Desde que el Gobierno empezó a aplicar restricciones para las operaciones en moneda extranjera no solo puso en evidencia las inconsistencias de la política económica argentina, sino que sigue aplicando parches y continúa careciendo de una estrategia sistémica, aunque más no sea, para restablecer los pilares del llamado modelo sostenido por el kirchnerismo. Porque hoy ya no caben dudas: el modelo dejó de existir hace varios años y no hay rumbo en materia económica. Aunque el gobierno se obstine en asegurar lo contrario, es imposible tapar con el Indec los altos niveles de inflación que mes a mes deterioran el ingreso de los argentinos.
Por eso llama la atención que en su discurso de días pasados la Presidenta de la Nación, cuando se refirió a la escalada de la demanda de dólares, minimizó el tema aduciendo que ello era originado por apenas el 3% de los argentinos que atesora dólares, mientras que su obligación como presidenta era gobernar para los 40 millones de argentinos. Estamos de acuerdo que la obligación de cualquier mandatario es gobernar para todos los habitantes del país, pero el gobierno está haciendo todo lo contrario: al negar una tasa de inflación que ronda entre el 22% y el 25%, no encara las reformas estructurales que debería haber encarado hace tiempo y que hoy son imprescindibles. Semejante ceguera hace que no solo deje de lado al 3% que atesora en dólares, sino que, más grave aún, se olvida de los 3 millones de trabajadores que se encuentran en el mercado informal y reciben salarios miserables; de los casi 1,8 millones de trabajadores que por la falta de actualización en el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias hoy contribuyen por sólo hecho de haber recibido un aumento de sueldos, aunque éste no alcance a recuperar el aumento de precios; de los más de 3,5 millones de beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo, cuyo beneficio se está deteriorando mes a mes; de los 4 millones de jubilados que cobran un haber mínimo que no llega a cubrir la mitad de una canasta básica; y de los más de un millón de pensionados que cobran el 70% del haber mínimo y por consiguiente están en peores situaciones.
El verdadero progresismo no es el que se predica, sino el que se ejerce, en primer lugar atendiendo la situación de los que más lo necesitan. Las políticas económicas aplicadas en los últimos años fueron un ejemplo de lo opuesto, porque en un período de alto crecimiento se dilapidaron recursos públicos en subsidios que no llegaron de manera efectiva a los sectores de menores ingresos; en obras que por sus sobreprecios terminaban costando un valor muy superior al que correspondía; y en la falta de compromiso de atacar la inflación.
Hoy el gobierno sigue errando en sus prioridades porque hace predominar el pago de la deuda por sobre las necesidades de una gran mayoría de la población, así debe ser entendida las medidas adoptadas para la compra de dólares. Como nos demuestra la experiencia del pasado, los vaivenes en el tipo de cambio y sus diferentes precios, no son más que el iceberg de las inconsistencias que muestra la economía, sobre la cual el gobierno tiene mucha responsabilidad, porque como dijo la Presidenta se gobierna para los 40 millones de habitantes.