadas características que necesitábamos. Pero queríamos formar un buen grupo humano y mediante trabajo y disciplina, con un propósito, llevarlos a lograr objetivos superadores. No quería quedarme con la victoria con un hito en la historia, sino con un proceso. Queremos marcar una era, tener un sueño y transformarlo en un objetivo.

-Hoy son el equipo a vencer. ¿Qué significa ese cambio para vos como entrenador y para para los jugadores?

-Para mí era mi motor, mi propósito. Lo que buscaba para este equipo, hacer de la Argentina una potencia mundial. Yo soy hincha de Banfield, de Lomas Athletic y jugaba en Pumas 7, ninguna de las tres me regalaba nada. O sea, yo tenía charlas con mi papá y le decía decía: ‘Me hubieses hecho hincha de River o haber jugado en un club distinto para levantar copas o festejar títulos"...

-Nunca una alegría...

-Nunca. Uno no puede cambiar de pasión, pero puede involucrarse y tratar de cambiarlas. En los deportes de equipo es complejo, pero es lo más atrayente. Obviamente, un jugador no puede cambiar la realidad de un club. Mi abuelo fue presidente y vicepresidente de Banfield en la época del campeón moral del 51. Recién en 2009 pudimos festejar un título. Cuando me ofrecieron representar a Pumas 7 en principio dije que no. Yo ya había jugado 10 años y había estado mucho tiempo ahí. Pero me ofrecieron ser el primer entrenador en llevar a la Argentina a un Juego Olímpico. Ahí vi algo superador. No era ir a una etapa más del circuito y eso me motivó. Y después había que ver con qué se podía superar eso y por qué seguir adelante. Muchos me dicen que qué bueno es viajar por el mundo, pero yo hace 25 años me quiero matar. Pasamos 200 días fuera de la Argentina. Prefiero ir a donar sangre que ir a Hong Kong. No lo repito mucho por mis amigos. Es muy lindo París Londres o Hong Kong, pero prefiero jugar acá en Guernica. Yo sabía que no iba a estar en este cargo por un salario, sino por algo más. Y como me hizo efecto a mí, después busqué lo mismo en los chicos. Para mí era el propósito de superar un objetivo. Tener un propósito es tener un motor. Yo hablo de propósito y de sentido de pasión. Tener un propósito para darle sentido a tu pasión, esa es mi forma de trabajar. Yo no toleraba ver que estuviéramos abajo en el ranking. La Argentina es campeón mundial en excusas. Que triplicamos en horas viaje a los demás, que tenemos menos presupuesto, que el peso, que el país, ¿viste cómo está? Tenemos 1000 excusas, pero para eso me quedo en mi casa. Yo quería venir a hacer un cambio real. Ir a buscar a los que tienen esos sueños, a los que llaman locos, pero, después, cuando cumplen los sueños son genios. No me considero ni un loco ni un genio, pero sí soy una persona convencida de lo que buscaba. Creo que hoy logramos eso. Desde hace 4 años cuando la Argentina entra a la cancha y todos esperan algo del equipo. Los hinchas y los rivales.

Buscar la vuelta

-¿El punto de quiebre fue la medalla de bronce en los Juegos de Tokio?

-Yo creo que fue antes en el Sudamericano de Lima en 2019. En 2015, siendo el mejor equipo del torneo habíamos perdido la final. A partir de ahí fue el cambio. Yo no me abrazo a las derrotas. En el momento no las entiendo y me pregunto por qué pasan. Pero después trato de buscarle la vuelta y superarlas. Ahí es donde cambiamos mucho la forma de trabajar. No necesitamos mejores jugadores, ni el mejor plan de jugador. Necesitamos convencer a un grupo de personas para llevar a Argentina a lo que está haciendo ahora. Y creo que ganar en Lima nos dio confianza. Vimos que hacíamos las cosas bien se lograban estas alegrías, cantar el himno (N. de la R.: en el circuito de seven solo se tocan los himnos nacionales en la final), estar en un podio en lo más alto. Después, Tokio fue reconfirmar lo que habíamos logrado, pero esta vez a nivel mundial. A partir de ahí fuimos rompiendo barreras regionales, mundiales y después el circuito, con la victoria en Vancouver en 2022. Todos esos pequeños hitos marcaron la era que está atravesando este equipo.

