Detrás de la gran contienda por la presidencia de la Comisión Europea hay un debate importante que aún no llamó mucho la atención... al menos no fuera de Italia y Alemania. Se trata del reclamo de Roma de un replanteamiento fundamental de las normas fiscales de la eurozona. El objetivo inamovible de la ortodoxia fiscal de Angela Merkel consiste en enfrentar la fuerza irresistible de la inquietud de Matteo Renzi. Siéntense y disfruten.
El 1º de julio, el primer ministro italiano asumirá la presidencia de seis meses de la UE. Tiene grandes planes. La presidencia rotativa del bloque ya no es lo que supo ser desde que el Consejo Europeo, compuesto de jefes de gobierno, designó su propio presidente permanente hace cinco años. Pero este detalle no disuadió a Renzi de lanzar una agenda esencialmente unilateral. La canciller alemana ya dijo que no, pero su tono aún es civilizado.
Renzi propone tres cambios específicos. El primero es debilitar las normas fiscales oficiales. El segundo es un cambio en el compacto fiscal: un tratado multilateral suscripto por todos los estados miembro de la UE, excepto el Reino Unido, Croacia y Checoslovaquia. Lo que provocó aspereza es una norma vinculante de reducción de deuda. El tercer reclamo es un programa de inversión de financiación conjunta.
Casi puede darse por descontado que su primer deseo no se hará realidad. Pero, de todos modos, podría conseguir lo que precisa... un acuerdo por de la próxima comisión de interpretar las normas fiscales de manera más flexible. Si Jean-Claude Juncker, el ex primer ministro de Luxemburgo, promete hacer la vista gorda a las cuestiones fiscales, podrá contar con el apoyo de Renzi a su postulación al cargo de presidente de la comisión. Renzi puede ser el voto decisivo. Esto deja al primer ministro italiano en una buena posición para obtener concesiones de cualquier presidente futuro de la comisión.
Ahora que Juncker accedió al cargo, ¿qué podría hacer para ayudar a Italia? Por empezar, podría otorgar a los países más tiempo para reducir el déficit. Podría implementar un cambio contable subversivo restando gastos de inversión de los cálculos de déficit. A Renzi le hacen mucha falta concesiones tales como estas. De otro modo, debería enfrentar el temido "procedimiento de déficit excesivo, que la comisión impone a países que no cumplen sus objetivos fiscales. Con su excéntrico presupuesto de 2014 -que consiste en recortes fiscales financiados por medidas de ingresos inciertas- Renzi tomó un gran riesgo fiscal. Claramente quiere a la comisión fuera de su camino.
Sin embargo, la libertad de acción sería menor en términos del paquete fiscal. Una norma que restringe el monto de deuda a un arbitrario 60% del producto bruto interno nunca tuvo demasiada lógica económica. El único propósito del compacto fiscal era dar al público alemán tranquilidad durante la crisis del euro. Contiene el mensaje -o, mejor dicho, la mentira- de que los estados miembro de la eurozona están felizmente comprometidos con la reducción de la deuda. Pero no hay modo de que los italianos reduzcan la relación deuda/PBI de su país en 75 puntos porcentuales en 20 años, según lo exige la norma fiscal. Tampoco deberían. En vez de eso, tendrían que concentrarse en el concepto más amplio de la sostenibilidad de la deuda, el único objetivo que verdaderamente importa. Hasta esto sería imposible de lograr con las tasas de crecimiento e inflación actuales.
Para generar más crecimiento, Italia y el resto de los países de la eurozona precisan más inversión. En este sentido, quizás Renzi tenga suerte. Merkel podría estar abierta a un programa de inversión que abarque toda la UE. Su coalición social demócrata socia está exigiendo uno. Sigmar Gabriel, jefe del partido social demócrata alemán y ministro de economía, sorprendió a todos diciendo que los países deberían contar con más tiempo para reducir el déficit si se comprometen a hacer reformas. También está a favor de excluir las inversiones de los cálculos de déficit. Los analistas económicos alemanes conservadores tuvieron un ataque de pánico colectivo. Gabriel fue acusado de favorecer un cambio en las normas -que técnicamente no es cierto- y de socavar la posición de negociación de Merkel. Lo último es tanto cierto como intencionado.
El impacto de un programa de inversión para toda la UE dependerá casi por completo de su envergadura y de la velocidad de su implementación, más que de en qué se invierta el dinero. La austeridad condujo a una caída drástica en la inversión pública y privada en la eurozona en general. Alemania precisa invertir tal como lo hace Italia: en infraestructura, educación, redes de energía e investigación y desarrollo.
Con tasas de interés cercanas a cero, dicho programa, básicamente, se financiaría solo. Asimismo, podría ayudar a aumentar el crecimiento potencial si las inversiones generasen un aumento de la capacidad productiva. Podría financiarse con bonos a 5 o 10 años emitidos por el Banco Europeo de Inversiones. El Banco Central Europeo entonces podría comprar la mayoría de estos bonos como parte de un programa futuro de compras de activos, lo cual espero que suceda más adelante este año.
La historia de la eurozona sugiere que el cambio lleva tiempo y siempre se queda corto. Pero este es el tipo de debate que la eurozona precisa. Su resultado nos ayudará a entender si Italia y otros estados miembro endeudados pueden coexistir en una unión monetaria con Alemania. Sigo teniendo mis dudas. Pero, de todos modos, la determinación de Renzi es un desarrollo importante.
Traducción: Viviana L. Fernández
