Para el filósofo español Fernando Savater, "Uno puede estar a favor de la globalización y en contra de su rumbo actual, lo mismo que se puede estar a favor de la electricidad y contra la silla eléctrica". Si ese es el caso, entonces se podría decir que en la economía mundial hay cada vez más críticos del rumbo actual de la globalización, a tal punto que hoy los mercados financieros deben ser uno de los pocos refugios de aquellos que apuestan a la integración total de las economías nacionales.
Si este proceso de integración a escala planetaria se aceleró en los últimos 20 años, se debió en gran parte a la llegada de Internet y a su masificación, que permitió el acceso a la información de todo el mundo a un costo muy bajo. Pero también se disparó tras el fin de la Guerra Fría, cuando EE.UU. logró la desintegración de la Unión Soviética e impuso en buena parte del mundo su sistema económico (el capitalismo) y político (la democracia liberal). Asimismo, el formidable crecimiento de China, la llegada del euro y la aparición de las economías emergentes contribuyeron a impulsar este proceso hasta los niveles que hoy conocemos.
Por supuesto, la globalización no fue bien recibida en todos lados, donde muchas veces se la percibió como un nuevo instrumento de dominación por parte del mundo desarrollado. La desregulación, la eliminación de barreras al comercio y la libre circulación de capitales, que formaron parte de las recomendaciones del Consenso de Washington, exigidas a su vez por el FMI a las economías latinoamericanas ahogadas por la crisis de la deuda de los años 1980, terminaron siendo rechazadas por muchos países.
Como sostuvo el politólogo estadounidense Samuel Huntington (célebre por su libro "El choque de civilizaciones"), "Sólo la arrogancia impulsa a los occidentales a considerar que los no occidentales se occidentalizarán, consumiendo más productos occidentales. El hecho de que los occidentales identifiquen su propia cultura con los detergentes, los pantalones desteñidos y los alimentos ricos en calorías es revelador de lo que representa Occidente".
Cambia, todo cambia
Mientras la economía estadounidense y la de la zona euro seguían en alza, el impulso a la globalización no decaía, ya que el aporte de ambos bloques a la economía mundial la hacía crecer. Pero cuando estalló la crisis subprime en 2008, los cimientos sobre los que se había construido la globalización comenzaron a tambalear.
El banco Crédit Suisse publicó recientemente un informe sobre estos aspectos de la "desglobalización" que actualmente se vive en varias partes del mundo. Según el estudio, "en los últimos años, el camino de la globalización se sembró de obstáculos y se volvió mucho menos claro. La crisis financiera mundial desaceleró el crecimiento económico, generó niveles significativos de endeudamiento y fue testigo del auge de la industria de servicios financieros. Para muchos, la zona euro se presenta en un estado de crisis perpetua, mientras que el crecimiento estructural de la economía china hizo que algunos temieran por el papel que jugará desde el punto de vista geopolítico. Su desaceleración cíclica también genera preocupación. En todos lados son ampliamente debatidos los efectos secundarios de la globalización, tales como desigualdades y recalentamiento climático".
Los hechos muestran que la inversión de las empresas multinacionales, una de las puntas de lanza de la globalización desde los años 1990, hoy es más acotada: los activos en el exterior alcanzan al 19% del total de inversiones en el mundo, cuando en 2008 llegaban al 28%.
Además, como si fuera una marea que baja, también están los obstáculos a la globalización que crecen con la actual crisis humanitaria de los refugiados en Europa. Nadie podía prever hace pocos años atrás hasta qué punto iba a ponerse en duda la libre circulación de personas en la zona euro (conocido como el Acuerdo de Schengen), o cómo un candidato presidencial en EE.UU. (Donald Trump) podría volverse tan popular con sólo prometer que en caso de ser elegido, deportaría a los millones de indocumentados que viven allí. Y lo mismo se puede decir de las trabas al comercio internacional que surgen en muchos países (la Argentina no es ajena a estas prácticas), del freno a los procesos democráticos fuera de Occidente (como la primavera árabe, que terminó siendo un fiasco), o el libre acceso a Internet, cada vez más restringido en muchas partes del mundo.
A pesar de ello, en los mercados financieros la globalización goza de excelente salud, si bien también enfrenta algún peligro si se considera el intento de aprobar un impuesto a las transacciones financieras internacionales, pero que todavía no ha podido ser instrumentado.
De acuerdo con el informe, se presentan tres escenarios con respecto a la globalización. El primero plantea que ésta siga como hasta ahora, con un dólar dominante, más comercio, multinacionales más poderosas y libre flujo de inmigrantes. El segundo prevé que el mundo se vuelva multipolar, con la aparición de centros financieros y monedas que rivalicen con Wall Street y el dólar, con menos multinacionales y más empresas regionales, y más restricciones para los inmigrantes. El tercer escenario, más oscuro, contempla que se termine la globalización tal como la conocemos, con aumentos en el costo del capital por la fragmentación de los mercados, guerra de monedas, proteccionismo, fin de las multinacionales y exclusión social de los extranjeros.