-¿Cómo se hace para mantener el alto rendimiento y las ganas de seguir ganando en gente que, por ahí, siente que ya ganó todo?

-Cuando empezamos esto nuestra idea era buscar buenas personas pensando en el largo plazo, pero no por los resultados ni el éxito, sino por la convivencia que íbamos a tener. Pasamos más de 200 días fuera de casa. Somos como una familia. Yo creo en tres tipos de relaciones, la familiar donde uno se expresa libremente, la de amigos donde hay un filtro, pero uno que es bastante abierto y directo, y la relación laboral donde hay mucha más distancia. Había que romper esos filtros con respeto y generar canales seguros donde uno le pueda decir a un compañero lo que le molesta y trabajar para mejorarlo. Eso hicimos en el equipo. Pero después llegó el año pasado y apareció el ego. Lo conocimos por primera vez. Se presentó y dijo; "Hola, buen día, aquí estoy". Imaginate que no íbamos a conocer el ego en 2016. Ni se nos ocurría tratarlo y en mi caso era algo que nunca me había atravesado. Te dije: Banfield, Lomas, Pumas 7, No lo conocía, no sabía cómo era. Pero un día se presenta y aparece el amigo del campeón. Eso nos golpeó bastante, pero lo trabajamos y lo superamos. Así como trabajamos en el pase, lo hacemos también en las emociones y el manejo del ego. Por ahí lo podría haber prevenido, pero yo no lo conocí nunca en mi vida. Hoy me preguntan cómo mantengo motivados a los jugadores. No lo hago, yo nunca hablé de motivar. Yo creo que el liderazgo pasa por convencer. Antes el liderazgo se lograba con conocimiento. Hoy el diferencial no es ese, sino cómo lográs una transformación con esa información y el poder de llegada a las personas, el poder convencer a alguien. Yo puedo tener toda la información del mundo, pero si yo no logro trasladarla ¿para qué sirve? Si yo sé 100 y traslado 10 los demás solo van a saber 10.

Zach Franzen

-¿Y cómo la trasladás?

-Con paciencia. Nosotros llamamos a este equipo ‘la máquina de cumplir sueños'. Estamos en este lugar para realizarnos como personas. Nos gusta sacar lo mejor de cada persona para inspirarlos a lograr sus objetivos, ya sea andar en skate, viajar por el mundo o formar una familia. La motivación es cortoplacista. La Argentina está acostumbrada al Diego, a la arenga, al ‘vamos con todo'. Yo tengo diez mundiales por año y si todos los días les digo a los chicos: ‘Vamos que es este', en un momento se acaba. Eso es lo complejo del seven. En Juegos Olímpicos y en el circuito son los mismos equipos. Hay que encontrar algo que supere a la arenga o a la motivación. Y eso, para mí es tener un propósito que le da sentido a tu pasión. No hay dudas ahí. Tenés que saber qué te mueve. Esa máquina de cumplir los sueños de la que hablamos, normalmente, se mueve dentro del rugby, pero no necesariamente es así. Y hay que entenderlo y convivir con esas personas. Uno de los chicos dijo que su sueño era llevar a sus padres a Europa. Ese fue el primero que cumplimos como grupo, porque todos tenemos millas. Para otro su sueño era tener su casa. No quiere decir que se la vamos a regalar o comprar, pero le vamos a dar las herramientas para resolverlo. Los acompañamos en su proceso mientras llevamos a la Argentina a otro lugar. Tener un propósito le da sentido a todo esto. Y es fácil. Justo estamos con la camiseta más linda del mundo, representás a tu país, a tu club, a tu familia. Cada uno tiene un propósito eso lo va a hacer mejorar. Nosotros nunca hablamos de ganar, siempre hablamos de acciones, de ser mejores cada día, que es el método kaizen. Cómo llegar más temprano, llegar mejor vestido, tener un buen consejo, llevar un buen mate, mejorar el pase. Obviamente después todo se lleva a la cancha, pero yo no puedo no ir mejorando en mi vida. No puedo ser desordenado mi casa y ser ordenado en el trabajo.

