A veces se ha criticado a José Manuel Barroso porque sus respuestas a la crisis carecen de osadía. Aunque cuando el presidente de la Comisión Europea hizo propuestas audaces para acelerar y mejorar la coordinación de la respuesta del bloque, con frecuencia sus esfuerzos se vieron frustrados.

Sin embargo, en una entrevista concedida al Financial Times, Barroso dijo que cree que los vientos políticos están empezando a cambiar. En Berlín, París y Londres, señaló, los dirigentes han comenzado reconocer que sólo a través de soluciones tomadas en común por los europeos —incluyendo una integración más estrecha— puede sobrevivir la eurozona.

“Tenemos a una canciller de Alemania que realmente ha propuesto una unión política para Europa, lo que es extremadamente ambicioso. Tenemos un presidente francés que puso énfasis en la necesidad de un enfoque más europeo en cuestiones cruciales como el crecimiento y la inversión. Y tenemos un gobierno británico que, aunque manifiesta su deseo de mantenerse fuera del euro, asume como indispensable y deseable una mayor integración en la eurozona”, señaló Barroso.

Es este optimismo, agregó el presidente de la CE, lo que lo lleva a creer que una unión bancaria de la Unión Europea podría estar cerca de concretarse. Sin embargo, detrás de las declaraciones de la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente francés, François Hollande y el primer ministro británico David Cameron, hay objeciones difíciles de superar.

Cameron es el que estaría en una posición más peculiar, como primer ministro del país europeo con el sector financiero más grande. Se estima que Londres buscará salvaguardas que aseguren que puede mantenerse fuera pero, al mismo tiempo, protejan un mercado único para los países miembro.

En la entrevista, Barroso sugirió que, “si Gran Bretaña, por no estar en el área del euro, no puede avanzar en una mayor integración, deberíamos encontrar la manera de reconciliar los diferentes intereses”.

En Londres se ve con buenos ojos una unión bancaria sólo para la eurozona. Eso mantendría la arquitectura para establecer normas financieras para la UE, pero profundizaría la integración bancaria con la posibilidad de que el Banco Central Europeo se haga cargo de la supervisión.