

El posible fracaso de la Ronda Doha representa mucho más que el fracaso de una importante negociación comercial. El mismo representa el colapso de un mecanismo que motorizó el crecimiento económico mundial a partir de la crisis del 30. En ausencia de las negociaciones comerciales, es difícil imaginar que este crecimiento hubiera ocurrido y su colapso presagia tiempos crecientemente difíciles para el comercio y el crecimiento de la economía mundial. Un breve repaso de la historia permite dimensionar estas afirmaciones de una manera más adecuada.
Contrariamente a lo que se comenta a menudo, el principio de negociaciones comerciales sobre la base de concesiones mutuas no fue impulsado por el GATT de 1947 (que ahora está incorporado en los Acuerdos de la OMC). El inicio de este mecanismo se remonta a la presidencia de T. Roosevelt a principios de los 30. Como es sabido, dos políticas del anterior presidente Hoover que intentaban sostener el patrón oro, profundizaron la crisis: una política monetaria crecientemente restrictiva, y un aumento acelerado del proteccionismo que llevó el arancel promedio de Estados Unidos a un nivel histórico superior al 60% con la consiguiente implosión del comercio, y el PBI mundial (ver gráfico).
Reconociendo que para lograr un crecimiento sustentable, el abandono del patrón oro debía ser apuntalado por una apertura de la economía, la mecánica para lograrlo desarrollada por Cordell Hull, secretario de Estado del presidente Roosevelt, fue a través de negociaciones comerciales que estuvieran caracterizadas por concesiones recíprocas de acceso a mercados. Para cuando el GATT se implementó, EE.UU. había completado 32 negociaciones que habían disminuido los aranceles sobre más del 64% de su nomenclador. El éxito de estas negociaciones se traspasó al GATT, donde figuran de manera prominente en su Preámbulo y así nacieron las negociaciones multilaterales.
Dado que la apertura negociada es un mecanismo esencialmente mercantilista (la misma sólo se implementa si otros también abren sus economías), surge la pregunta de por qué un presidente tan poderoso como Roosevelt tuvo que recurrir al mismo para deshacer el proteccionismo heredado de la anterior administración. La respuesta está, y esto es un aspecto central, en que esta fue la forma que encontró para restarle poder a los intereses proteccionistas y traspasarlo a intereses aperturistas como son los exportadores. Esto ilustra la gran fortaleza de los intereses proteccionistas de los países industriales.
Entre sus principios fundacionales, el GATT incorporó esta exitosa experiencia y con esta mecánica, se concluyeron ocho rondas de negociaciones multilaterales que redujeron el arancel promedio de los países industriales desde valores muy elevados, a menos de 5% en la actualidad. La expansión de la posguerra se sustentó en esta apertura, y durante más de 50 años el comercio mundial actuó como un importante impulsor del crecimiento económico (ver gráfico).
¿Entonces, cómo se explica que un mecanismo de liberalización tan duradero y exitoso pueda estar cerca de su fin? En primer lugar, cabe destacar el resultado altamente desbalanceado de la Rueda Uruguay, donde los intereses exportadores de los países industriales lograron una gran mayoría de sus objetivos de largo plazo. Debido a esto, en la Ronda Doha las presiones políticas de los países desarrollados en favor de mayor apertura se debilitaron, y la mesa negociadora quedó sesgada en favor de intereses proteccionistas como los agrícolas.
En segundo lugar, en varias áreas –incluyendo propiedad intelectual– los países desarrollados han logrado extraer mayores concesiones en los acuerdos regionales que lo que podrían extraer de las negociaciones multilaterales. Mientras que en la mesa multilateral estos intereses tienen que enfrentarse con grupos poderosos como el G-20, en los acuerdos bilaterales tienen que enfrentarse con países individuales o grupos de pequeños países sin poder de negociación.
También es un aspecto relativamente desconocido que la gran mayoría de las reglas multilaterales del GATT/OMC son para imponer restricciones y no para levantarlas. Las negociaciones multilaterales han sido el mecanismo que ha frenado el crecimiento del proteccionismo que está agazapado detrás de estas reglas. Desde la creación del GATT, el mundo ha estado bajo negociaciones multilaterales, o bajo la expectativa de su lanzamiento y es esta dinámica la que ha mantenido a muchos intereses proteccionistas a la defensiva. El fracaso de Doha eliminará este contrapeso y por primera vez en más de setenta años, el mundo quedará huérfano del mecanismo que abrió la economía mundial, y contrarrestó las presiones proteccionistas. Ante las perspectivas que se abren como consecuencia de este fracaso, los esfuerzos de grupos como el G-20 y el Grupo Cairns donde participa nuestro país, deben ser fuertemente apoyados.










