

El sector automotriz argentino comienza nuevamente a pensar en crecer, recomponerse de los años de crisis y sostenerse en el tiempo de manera competitiva. Este análisis se inserta en medio de una coyuntura sectorial con elementos aparentemente contradictorios, y con realidades bien heterogéneas entre empresas. Por un lado, la producción continúa su recuperación en base a las exportaciones y a las ventas internas de pick ups, más algunos casos de utilitarios y automóviles. Por otro lado, el rebote del mercado interno de vehículos de pasajeros es abastecido mayoritariamente por vehículos de origen brasileño, país con una gran oferta de vehículos pequeños y económicos.
Este último hecho ha generado que la discusión gire entorno a la invasión de autos brasileños y a la consecuente intención de dejar de lado el objetivo original de especialización por tamaño, y fomentar la producción local de autos pequeños y económicos. Sin embargo, al igual que en el resto de los conflictos comerciales y como un elemento que bien explica la crisis comercial como un todo, la gravedad de la situación deviene también de la mala performance de los productos argentinos en el mercado vecino.
En el caso del sector automotriz, el sesgo de la demanda brasileña por autos chicos y baratos se profundizó con el fomento del denominado carro popular a través de la desgravación del IPI (impuesto a la producción), y siempre fueron vistos como los elementos que redujeron el resto de los segmentos y por ende las posibilidades de la oferta argentina. Si bien este hecho es cierto, los datos desde 1998 hacia el presente exigen otras interpretaciones.
En Brasil, el crecimiento del auto popular, medido por la participación de los vehículos de 1.000cc en el total de las ventas, ha crecido exponencialmente durante los últimos 10 años, llegando en el 2001 a representar el 57,5% del mercado interno. Esto sin dudas reduce el resto de los segmentos sin considerar los comerciales pesados, con lo cual el espacio para los vehículos importados es menor. Dicha situación explica parte la caída de las ventas argentinas en Brasil hasta el año 2002 inclusive; sin embargo, no es suficiente para entender porqué la caída de las ventas argentinas es proporcionalmente mayor al achicamiento del segmento de vehículos medianos, grandes y comerciales leves (las ventas argentinas cayeron de 223 mil en 1998 a 61 mil en el 2002, mientras que el segmento cayó de 463 mil a 409 mil en el mismo período).
En el año 2003 la situación es aún más grave, la tendencia creciente del auto popular en Brasil se quebró, cuestión que parece continuará en el futuro (se estima que paulatinamente el gobierno irá desmantelando el sistema de incentivo impositivo). Mientras el mercado en su totalidad permaneció estancado, el segmento de interés para Argentina creció de 409 mil unidades en el 2002 a 461 mil en el 2003, pero las ventas argentinas cayeron a su peor cifra desde 1995 totalizando 39,6 mil unidades vendidas.
En realidad, las dificultades comerciales del sector automotriz argentino en Brasil son consecuencia directa del desequilibrio productivo generado en los últimos años entre las dos industrias y no del tamaño de la demanda brasileña en determinados segmentos. Si en el 2004 los vehículos argentinos alcanzasen un 20% del segmento de autos medianos, grandes y comerciales leves, se venderían alrededor de 100 mil unidades, mas una participación normal en el resto de los segmentos el piso de ventas debería ubicarse cerca de los 150 mil vehículos. Sin embargo, los datos del primer semestre del año proyectan un total de 37 mil unidades a ser vendidas en todo el año.
Desde 1998 hasta la actualidad se instalaron 10 plantas fabricantes de vehículos en Brasil y ninguna en Argentina. La cantidad de modelos argentinos comercialmente activos en Brasil se redujo de 25 a 11, cifra que continuará en caída con la salida de varios modelos antiguos.
Este desbalance productivo que provoca profundos problemas comerciales, plantea la necesidad de acciones que reestablezcan el equilibrio y eviten la profundización de la crisis en el sector. La idea de equiparar la relación comenzando a fabricar localmente vehículos chicos y económicos tiene varios puntos de difícil concreción.
En primer lugar, la experiencia de la política sectorial muestra dificultades para interferir en las decisiones de las matrices, poco se ha logrado en el respeto de la especialización y exclusividad de plataformas, y luego de 1998 no se ha podido interferir para sostener la asignación y renovación de modelos hacia Argentina, por tanto, difícilmente se tenga éxito en forzar la asignación de vehículos pequeños. Pero por otro lado, al analizar las ventas de autos brasileños en Argentina, se observa que el gran volumen es consecuencia de una fuerte competencia de precios.
La industria automotriz argentina enfrenta los próximos años con 4 o 5 modelos relativamente actualizados en su oferta. En la suerte de estos modelos y proyectos va la posibilidad de volver a ingresar en el ciclo de inversiones. Frente a esto no hay una medida salvadora, la única opción es trabajar sobre cada aspecto con mucho ingenio y convicción.