Encontrar al adecuado

-¿Cómo hacés la selección del equipo?, ¿cómo determinas que son las personas adecuadas para estar en Pumas 7?

-En su momento, en la primera etapa como entrenador buscaba el cualitativo. Pero hagamos este ejercicio. Soy un buen anfitrión, te invito a un asado y te pido que lleves helado. Un solo gusto, ¿cuál elegís?

-Supongo que dulce de leche...

-Queda muy bien, estamos de acuerdo. Pero yo detesto el helado de dulce de leche. Amo comerlo del pote, pero si me das helado y el dulce de leche llega a tocar el chocolate, te lo devuelvo. Lo mismo pasa con la selección de jugadores. Yo entiendo que ese jugador es bueno para tu ojo y para tu gusto, como el dulce de leche, pero no es lo que yo necesito. Darme cuenta de eso llevó tiempo, no es que llegamos el día uno y con mi equipo de trabajo lo resolvimos. No, fuimos viendo qué pasaba. Al ser la Argentina muy extensa, tenemos un equipo de trabajo muy grande en todo el país. No solo para el seven, sino para toda la UAR. Y está muy bien que el manager de cada región te recomiende alguien que juega lindo, pero nosotros no necesitamos eso. Necesitamos que sean funcionales al sistema de juego que queríamos. Buscamos que tenga un factor X, determinante, distintivo, que sea muy bueno en algo. Pasamos de lo cualitativo a lo cuantitativo, a la métrica. Yo no necesito un héroe salvador, necesito un equipo. Para un partido te puede aparecer un héroe, un Marcos Moneta que hace una gran carrera y abre un partido que estaba cerrado. Se necesita porque a veces no vienen las cosas, pero eso no va a suceder siempre. En el tiempo lo que te sostiene es un equipo. A mí me dicen que soy un obsesivo de los números.

Los números mandan

-¿Estás todo el tiempo mirando las estadísticas del juego?

-Sí, pero es lo que la gente hace en su trabajo. Un ingeniero prepara cuánto tiene que medir un puente y ver qué peso sostiene. Yo hago lo mismo, lo que pasa es que en el deporte por lo general se iba a lo cualitativo.

-Se espera que aparezca un Diego o un Messi...

-Esperábamos que las cosas sucedan. Apelábamos al que es bueno. Pero, ¿cuántas veces pasó la pelota en el partido?, ¿en cuántas acciones tuvo incidencia? Hay que medirlas. Entonces un chico que es buenísimo, pero tuvo cuatro acciones en un partido no me sirve. Tiene que ser 15 acciones como mínimo. Pasamos a ver métricas todo el tiempo. Después está la persona, su momento y lo que incide en el equipo. Hay que tener en cuenta la parte humana, pero necesitás ese dato duro para tener una base donde pararte.

-Hace un tiempo hablabas de los liderazgos emergentes, esos que aparecen cuando se necesita, ¿cómo hacés para habilitarlos para en el momento preciso surja el líder adecuado?

