No era un partido de fútbol, ni un recital en River, pero el "vamos, vamos argentina" se escuchó más que nunca en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. Es que los pocos argentinos que se encontraban allí nunca imaginaron que el próximo Papa sería un compatriota.
El día en Roma amaneció oscuro. Y de ese color fue el humo que surgió de la chimenea instalada en la Basílica de San Pedro durante las dos votaciones matinales y la primera de la tarde. Con la lluvia como telón de fondo, las calles romanas se volvieron un campo de batalla para los ciudadanos que se abrían paso entre un mar de paraguas para llegar a destino, mientras las campanadas de las distintas iglesias alertaban a la gente sobre la futura elección.
Cerca de las siete de la tarde, hora de Roma, la ciudad se sumergió en un caos. Todos los caminos apuntaban en una sola dirección: la Plaza de San Pedro. La gente corría en medio de las calles y pasaba entre los autos con la urgencia de llegar, mientras la policía organizaba a contrarreloj el tránsito en dirección al Vaticano.
Con el humo blanco de la última fumata de la tarde, la lluvia llegó a su fin y la plaza se volvió refugio de miles de personas, una suerte de Babel donde el italiano, el inglés y el español se mezclaban con la mayor naturalidad.
Cuando la ventana del balcón papal se abrió y el primer cardenal de los diáconos, el francés Jean Louis Tauran, pronunció el nombre de Bergoglio, la plaza emocionada estalló en aplausos. Francisco, el nombre elegido por el cardenal argentino, comenzó a ser coreado por los fieles que esperaban su primera bendición.
Muchos de los presentes se preguntaban por la nacionalidad del futuro Papa. Pero entre banderas chilenas, brasileras, italianas, colombianas y españolas, entre otras, la argentina parecía flamear a esas alturas con mayor fulgor.
La noticia se multiplicó entre los argentinos que no salían de su asombro y se comunicaban con sus familiares a través de sus celulares. La frase se repetía una y otra vez: "¡El nuevo Papa es argentino!
"Es un momento único, inolvidable. Poder presenciar la asunción de un Papa y más, argentino, es algo histórico y que nunca esperábamos vivir", comentaba Gastón Rames Oliva, un argentino que llegó ese mismo día a Roma con siete amigos para pasar sus vacaciones.
Dos chicas de San Antonio de Areco también coincidieron de forma inesperada con la llegada del nuevo Papa al Vaticano. "Empezamos nuestras vacaciones en Roma. Llegamos hace dos días y no podemos creer esto que estamos viviendo", decían, azoradas.
Tras las primeras palabras de Francisco, los argentinos se convirtieron en el bien más preciado para los periodistas y las cámaras de televisión de todo el mundo que rodeaban a cada grupo celeste y blanco que robaba toda la atención de la plaza.
Los celulares, tabletas y cámaras de fotos también fueron protagonistas de la jornada.
Los flashes que resplandecían en la plaza convirtieron por momentos al lugar en un espectáculo lumínico.
Los jóvenes fueron mayoría en los alrededores de la Basílica. Hermanados entre sí, se tomaban fotografías con personas de diferentes países, mientras celebraban el nombramiento de Bergoglio como Sumo Pontífice.
Ya entrada la noche, la plaza comenzó a vaciarse. Entre los argentinos, los últimos en despedirse, una misma frase no dejó de repetirse y su eco aún resuena: "Es un día histórico". z we