Ya hace tiempo que la sustentabilidad ha dejado de ser un concepto de nicho, relegado a algunos fundamentalistas verdes y evangelizadores de la ética corporativa. Hoy se ha convertido en una asignatura obligatoria en la currícula de cualquier manager y empresa que se precie. Aunque, como muchas veces sucede, del dicho al hecho hay un largo trecho. Fue justamente para poner a prueba el nivel de difusión de estas prácticas de sustentabilidad que PriceWaterhouseCoopers (PwC) acaba de llevar adelante una encuesta entre 67 empresas argentinas, confirmando que la sustentabilidad ha dejado el rincón para ubicarse definitivamente en el centro de la escena.

Las estadísticas de esta "Encuesta sobre desarrollo sostenible en el sector privado en la Argentina", realizada de forma online, resultan de lo más contundentes. El 63% de las empresas argentinas aseguró haber incorporado sistemas que integran en su gestión las tres dimensiones del desarrollo sostenible: la económica, social y ambiental, una tríada que hoy se conoce como Triple Línea de Resultados.

De motores y beneficios

Y si se trata de buscar una explicación que dé cuenta del ascenso de este enfoque, la oportunidad de obtener una ventaja competitiva fue la opción más mencionada como factor impulsor. Esta alternativa acaparó el 29% de las respuestas, probando que hoy la sustentabilidad -al igual que el concepto amplio de la RSE, que hoy se utiliza casi como sinónimo- está asociada no sólo a lo ambiental y a lo social, sino también a lo económico.

La exigencia de la casa matriz fue el segundo factor en orden de importancia, al reunir el 22% de los votos. Y aunque a priori parecieran alternativas casi opuestas, ubicadas en las antípodas de la proacción y la reacción, en el fondo obedecen a lo mismo."Si pensás que la exigencia de la casa matriz está disparada por la búsqueda de ventajas competitivas, eso se alinea completamente", aclara Marcelo Iezzi, socio líder de la práctica de Desarrollo Sustentable de PwC, quien también destaca el mayor desarrollo de este enfoque sustentable en los países de origen como parte de esta explicación. La reducción del riesgo corporativo (16%) y las tendencia del sector al que pertenece la empresa (12%) fueron otras de las alternativas más señaladas, en materia de factores impulsores.

Pero imposible terminar de bucear en las motivaciones que fomentan el desarrollo sostenible sin mencionar a los grupos de interés. Es su creciente presión la que muchas veces también oficia como detonante de la implementación de las estrategias de sustentabilidad. De hecho, la encuesta de Price reveló que el 90% de las empresas argentinas cree que esta presión para que asuman compromisos públicos se ha incrementado, una cifra que se alinea con tendencias internacionales y revela que la incidencia de estos grupos gana poder en el mundo entero. "La dispersión de las presiones hace que el enfoque de desarrollo sostenible sea justamente algo integral", analiza Iezzi.

Claro que no todos presionan por igual. ¿Quiénes son los que ejercen o han ejercido más influencia para la incorporación de un programa de desarrollo sostenible? De acuerdo a este informe, las presiones son tanto internas como externas: los accionistas lideran con el 37% de las respuestas. Luego le siguen los clientes con el 28% y las comunidades locales con el 22%. "Cuando señalan al cliente como grupo, creemos que muchos encuestados hacen más referencia a las demandas de otras empresas de las que son proveedoras, que exigen productos o servicios responsables social y ambientalmente, y no tanto al consumidor final. Sería más bien business to business (B2B)", explica Bárbara Bradford, miembro del equipo de Desarrollo Sostenible de PwC.

Esta aclaración es vital para leer otro de los temas abordados por la encuesta. Cuando se les preguntó a los ejecutivos cuáles son las principales dificultades que enfrentan localmente para la incorporación de programas de desarrollo sostenible, la primera fue la inversión requerida (48%), pero la segunda fue justamente la falta de valoración por parte del consumidor (21%), algo que en Europa y Estados Unidos no sucede.

Si de inversión se trata, bien vale aclarar que si se considera que la sustenibilidad se plasma más en la manera de hacer negocios que en programas específicos, esta inversión puede no referirse a grandes desembolsos, sino también a asignación de recursos humanos y tiempo invertido en capacitación, más allá de partidas específicas para iniciativas puntuales.

