El comandante Raúl Castro ordenó asfaltar ciertas calles de esta ciudad y Francisco con su Papamóvil no encontró un solo bache cuando recorrió el camino del aeropuerto a la Plaza de la Revolución. Llegó directo desde La Habana, adonde protagonizó una jornada histórica para las relaciones del Vaticano y Cuba. El Papa está preocupado por la situación social en la Isla y su objetivo personal es evitar que la revolución de 1959 termine como una tragedia política del siglo XXI.

Francisco desea que Cuba inicie una abertura en los derechos básicos de su sociedad y quiere que Estados Unidos cancele el bloqueo comercial que atenaza las posibilidades económicas de la Isla. Ya habló con Castro en el Palacio Revolución y aguarda su cumbre con Barack Obama en la Casa Blanca.

Pero el Papa no olvida su rol institucional y en Holguín se destacó por la prosa litúrgica de sus discursos. Hubo escasas referencias a la trama diplomática que ayudo a tejer desde Vaticano y concentró sus esfuerzos en una sorda batalla pastoral que libra con la Revolución Cubana.

El comandante Castro aplaude la iniciativa de Francisco, pero no ha ordenado que se dispongan de todas las condiciones para que los fieles se vuelquen con total libertad a las calles de Holguín. El Papa saludó a los feligreses, pero los curas y sacerdotes de esta ciudad contaron innumerables trabas que se montaron desde el estado para que la fiesta católica no fuera completa.

La Revolución reconoce su debilidad institucional y acepta los buenos oficios del Vaticano. Sin embargo, ese reconocimiento no significa que haya una eventual transferencia de poder desde el partido comunista cubano a la Iglesia Católica, que tiene muchísimas limitaciones para ejercer la libertad de culto.

‘Sé con qué esfuerzo y sacrificio la Iglesia en Cuba trabaja para llevar a todos, aun en los sitios más apartados, la palabra y la presencia de Cristo. Una mención especial merecen las llamadas ‘casas de misión’ que, ante la escasez de templos y de sacerdotes, permiten a tantas personas poder tener un espacio de oración, de escuchar la Palabra, de catequesis y vida de comunidad‘, dijo el Papa en referencia a los obstáculos que debe enfrentar aquí la libertad religiosa.

La Revolución Cubana prohibió la construcción de iglesias y el culto católico debió apelar al concepto de ‘casas de emisión‘ para esquivar esa férrea política de Estado. En los últimos años, ante la asfixia multilateral de Cuba, el presidente Castro abrió la mano y permitió que se construyeran tres nuevas iglesias: en la Habana, Santiago y Pinar del Río. Sólo tres, en 56 años de proceso revolucionario.

Pese a las exigencias diplomáticas del Vaticano para lograr una mayor apertura en el ejercicio de las libertades básicas, Francisco se mueve con cautela respecto a los grupos disidentes que combaten noche y día al gobierno cubano. El Papa no recibirá a estos grupos políticos y su decisión tiene un fundamento estratégico: optó por una apertura gradual del régimen comunista, que permita una transición política que escape a la tragedia que envolvió a la Primavera rabe.

Francisco hace hoy una visita pastoral a Santiago de Cuba y después parte a los Estados Unidos. Esta etapa de la gira tendrá la misma lógica que su recorrido por la isla caribeña: hablará al poder mundial y a sus fieles religiosos. Se trata de su copyright, de su estrategia global: apalancar su hoja de ruta con la movilización de sus feligreses, que aún se sorprenden con sus gestos y sus homilías.

Esta circunstancia es paradojal: los líderes de la tierra ya sabe cómo piensa, mientras que algunos de sus obispos y cardenales no terminan de entender al Papa que nació en el Sur. Francisco respeta los temores y sabe que la clave es conducir y convencer con los gestos. Un método que aprendió hace mucho tiempo, cuando el Vaticano aún no era su lugar en el mundo.