Los mercados indican que terminó la tregua de las últimas semanas en relación a Brasil. El clima de casi tranquilidad duró poco. Dólar e intereses altos, dos mercados donde la confianza es la principal mercancía, se movieron fuertemente en los últimos días. El motivo fue el mismo: la falta de credibilidad en la política fiscal.
Brasilia reacciona de forma contundente, negando de forma sistemática la existencia de problemas. Integrantes del gobierno dicen que la política macroeconómica está bien y que el problema es la pésima relación del Palacio do Planalto con los empresarios y los banqueros, algo que consideran se solucionará antes de la elección presidencial de octubre de 2014.
Lo curioso es que existe conciencia en la cúpula del poder acerca de que, aunque es favorita para la elección del próximo año, la presidenta Dilma Rousseff precisa reconstruir los puentes con los empresarios. La mandataria recuperó parte de la popularidad perdida y mayoría en el Congreso, pero sigue sin tener respaldo en el medio empresarial.
Al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva le preocupa el tema desde hace rato. En abril intentó convencer a Dilma de que necesitaba modificar su equipo. Los hombres de negocios sugirieron el nombre de Henrique Meirelles, pero Lula optó por decirle a la presidenta que él no sería un obstáculo a la salida del ministro de Economía, Guido Mantega.
La mandataria decidió cambiar la política en lugar del equipo. Devolvió las políticas monetaria y cambiaria al Banco Centarl, abandonando la nueva matriz macroeconómica, y determinó que Mantega buscase caminos para mejorar la situación fiscal.
Desde el 22 de mayo al 21 de agosto, la cotización del dólar saltó de R$ 2,05 a R$ 2,45. El interés futuro, medido por el swap pre de 360 días, subió en el mismo período, de 8,28% a 10,07% al año. Después hubo dos hechos que ayudaron a calmar el ambiente: la Fed postergó el inicio del retiro de los estímulos y el BC adoptó un programa de venta diaria de hedge cambiario.
Lo que muestran los números de los últimos días es que volvió el nerviosismo. En nueve días, el dólar pasó de R$ 2,18 a R$ 2,28 y la tasa de interés futura (swap pre de 360 días) está en un nivel más alto que el del peor momento de la reciente turbulencia -10,59% el año.
Nuevamente, Lula intentó ayudar a Dilma. La idea fue armar una operación sigilosa para que el Senado aprobara un proyecto que de autonomía formal al BC. Lula quería hacer lo que Tony Blair hizo cuando asumió el poder en el Reino Unido en 1997: calmar a los mercados dando independencia a la autoridad monetaria.
Un detalle importante: la presidenta sabía de la operación desde el comienzo.
Todo caminaba bien hasta que el tema llegó a la prensa. Como se publicó, Lula apareció articulando la independencia del BC contra la voluntad de Dilma, lo que se interpretaba como una forma de tutelarla.
En el tema de credibilidad, se volvió a la línea de largada. Con un agravante: el BC viene aumentando la tasa básica de interés (Selic) desde abril e indico que volverá a dos dígitos a final de mes. Una situación complicada porque, aunque la Selic fue de 7,25% a 9,5% al año, el BC no consiguió mejorar las expectativas de inflación.