Los beneficios potenciales de la sustentabilidad también fueron puestos a prueba por el sondeo de PwC. Aquí nuevamente aparece la ventaja competitiva y la diferenciación liderando el primer puesto, lo que se alinea completamente con el primer lugar ocupado entre los factores impulsores. En este caso, acaparó el 42% de las respuestas, seguida por la imagen de marca con 21%. El acceso a nuevos mercados (18%) fue la tercera opción mayoritaria. Todas estas respuestas estuvieron signadas por un neto atractivo económico externo, que dejó poco lugar para los beneficios internos: la mejora en el clima organizacional, por ejemplo, cosechó muy poca adhesión, apenas el 5%.

Además, a los imanes económicos mencionados se suman otras alternativas con porcentajes minoritarios como el acceso al crédito y capital o los beneficios fiscales, también alineadas con la lógica de mercado. De todas maneras, la opción que señalaba el incremento en los rendimientos económicos, que sería la versión tangible de todas estas promesas monetarias, tuvo, sin embargo, un muy bajo índice entre las alternativas elegidas: apenas alcanzó el 3%.

El pasaje de la esfera de los beneficios potenciales a los bien concretos fue asimismo testeado. Cuando se preguntó en qué horizonte temporal se considera que se pueden empezar a percibir estas ventajas, el 58% indicó el plazo de entre uno y cinco años, mientras que el 24% lo hizo entre seis y diez. La respuesta de menos de un año apenas cosechó 12% de las respuestas. "El resultado es muy significativo en un país de cultura tan cortoplacista", resume Iezzi.

Más allá de tiempos, beneficios y dificultades, indagar en las claves que garantizan el éxito de una estrategia ya implementada fue también parte de esta investigación. En este sentido, el compromiso del directorio saltó a la cabeza con el 78% de las afirmaciones. Lo que confirma la importancia del visto bueno de los número uno y de su apoyo para lograr que este ADN corporativo se derrame desde la cúpula hacia los niveles más bajos. "Cuando el directorio compra el proyecto, tiene largo plazo y se arraiga en la estrategia. Cuando lo compra sólo la parte operativa es más restringido", detalla Iezzi. El resto de las alternativas, en cambio, tuvieron una bajísima adhesión; cada una de ellas fue menor al 10%. Entre ellas se incluyeron la comunicación interna, el involucramiento de jefes y empleados, y la formación de alianzas sectoriales.

El peso del directorio también queda reflejado en otra de las preguntas abordadas. A la hora de indicar cuál es el área corporativa que tiene a su cargo el desarrollo de las estrategias vinculadas con el desarrollo sustentable, el nivel de directorio y CEO se ubicó a la cabeza con el 44% de las respuesta. Lo que sin duda prueba cómo ha logrado escalar la temática, garantizando así la propia sustentabilidad de la estrategia de sustentabilidad...En segundo lugar, se ubicó el área de Medio Ambiente, Seguridad & Higiene (15%), seguido del departamento de RSE (11%).

Importancia variable

Otro de los temas clave abordados fue la importancia de las distintas temáticas dentro de la agenda corporativa de sustentabilidad. Algunos temas se ubicaron cómodamente en la delantera, tal como sucedió con el de ética y transparencia, que fue señalado como de importancia alta por el 88% de los encuestados. "El origen de la RSE siempre tuvo un fundamento en la ética y la transparencia, de ahí que esta temática haya registrado una importancia tan alta", contextualiza Bradford.

En el plano medioambiental, el manejo de residuos cosechó también una gran cantidad de votos, siendo la segunda temática de importancia más alta, al reunir el 76% de estas respuestas. En este mismo plano, la eficiencia energética también fue señalada como de alta prioridad: la importancia alta fue del orden del 73%. Otros temas ambientales que también fueron señalados como vitales en la agenda de sustentabilidad fueron las emisiones de gases de efecto invernadero (58%) y el cuidado del agua (57%).

En la dimensión social, el tema que tuvo mayor prioridad fue la erradicación del trabajo forzoso (58%), la no discriminación (57%) y la igualdad de género (39%). El voluntariado corporativo y la alianza con ONGs, por su parte, obtuvo el mismo nivel de prioridad alta: 37%. "Hay temas que no es que no interesen, sino que ya están más afianzados, tal como sucede, por ejemplo, con la libertad de afiliación", aclara Iezzi, para dar cuenta de algunos temas que rankearon con menos prioridad.

