Al hablar de la generación de valor agregado por parte de diferentes sectores o ramas de actividad, se afirma que algunos de ellos generan “mucho valor agregado (industria automotriz, industria química) y, en contraposición, otras poco o nada (por ejemplo, algunas producciones agrícolas).
Sin embargo, considerando que el valor agregado está compuesto por la retribución del factor trabajo (salarios) y la del factor capital (excedente bruto de explotación), en realidad la discusión -lejos de ser si existe o no generación de valor agregado-debe dirigirse a que sectores se apropian de dicho valor.
Según el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) que publica el INDEC, la variación acumulada entre el primer semestre de 2010 respecto de igual período del año 2009 fue de 9%. Esto significa que los bienes y servicios que produce la economía argentina aumentaron un 9% en unidades físicas, comparando los períodos mencionados.
En tanto, el ndice de Salarios -nivel general- creció 22,9% en el período junio 2009/junio 2010. Es decir que si se deflactan los salarios con el ndice de Precios al Consumidor, que se incrementó 11% en el mismo período, el crecimiento real de los mismos es de aproximadamente 12%, 3 puntos porcentuales por encima del crecimiento de las cantidades físicas de productos y servicios de la Argentina.
En este marco, el crecimiento de los salarios está absolutamente en línea con el modelo de redistribución del ingreso -imperante en la economía argentina desde el año 2003-.
Para el año 2008 la distribución funcional del ingreso repartía la riqueza en aproximadamente 56% para el capital (incluyendo el ingreso mixto) y 44% para el trabajo.
En consecuencia, el aumento salarial antes mencionado provocaría un aumento de algo más de un punto porcentual en la participación de los asalariados en dicha distribución.
Los análisis de los aumentos de salarios deben realizarse con los parámetros hasta aquí mencionados, los cuales tienen relación con la productividad del trabajo en cada rama o sector de actividad y con los precios domésticos e internacionales de los productos y servicios, dejando de lado los tradicionales conceptos que sólo conciben aumentos de salarios siguiendo al promedio de precios de consumo, los cuales se enmarcan en modelos regresivos que impiden la creciente participación en la apropiación de la riqueza por parte de quienes la generan.