El Día de los Enamorados o San Valentín es famoso por la prosperidad que trae a los vendedores de flores y bombones.

También le da una mano a los que lucran con los tratamientos contra la impotencia Viagra, Cialis y Levitra. Hace trece años, Pfizer abrió el camino y vio que la pastillita azul que producía alcanzando el crecimiento de ventas iniciales más veloz que jamás hubiera tenido cualquier medicamento y alentando remates chistosos por millares.

Hoy día los tres medicamentos generan poco más de mil millones de dólares en ventas anuales, pero tan solo son la punta del iceberg de lo que los críticos denominan ‘medicamentos para el estilo de vida‘, o sea, los que no nos mantienen en esta Tierra pero mejorar nuestra calidad de vida.

Se vienen desarrollando medicamentos para tratar la caída del cabello, el envejecimiento de la piel, la obesidad, la pérdida de la memoria y del deseo sexual en la mujer. Algunos pacientes ya estaban en tratamiento incluso antes de que se hubieran aprobado los medicamentos oficialmente. BioSante Pharmaceuticals, que desarrolla el rociador de testosterona para las mujeres LibiGel, hace notar que, anualmente, ya hay millones de recetas ‘con usos no aprobados‘.

En todo el mundo, los organismos de control son cautos. Por el modo como lo presentan las empresas de medicamentos, las autoridades dejarían, sin ningún miramiento, que con la edad nos volviéramos gordos, calvos, arrugados, olvidadizos e impotentes. De hecho, lo que las preocupa son los costos, la seguridad o, a veces, ambos.

Los críticos también acusan a las empresas de inventar enfermedades, por ejemplo, ‘desorden de deseo sexual hipoactivo‘, que antes se lo consideraba una parte normal del proceso de envejecimiento. Pero los defensores rebaten que estos nuevos remedios se dirigen a tratar necesidades médicas legítimas, por caso, el dolor y la depresión, para las que se usan medicamentos desde hace mucho.

Es lógico aumentar los requisitos de seguridad y, quizá, ofrecer menores reintegros por los medicamentos para el estilo de vida que por los que la salvan, pero sin duda los que los desarrollan tienen algo de razón. Si los medicamentos pueden hacer que, de manera segura, nuestra vida sea menos infausta o incómoda, ¡bienvenidos sean! A propósito, ¿quién dijo que teníamos que envejecer con garbo?

Traducción: María Eugenia García Mauro