Al ritmo del calentamiento global, las emisiones de dióxido de carbono parecen haberse convertido en el enemigo público número uno. Para combatirlo, nada mejor que una flamante herramienta, que permite dar un primer paso en esta ardua lucha. La llamada huella de carbono o carbon footprint mide el nivel exacto de emisiones asociado a un producto, desde su manufactura hasta el desembarco en la góndola del supermercado, a un proceso productivo y hasta a la actividad de una persona o un país.

Para los consumidores más responsables, conocer el verdadero impacto ambiental de los productos es, sin duda, una información clave para poder tomar decisiones de compra, tal como pueden ser factores tradicionales como el precio o las calorías. De hecho, en Europa y Estados Unidos (ver casos internacionales) el dato de la huella de carbono ya desembarcó en muchas etiquetas para que los consumidores puedan hacer compras en clave verde. Y no es un tema menor: se calcula que casi la mitad de la huella de una persona proviene de los productos y servicios que utiliza.

Pero, figure o no en la etiqueta y se trate o no de un producto, todos los expertos coinciden: la medición es siempre el primer paso para la reducción de los impactos ambientales. Por eso, calcular esta huella es hoy vital para las empresas, como una manera de empezar a detectar espacios de mejora en la elaboración de productos, en los procesos productivos o hasta en las actividades de sus oficinas.

Si bien, en la Argentina, todavía no es muy habitual encarar estas mediciones, aquí le presentamos tres casos de compañías que ya tomaron este desafío en sus propias manos, seguramente las primeras experiencias de muchas más por venir.

Banco Galicia: torres en clave verde

En el caso del Banco Galicia, el objetivo trazado fue la medición de las emisiones de dióxido de carbono de sus edificios corporativos. Para eso contaron con la ayuda de la metodología The Greenhouse Gas Protocol Iniciative, una de las más utilizadas en el mundo.

Esta herramienta establece tres dimensiones a ser medidas. La primera, conocida como Alcance 1, está integrada por las emisiones provenientes de fuentes controladas por el banco. En este caso, esta característica la reúne el gas natural, dato que el banco ya venía reportando y que en el 2009 alcanzó las 182 toneladas de CO2. El Alcance 2, por su parte, reúne las emisiones provenientes del consumo de energía comprada a la red, como es el caso de la energía proveniente de la matriz eléctrica, que en 2009 generó 9.400 toneladas de CO2.

El año pasado, se decidió ir más allá de estos dos alcances e incorporar otras emisiones indirectas a la medición, dentro de lo que se conoce como Alcance 3. “Se vuelve más complejo para medir, ya que son impactos que uno no controla , reconoce Mariano Spitale, consultor Senior del departamento de Desarrollo Sostenible de PricewaterhouseCoopers e integrante del equipo que realiza la verificación de la huella del banco.

Dentro de estas emisiones indirectas, la primera actividad elegida para cuantificar el impacto ambiental fueron los vuelos, algo relativamente sencillo de revisar ya que consta de registro. A partir del origen y destino de los vuelos, se estiman las emisiones. Ya se calculó que aportaron 230 toneladas de C02 adicionales, lo que arrojó un total de 9.900 toneladas para los tres edificios corporativos.

Para poder seguir completando la huella con más emisiones indirectas el gran desafío para el Banco Galicia, y el de cualquier empresa que se embarque en esta misión, es encontrar la información que permita calcular las emisiones. “Hace falta un cambio de mentalidad para mirar algo distinto. El dato existe, pero hay que cambiar la manera de ver la factura , explica el ejecutivo de PricewaterhouseCoopers. En el gas, por ejemplo, lo que suele importar es el costo, entonces no se registra el consumo. Algo parecido sucede con el consumo de la flota de autos del banco. Se registra la plata que se gasta en nafta, pero no los kilómetros recorridos.

El próximo paso a seguir por el banco será expandir el registro a nivel geográfico, incluyendo a las sucursales en el Alcance 1 y 2. Más adelante, llegará el momento de ampliar el Alcance 3, algo que puede resultar casi infinito. “Eso implica comenzar a trabajar con proveedores. Hay cosas que son marginales, pero otras sí tienen un mayor impacto, como puede ser el transporte de caudales o de correspondencia , analiza Spitale.

Cementos Minetti: el desafío de la química

La industria ganadera no es la única con un alto nivel de emisiones de C02. Las cementeras también son altamente contaminantes, por el mismo proceso de fabricación del cemento. Es por eso que Minetti se propuso, allá por el 2004, reducir sus emisiones a menos de 560 kilos por tonelada de producto terminado para 2010. Para lograrlo primero debieron dar un paso clave: realizar un inventario de sus emisiones, misión que desarrollaron de la mano del Protocolo de Cálculo de emisiones del WBSCD. Fue así como identificaron las principales fuentes de emisión en el proceso de fabricación.

La descarbonatación de materias primas acaparó el 70% de la huella, mientras que la combustión de combustibles no renovables en la marcha de los hornos concentró otro 20%. Participación menor tuvieron las emisiones indirectas por energía eléctrica (5%) y por transporte (5%).

“Hay una parte química que no se pude obviar: se emite agua y CO2 en el proceso. Por eso ese 70% no lo podés modificar , reconoce Carlos Quattrini, gerente de Seguridad, Salud Ocupacional y Asuntos Ambientales de la empresa. Lo que sí se puede hacer, y que ya fue un gran foco de trabajo, fue reducir la proporción del clinker, que es el material que genera la alta dosis de emisiones en el proceso de elaboración del cemento, o reemplazarlo. “Jugando con otras adiciones minerales se puede reducir el volumen de materia prima , agrega Quattrini.

En materia de combustibles, se centraron en aquellos más limpios, como el gas natural que tiene un factor de emisión más bajo. Sin embargo, por algunas restricciones de gas a la industria, muchas veces se debió apelar a un mix de combustibles no renovables.

El transporte fue otro foco de trabajo, aprovechando al máximo los camiones para cargar más volumen de producto. Con todas estas acciones, el objetivo se cumplió antes de tiempo: hoy las emisones se ubican en 550 kilos por tonelada. Y para este fin de año, alcanzarían las 530. “Logramos esta reducción en un mercado en el que todavía no te reconocen ni te eligen por eso. Pero esta valoración va a llegar en un par de años y ahí se va a diferenciar el producto , concluye Quattrini.