-Es fundamental tener un entorno sano en el que puedan hablar y expresarse. Nosotros decidimos formar pequeños grupos y equipos para hacer análisis del equipo y de los rivales. Son grupos de cuatro. Creo que ese es el número indicado. ¿Cuántos eran los Beatles? Individualmente eran todos grandes músicos, Paul McCartney sigue vigente, pero ninguno fue solo mejor que los Beatles. En esos grupos vas generando ese líder, porque tiene que dar una respuesta o hacer un análisis. A partir de ahí todos tienen herramientas para hablar porque tiene que darles una respuesta a sus compañeros. Yo me corro y él les habla a sus compañeros y se va empoderando como líder. No tiene que ser líder todo el tiempo, sino cuando la situación lo requiere. A mí me gusta ir a los colegios a hablar. El otro día estaba con capitanes de sexto año en el colegio y les preguntaba: ‘Para vos, ¿qué es ser capitán?' Uno me dijo que era siempre tener una respuesta. Entonces le pregunté cómo iba a salir el Banfield el fin de semana. Si tenía que tener siempre una respuesta tenía que poder decírmelo. Pero no, no es eso, sino que pasa por ser honesto. Y creo que si entendés el liderazgo desde ese lado, te pone por detrás de un equipo y de un objetivo y eso hace que todos puedan tener una opinión. En Tokio 2021 se jugaba sin público y se escuchaba todo lo que se decían dentro de la cancha. En un momento se lo escucha el capitán Santiago Álvarez, que venía cantando la jugada que iba en ese momento y estaba bien lo que decía. Pero Moneta se le rebeló, por así decirlo, y tomó otra decisión y ganamos el partido. Entonces está bueno que el chico pueda tomar otra decisión, no que sea un rebelde, pero saber que en ese momento necesitábamos eso y estuvo muy bien. Teníamos uno menos y tomaron decisiones por fuera del sistema que fueron acertadas.

-En 2024 y 2025 fueron líderes del circuito. ¿Cómo se sostiene esto? ¿Qué pasa después? ¿Cómo se arma el plan a largo plazo?

-Este año fue el más desafiante para el equipo. En la temporada 23/24 sorprendimos y no estaban preparados para nosotros, pero ahora al consolidar lo que habíamos logrado era complejo. Todos querían salir a ganarnos. Y empezamos el año con algunas dudas por el resultado, pero bien con el juego, y lo terminamos de acomodar y confirmar en el desarrollo de la temporada. Una cosa es lograrlo una vez, pero llevamos bien dos años seguidos. Es muy complejo llegar a sostenerlo y aún acrecentarlo. Pero de vuelta, nosotros no hablábamos de ganar. Hablamos de mejora continua. Si no, cuando empezamos a trabajar este proyecto se hubiera complicado. Perdíamos con los All Blacks por 40 puntos. Hablamos de ser mejores cada día. Nos planteamos pequeños objetivos que llevaran a la Argentina a ser una potencia mundial en este deporte. En el medio, objetivos a cumplir. Si de diez pelotas que sacábamos de mitad de cancha, recuperábamos dos, pasar a recuperar tres. El objetivo era tener más tiempo la pelota, porque si vos tenés la pelota, podés hacer try. Sumás puntos y por ahí se acortaba esa brecha, hasta que un día lo podés ganar. Pasaron seis o siete años hasta que lo conseguimos. Y después insistir en la mejora continua incluso cuando ganás. Me pasó de haber ganado y mostrarles a los chicos lo que se hizo mal. Me decían: ‘Pero igual ganamos'. Sí, pero hay que seguir viendo dónde fallamos y mejorar. Porque el objetivo no es ganar. La mejora continua es infinita. Digo que no tenemos techo, no desde la soberbia, sino porque siempre se puede mejorar. Somos buenos, muy buenos. Bicampeones, pero perdimos con Estados Unidos que es el último del circuito. Somos el equipo que cuando está convencido, conectado, logra cosas extraordinarias. Siempre digo que pasión más habilidad es igual a resultados extraordinarios.

-¿Cómo están trabajando para la próxima temporada?

-Estamos en la continua de jugadores. Estamos trabajando con un proyecto de juveniles que creo que lo mejor para empezar a trabajar. Hace ya dos años que estamos con chicos de las categorías 2005 y 2006. Los identificamos y hacemos que ingresen al sistema UAR. Les hacemos un seguimiento, no su GPS, con sus métricas, cuánto van creciendo, cuánto aceleran y cuántas acciones realizan. Cada tanto los vemos para ir evaluando y darles algunas herramientas para seguir mejorándolos como jugadores