Cuando Iván Duque asuma en agosto, será el presidente electo de Colombia más joven de los 132 años que tiene el país como república. Sin embargo, muchos de los problemas que heredará tienen muchos más años que él y necesitará un muy hábil liderazgo para resolverlos.
Duque, de 41 años, ni siquiera había nacido cuando los dos grupos guerrilleros marxistas más grandes del país, las FARC y el ELN tomaron las armas contra el estado en la década de los sesenta. Si bien las FARC sellaron un acuerdo de paz con el gobierno en 2016 y se han desarmado, el ELN todavía está activo y la paz sigue siendo frágil.
En su discurso de la victoria el domingo a la noche después de su cómodo triunfo sobre su rival izquierdista Gustavo Petro, Duque dijo que el acuerdo con las FARC necesita "correcciones", pero no mencionó cuáles serían los cambios. Si se ejecutan con torpeza, cualquier toqueteo del proceso de paz podría reavivar el conflicto.
Sin embargo, una señal positiva es que el líder de las FARC Rodrigo Londoño, más conocido por su nombre de guerra Timochenko, felicitó a Duque por su victoria e insistió en que "los caminos de la esperanza están abiertos".
El nuevo presidente, que asumirá el 7 de agosto, una semana después de su cumpleaños 42, prometió el domingo terminar con la polarización y gobernar "con todos y para todos los colombianos".
Pero en un país tan profundamente dividido, será un gran desafío para Duque cumplir esa promesa. La brecha entre ricos y pobres sigue siendo amplia, abundan la pobreza y la corrupción y es mínima la presencia del Estado en los rincones más alejados del país.
La producción de cocaína está en auge. Duque dijo que podría reanudar la fumigación aérea de plantaciones de coca, una política abandonada por el actual gobierno por cuestiones sanitarias. Otra vez, es una medida que podría producir un efecto indeseado si se implementara de manera inadecuada.
Además, Duque enfrenta desafíos más nuevos, como la economía que se derrumba en toda la frontera con Venezuela. Probablemente asuma una postura severa contra el líder venezolano, Nicolás Maduro, y tendrá el oído del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a través del senador de Florida Marco Rubio, un aliado de la derecha colombiana y uno de los primeros en felicitar a Duque por su victoria.
Duque, un abogado que durante una década trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington, tiene sólo cuatro años de experiencia como senador, pero cuenta con el respaldo del ex presidente lvaro Uribe, el abanderado de la derecha colombiana que podría decirse todavía es el político más influyente del país.
Uribe encabezará su partido Centro Democrático en el parlamento, que debería asegurarse de que Duque cuente con una mayoría que funcione. "La gran pregunta es cómo será la relación entre esos dos hombres", dijo Yann Basset, científico político de la Universidad de Rosario en Bogotá.
"Duque no puede permitirse ser un títere de Uribe pero al mismo tiempo no puede darse el lujo de traicionar a Uribe. Tendrá esas dos potenciales pesadillas rondándole como presidente y tendrá que tenerlas en cuenta cada vez que tome una decisión", aseguró Basset.
En términos económicos, Duque es ortodoxo. Prometió bajar impuestos a las sociedades, reducir la burocracia, actuar contra la evasión tributaria y reducir la incertidumbre legal para los inversores extranjeros que analizan entrar en los sectores de minería y petróleo. Prometió volver al crecimiento anual de 4,5% del PBI después de dos años en que el país se expandió un promedio de 1,9%.
