

La cadena de la carne ha sido uno de los sectores que durante varias décadas han estado entre las más dañadas por las políticas públicas. Este es uno de los tres factores que explican el estancamiento relativo de este sector (ver gráfico). Las otras dos causas son las elevadas barreras que enfrentan las exportaciones (la carne esta entre los tres productos mas afectados por el proteccionismo agrícola mundial), y el progreso tecnológico más acelerado en la producción de cereales que en carne.
Las recientes declaraciones de los funcionarios, similares a otras efectuadas en épocas pasadas en momentos similares, son bastante claras en el sentido de que las mismas han sido motivadas por objetivos de sociales fundamentalmente disminución de la pobreza. Partiendo de esta base nos preguntamos si estas intervenciones logran el objetivo buscado.
En Argentina, la incidencia de la pobreza se mide a través de la canasta básica alimentaria (CBA) dentro de la cual la carne, tiene una elevada ponderación del 13%. Esto se debe a que Argentina tiene el consumo per capita mas elevado del mundo. Uruguay y Estados Unidos, que nos siguen en orden de importancia, tienen un consumo per capita que es 36% mas bajo que el nuestro. A nivel internacional nuestro consumo de carnes rojas representa un extremo del abanico.
Si nada más cambiara, es claro que cuando el precio de la carne disminuye también disminuye la pobreza: por ejemplo, una disminución del precio de 10% disminuye el número de pobres en alrededor de 74.000 personas. Pero otros factores como el empleo y los ingresos rurales también se ven afectados por lo que es importante analizar también estas dimensiones para arribar a un cuadro mas completo de los impactos sociales de las políticas. Desafortunadamente, sobre la base de las estadísticas disponibles, esta pregunta no tiene una respuesta simple: hay que armar un rompecabezas. Primero, de acuerdo al Censo Agropecuario de 2002, las empresas agropecuarias (EAPs) que producían carne empleaban 470.000 personas. Este mismo censo muestra que 291.000 personas o 62%, trabajaban en EAPs que tenían menos de 200 cabezas cada una es decir, pequeñas explotaciones. Mucha gente de los pueblos aledaños como albañiles, alambradores, molineros, veterinarios, etc., también ganan una parte importante de sus ingresos de la actividad pecuaria pero sobre estos empleos no disponemos de información.
Por otra parte, en el sector manufacturero, el empleo generado por la faena de unos 14 millones de cabezas por año asciende a poco menos de 100.000 personas ocupadas en la industria frigorífica. Estos también son empleos de salarios bajos. Por lo tanto, se puede concluir que las fluctuaciones del precio de la carne afecta los ingresos de más de 500.000 personas trabajando de manera directa en esta cadena muchas de las cuales pueden estar en el umbral de la pobreza.
Segundo, la carne para que llegue al consumidor, también debe transportarse y comercializarse lo cual genera empleos indirectos. ¿Cuán importante es esto? La matriz de insumo-producto de 1997, muestra que tanto la cría como la faena de ganado están entre las actividades con mayores efectos indirectos sobre el empleo. Para dar una idea, un aumento de un millón de pesos de demanda final de carne (consumo interno u exportación) generaría un número de empleos que es 52% superior por ejemplo al que generaría la industria automotriz ante el mismo aumento de la demanda final.
Finalmente cabe mencionar la actividad agrícola es mucho más intensiva en maquinaria que la actividad pecuaria la cual requiere del hombre de campo para mejorar la tasa de supervivencia de madres y sus crías. Por esta razón, el importante desplazamiento de la actividad pecuaria por parte de la agrícola (ver gráfico) debe haber disminuido el empleo rural por hectárea trabajada pero sobre esto, no se disponen de buenos datos. Las actuales políticas siguen incentivando la concentración de las exportaciones en unos pocos cereales con obvias consecuencias sobre el nivel de riesgo macroeconómico.
Resumiendo, la producción de carne fue la primera industria de importancia de nuestro país que hasta 1971 fue el principal exportador mundial. A diferencia de las señales que durante décadas han emanado de las políticas públicas, su población no necesita consumir el 85% de la producción para sobrevivir. Con respecto a los impactos sociales de estas políticas, los números presentados indican que si bien es posible que las intervenciones tengan efectos positivos, esto no es obvio, y menos en el largo plazo.










