

Cuando abrimos el mapa interactivo y vemos cómo se colorean las provincias aparece una verdad sencilla y, a la vez, sorprendente: la distribución de los apellidos Fernández, González y López no responde al azar.
Cada uno dibuja un corredor histórico que hunde sus raíces en los reinos cristianos del siglo XIII, cuando los patronímicos terminados en «-ez» servían para indicar "hijo de". Siete siglos después, la estadística certifica esa huella. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), casi 2,7 millones de españoles llevan hoy uno de esos tres apellidos como primero o segundo.
A lo largo de la Reconquista, decenas de miles de hombres llamados Fernando, Gonzalo o Lope obtuvieron tierras en la frontera y transmitieron su nombre a la descendencia. El resultado es visible todavía: un cinturón verde intenso para Fernández en la cornisa cantábrica; un azul persistente para González que recorre la Meseta y el valle del Guadalquivir; y una franja roja de López que atraviesa Galicia y se dispersa por Levante. El mapa es, en definitiva, un retrato de la primera gran "Base de Datos" familiar de la Península.
Cómo usar el mapa
Dejas tildada sólo una de las opciones de apellidos para ver la cantidad de personas en cada provincia española.
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¿Por qué Asturias es la "capital" de los Fernández?
Si tu DNI termina en Fernández, la estadística te conecta casi inevitablemente con el Principado: 72,5 de cada mil asturianos comparten tu apellido, la cifra más alta del país. La Edad Media ofrece la pista. Durante el reinado de Alfonso III (866-910) se generalizó la costumbre de añadir «-ez» para distinguir a los hijos de Fernando, nombre germánico muy popular entre la nobleza visigoda.
Las crónicas del Liber Testamentorum ya citan varias casas solares "de los Fredenandus" junto a Oviedo-raíces que explican por qué hoy una de cada catorce personas que pisan la calle Uría escucha ese apellido cuando alguien grita "¡Señor Fernández!".
El fenómeno se extiende hacia el oeste. En Lugo, 60,7 por mil habitantes son Fernández, segunda proporción nacional, y en León alcanzan el 5,8 %. Para los genealogistas, el patrón coincide con la repoblación de la cuenca del Sil y del Miño dirigida por linajes astur-leoneses. El mapa subraya además la excepción de Teruel, última provincia del ranking, donde apenas un 1,2 % luce el apellido, prueba de que los flujos medievales no siempre cruzaron la cordillera Ibérica.
González: del Cid Campeador a los patios andaluces
Pese a ocupar el segundo puesto en frecuencia nacional -933 497 personas lo llevan de primer apellido, según el último estudio que aparece en INEBase- la distribución de González es más homogénea que la de Fernández. El apellido nace del nombre visigodo Gundisalvus (el mismo Gonzalo que inmortaliza el cantar del Mio Cid) y acompañó a los contingentes castellanos que avanzaron hacia el sur.
Hoy sobresale en la provincia de Cádiz, donde roza los 38 de cada mil vecinos, y en buena parte de Andalucía occidental, sobre todo en Sevilla y Huelva. En Galicia también es protagonista: en Pontevedra lo llevan 38 ‰ y en Ourense 56,4 ‰ de los habitantes, colocándolo en el podio de los cinco apellidos clave del territorio. La Meseta central mantiene igualmente una alta densidad, reflejo de la antigua Ruta de la Plata, vía natural de migración interna que fogueó el apellido entre trashumantes y comerciantes.
La historia reciente confirma esa movilidad: González encabeza las estadísticas de natalidad de españoles residentes en el exterior y, según el Registro Civil Central, fue el apellido más inscrito entre los bebés nacidos en Málaga entre 1995 y 2005. Incluso aparece en 31 de los 52 topónimos españoles que incorporan un "González" (cortijos, veredas y aldeas diseminadas por Badajoz, Córdoba y Cáceres).

López, un apellido gallego que conquistó el Levante
El linaje de López -del latino lupus, lobo- se expande como una auténtica mancha de tinta desde el noroeste. En la provincia de Lugo, 75,5 de cada mil habitantes firman con este apellido, el porcentaje más alto de todo el mapa interactivo.
Su fuerza tiene explicación dual: la pervivencia de la onomástica latina en los señoríos de la Galicia sueva y la enorme diáspora gallega del siglo XIX, que transportó el apellido a La Habana, Buenos Aires y, de vuelta, a la franja mediterránea española.
Así, Castellón y Alicante figuran hoy entre las diez provincias con mayor densidad de López, según el padrón continuo del INE. El patrón se vincula a los programas de colonización agrícola impulsados por la II República, que atrajeron familias gallegas a los regadíos del Segura. No es casualidad que la base de datos parroquial de Jijona conserve bautizos de "Manuel López Pérez" fechados ya en 1832.
La etimología añade un matiz llamativo: «Lope» proviene del vocablo latino para lobo, símbolo de protección en la iconografía romana. De ahí que varias casas solariegas lucieran al animal rampante en sus blasones, elemento visible en la heráldica municipal de San Xoán de Río (Ourense) y Villalobos (Zamora).
Más de 700 años de historia... y una puerta hacia tu genealogía
El mapa interactivo no es solo una curiosidad demográfica; funciona como brújula para rastrear el origen familiar. Quien descubra que su primer apellido resplandece sobre una provincia concreta puede dar el siguiente paso y consultar los libros parroquiales digitalizados de ese territorio -la plataforma Archivos de España cuenta ya con 60 millones de imágenes escaneadas- o explorar los padrones municipales disponibles desde 1900.
Cruzar esos datos con la cartografía muestra cómo el apellido se irradia barrio a barrio y permite reconstruir rutas migratorias: por ejemplo, los Fernández que salieron del occidente asturiano rumbo a Avilés durante la industrialización de ENSIDESA en los años 50.
Además, la herramienta revela vacíos significativos. Ni Fernández ni González ni López figuran entre los diez primeros apellidos de Guipúzcoa o Navarra, donde dominan los patronímicos vascos terminados en «-eche» y «-eta». Esa ausencia ilustra la resistencia lingüística del norte peninsular y su impacto en la onomástica.
En plena era de las pruebas de ADN, el documento invita a redescubrir el valor de la toponimia y de los registros civiles: la "huella dactilar" de nuestro apellido estaba allí antes que las cadenas genéticas. Verla pintada en el mapa de un vistazo es un recordatorio gráfico de que las familias se movieron, se mezclaron y, aun así, dejaron un rastro cuantificable.
Por todo esto, si eres Fernández, González o López, tu apellido resume 700 años de historia colectiva... y el próximo clic podría contarte, provincia por provincia, dónde late todavía tu raíz.

















