Luiz Inácio Lula da Silva no planeaba retornar a la vida pública en este momento, pero, si la presidenta Dilma Rousseff no se recuperase políticamente, el ex sindicalista volvería a presentarse. Aunque el ex presidente considera que su sucesora, quien en la última encuesta de Datafolha vio caer 30% su popularidad, que había alcanzado 65% en marzo, se recuperará. El objetivo es salvar el proyecto que llevó al PT al poder hace trece años.
En los últimos meses, Lula escuchó quejas de empresarios, petistas y aliados en relación a la postura de la presidenta. Las quejas van desde la conducción de la economía a la articulación política, pasando por la manera como Dilma trata a sus ministros, asesores y políticos aliados. Todos señalan falta de disposición al diálogo.
En todas las conversaciones, el ex presidente defendió a Rousseff, a pesar de aceptar algunas de las críticas. Lula asumió el compromiso de apoyar la reelección de Dilma en enero, aunque en diciembre, cuando fue a Francia, había dado a entender que podría ser candidato en 2014.
La presidenta no pidió el respaldo de Lula. El 25 de enero, aniversario de San Pablo, ambos se reunieron en la capital paulista y, en ese encuentro, el ex presidente dejó claro que no buscaba volver a ser candidato. Vos sos mi candidata. No hay otra solución, habría dicho. Luego, informó al presidente del PT, Rui Falcao, que haría pública su decisión. Y lo hizo. Más tarde, se arrepintió. Entendió que, al declarar el apoyo a la reelección de Rousseff, anticipó la campaña electoral, obligando a posibles adversarios, como Aécio Neves, del PSDB, Eduardo Campos, del PSB y Marina Silva (Rede), a hacer lo mismo. Ese movimiento acortó el mandato de Dilma. Para complicar la situación, la economía, en problemas, le dio impulso a los opositores.
Muchos creyeron que Lula había desistido de una posible candidatura por una recaída del cáncer que sufrió dos años atrás, lo que no ocurrió.
El compromiso del ex presidente con Dilma cambia frente al escenario actual, en el que la presidenta sufre una baja popularidad, la economía se debilitó, hay protestas en las calles, insatisfacción de aliados, desánimo en ministros y aislamiento político. Para Lula, el momento difícil puede despertar en la presidenta el espíritu de supervivencia de los políticos y llevarla a tomar decisiones que corrijan el rumbo de su gobierno, lo que la lleve a recuperar su popularidad.
El ex presidente no le sugirió a Dilma ningún cambio en su equipo. Hace cerca de dos meses, un grupo de empresarios le propuso la idea de acercarle a la presidenta un cambio en el ministerio de Economía, que consistiría en sustituir a Guido Mantega por Henrique Meirelles, con el claro objetivo de dar un shock de credibilidad a la política económica, especialmente en el área fiscal. Pero Lula no llevó esa propuesta.
La única señal fue dejar claro a Dilma que no veía ningún obstáculo en la salida de Mantega. A diferencia de lo que se divulgó en la transición de gobierno, Lula no le pidió a Rousseff mantener a Mantega en el cargo. El ex presidente tampoco sugirió el retorno de Meirelles, pero no le gustó que cuando armó sus equipos, Rousseff descartara la permanencia del ex presidente del Banco Central.
Para Dilma, traer de vuelta a Meirelles sería aceptar la derrota de su administración. Decidió cambiar la política económica -la política heredada de Lula-, con la cual nunca coincidió, incluso cuando estuvo a cargo de la Casa Civil en el gobierno anterior. Volver a colocar en el gobierno a Meirelles o al ex ministro Antonio Palocci, como llegó a pensar el mercado, debilitaría políticamente a Rousseff. Ella buscó marcar una diferencia en relación a Lula en la economía, dijo un interlocutor.