La gestión en la mira

El estudio de Price también se centró en indagar el grado de implementación de las distintas prácticas vinculadas al desarrollo sostenible. Para lograrlo se basó en las variables consideradas por el índice bursátil Dow Jones Sustainability Index. Y en este sentido, aunque el estudio mostró la creciente difusión de la gestión de triple línea (ambiental, social y económica), también quedó en evidencia que estas tres dimensiones no cuentan con el mismo nivel de evolución en el mundo corporativo. "La información económica está más aceitada, en cuanto a normas y frecuencia de publicación. Lo deseable es que lleguemos a que las otras dos áreas de gestión manejen información con la misma calidad y rigurosidad. Ahí aparece la triple línea. Es esperable que haya un mayor desarrollo de estas dos áreas en el futuro", pronostica Iezzi.

Al encarar las áreas de gestión de la dimensión económica, se consideraron los sistemas orientados a asegurar la ética y gobierno corporativo, así como evaluación de riesgo y diálogo con los clientes. En este sentido, el sistema que tuvo un mayor nivel de implementación fue el de códigos de conducta y políticas antisoborno y anticorrupción, que contó con el 78% de respuestas, indicando esta materia como sistema implementado. El sistema de monitoreo de feedback de clientes, por su partem tuvo un 69% de respuestas que indicaron al sistema como implementado, contra un 19% en desarrollo y un 10% que señalaron que no se trataba de un compromiso asumido.

En el plano ambiental, las prácticas de monitoreo se mostraron mucho más desarrolladas que las de reducción o ahorro. Casi la mitad (48%) cuenta con sistemas para medir el nivel de emisión de gases de efecto invernadero, a lo que se suma otro 63% que hace un seguimiento de su consumo de energía y otro 63% que hace lo mismo con el agua.

Pero en materia de reducción, estas cifras caen significativamente: los sistemas implementados para la reducción de emisiones alcanzan el 31%, lo de energía 36% y los de agua también 36%. "Hay una mayor medición, pero no necesariamente una mayor reducción. Hay presión social pero todavía estas acciones no están del todo implementadas. Se trata de un tema importante que todavía está un poco atrasado", explica Mariano Spitale, otro de los integrante del equipo de Desarrollo Sostenible de Price.

La buena noticia es que este panorama podría mejorar, ya que el estudio también refleja que muchas de las compañías encuestadas tienen estos sistemas en pleno desarrollo. La cantidad de empresas que ya está trabajando en esta materia casi equipara a aquellas que dicen no tener un compromiso asumido en estos temas.

Pasando a la última dimensión del desarrollo sostenible, la social, el estudio aborda tanto el gerenciamiento de los recursos humanos de la empresa como las cuestiones vinculadas con la inversión social en la comunidad. El mayor desarrollo aparece en materia de sistemas destinados a empleados. Allí prácticas como sistemas de beneficios (73%), comunicación del desempeño (69%), gestión del aprendizaje (73%) o mapeo de habilidades y planes de desarrollo (61%) figuran con un nivel de implementación similar. El único de este grupo que todavía aparece un poco rezagado es el de la inclusión de indicadores sociales y ambientales en las evaluaciones de desempeño. Este sistema está ya implementado por el 40% de las empresas y se encuentra en desarrollo para otro 21%.

Si de inversión social en la comunidad se trata, el desarrollo de sistemas de gestión todavía está en una etapa más precaria. El monitoreo de impacto de la estrategia de inversión social de la empresa está implementada en un 34% de los casos y en desarrollo en una cifra que la supera: 39%. En cambio, el establecimiento de la estrategia de inversión social en sí misma ya tiene un camino más recorrido. Alcanza al 63% de las empresas, número que podrá ascender en breve, si se tiene en cuenta que otro 24% está trabajando en su incorporación.

Estos dos datos, a su vez, revelan una vez más un gap entre el desarrollo de las políticas y el seguimiento para medir su impacto, algo parecido a lo que sucede en la dimensión medio ambiente, con la brecha entre la medición y la reducción.