Joven, gobernador de una provincia del nordeste argentino y con fluido tránsito entre los empresarios. A pesar de estar afiliado a una corriente de centroizquierda, se lo conoce por su pragmatismo y la ambición sin límites. Con formación académica en el área económica, tiene habilidad para tejer acuerdos políticos sorprendentes.
La personalidad imperial de la mandataria había rebajado el perfil de ese cargo, por el que pasaron políticos suburbanos y burócratas inexpresivos de la vertiente de la pseudo-izquierda del peronismo, conocida como Frente para la Victoria.
Con la derrota de Cristina en las elecciones parlamentarias, algo parece haber cambiado en Argentina. La presidenta volvió de su licencia médica y promovió una reforma ministerial.
Los cambios en el ministerio de Economía y la presidencia del Banco Central, además de la salida del pintoresco secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, fueron los de más impacto. Pero la entrada de Capitanich es la que más llamó la atención del empresariado, sobre todo de los sectores vinculados con Brasil. Cristina eligió un aliado, y no un seguidor incondicional, para una función política de peso en el gobierno. Aunque en Brasil eso es habitual, en Argentina es una novedad.
Capitanich representa la transferencia real del poder del kirchnerismo al peronismo de base territorial. Cristina se debilitó después de la derrota. Argentina está bajo una crisis del sector externo con graves implicancias económicas, pero en 2015 habrá elecciones y el vector del país está en la política, y no en la economía, dijo Jorge Castro, del Instituto de Planificación Estratégica. En otras palabras, a las empresas brasileñas les puede convenir más acercarse a Capitanich, además de al nuevo ministro de Economía, Axel Kicillof.
Kicillof representa lo mismo que Guillermo Moreno: proteccionismo, intervencionismo, discurso ideológico. La diferencia es un barniz académico. Capitanich será el negociador de demandas con los otros dos ejes del gobierno argentino: Kicillof y Carlos Zanini, dijo Juan Pablo Lohlé, que se desempeñó como embajador argentino en Brasil entre 2004 y 2010.
Zannini, secretario de Legal y Técnica de la Presidencia, es un antiguo militante maoísta que estuvo preso durante la última dictadura y heredó de ese tiempo una forma dura y hermética de hacer política.
Capitanich comenzó a moverse para extender puentes en la relación con Brasil antes de dejar la provincia de Chaco, cercana a Paraguay, famosa por la calidad de su algodón y por los pésimos indicadores sociales. El 5 de noviembre invitó a empresarios y ejecutivos vinculados a la Cámara de Comercio Argentino-Brasileña a una reunión que se extendió por una hora y media en Resistencia, la capital chaqueña.
Hablaron de temas protocolares y de las virtudes para invertir en la provincia, que ya recibió recursos brasileños, como los desembolsados por Santana Textil, que produce tejido para jeans. Pero también conversaron sobre la necesidad de modificaciones cambiarias, tributarias y fiscales, según el relato del presidente de la Cámara, Jorge Aparicio Rodriguez.
Capitanich significa hoy una puerta entreabierta en Argentina, aunque aún no tiene, y tal vez nunca tenga, las credenciales de tránsito en el empresariado local y externo de las que dispone su rival interno por la candidatura presidencial en 2015, Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Incluso porque para ser candidato, el chaqueño depende de Cristina y de una mejora del escenario económico, lo que no resulta tan probable.
Un episodio ocurrido el año pasado, lo dejó en ridículo, cuando un apagón provocado por el choque de un autobús contra una torre de energía provocó la cancelación del partido entre Argentina y Brasil minutos antes del inicio. Era el evento deportivo más importante en la historia de la provincia.
En la misma semana, una decisión lanzó una sombra sobre la confiabilidad del gobernador chaqueño. De forma unilateral, Capitanich pagó en pesos una deuda emitida en dólares. Era de alrededor de u$s 263.000 en la época, o tres veces inferior a su patrimonio personal declarado, pero el gesto del gobernador arrastró hacia abajo la cotización de todos los papeles provinciales argentinos.
La presencia de Capitanich en el gabinete de Cristina puede indicar que el kirchnerismo terminaría del mismo modo que comenzó: en medio del raro aire de la Casa Rosada, el centro se desplaza a la periferia.