La mayoría de los 200 migrantes o más apiñados en el centro de recepción del puerto siciliano de Pozzallo descansan en camas marineras o colchones ubicados sobre el suelo, tras haber sido rescatados en el Mar Mediterráneo hace sólo tres días.
Pero Diadia Sane se mantiene muy despierto ya que junto a otros refugiados está planeando la siguiente etapa de su travesía. "Quiero ir a Alemania", contó Sane, que proviene de Senegal. "No tengo contactos acá, pero es lo que preferiría. Quiero un trabajo eléctrico o mecánico," agregó. El problema es que, sin querer, quizás ya haya puesto en peligro su plan.
Después de desembarcar, las autoridades italianas le tomaron las huellas digitales, le sacaron una foto y dejaron registrado su puerto de entrada al suelo europeo. Esto significa que podrá pedir asilo en Italia, según el Convenio de Dublín que establece que un sólo estado miembro de la UE podrá examinar la solicitud.
Si viajara a Alemania, se le rechazaría cualquier pedido de asilo, lo que lo obligaría a volver a Italia o vivir y trabajar ilegalmente en el norte de Europa.
Por temor a caer en esa trampa, una creciente cantidad de migrantes se niegan a que se les tomen las huelas dactilares, lo que complica más el arribo diario de gente a Sicilia en busca de una nueva vida en Europa.
Si bien el año pasado llegaron 170.000 migrantes a Italia, las solicitudes de asilo fueron de sólo una tercera parte eso, lo que significa que muchos no fueron registrados.
El creciente problema de cómo identificar a los migrantes surge mientras los ministros del Interior de la UE se reúnen esta semana en Bruselas para estudiar un plan de la Comisión Europea que incluye un giro significativo aunque polémico en la política de asilo, lo que podría cambiar significativamente los cálculos de los migrantes.
En particular, la comisión está proponiendo que los estados miembro empiecen a compartir migrantes que buscan asilo, en vez de obligarlos a solicitar protección en el país de arribo, algo que pide Italia hace meses.
Las cifras son bajas, con sólo 40.000 personas habilitadas para ser reasignados en los primeros dos años si bien el número podría crecer.
Pero en Roma crecen los temores de que en Bruselas se demoren o moderen los planes de la comisión. La amenaza tiene que ver mayormente con el sentimiento contra la inmigración que suma presión a los gobiernos europeos para que no reciban a los migrantes. Pero la percepción de que Italia es laxa en la toma de huellas dactilares también influye.
Localmente, los partidos políticos anti inmigración en Italia, particularmente la Liga del Norte, aprovecharon el tema de las huellas dactilares para criticar al gobierno.
El ministerio del Interior italiano no hace comentarios sobre la política de huellas dactilares. Pero funcionarios que prefieren mantenerse en el anonimato aseguran que es imposible obtener las huellas de todos, en parte debido a la cantidad de arribos diarios, y en parte debido a que no hay voluntad de usar la fuerza contra personas que apenas sobrevivieron una horrorosa travesía.
"Muchos migrantes ya fueron víctimas de violencia cuando llegaron acá", aseguró Chiara Montaldo, coordinadora de proyectos de Médicins Sans Frontières que trabaja en el centro de recepción de Pozzallo.
El plan de la UE también incluye el despacho de oficiales para asistir a Italia en la identificación de los migrantes. Si bien algunos en Roma ven eso como una ayuda valiosa, otros la consideran una violación a la soberanía italiana.
Para muchos migrantes, en vez de preocuparse por los procedimientos burocráticos y la identificación, ese es un momento de alivio. "Estuvimos entre la vida y la muerte, el bote se estaba hundiendo", dijo Lassana Kabe, otro migrante que llegó a Pozzallo desde Guinea tras la muerte de su esposa. "Ahora estoy en manos de los italianos. Ellos salvaron mi vida", agregó.
