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La Iglesia Católica vive hoy uno de los capítulos más ágiles y significativos de su historia reciente. A las 18:08 hora local (16:08 GMT) del jueves 8 de mayo, la tradicional fumata blanca se alzó sobre la Capilla Sixtina para anunciar que el cónclave de 133 cardenales había elegido un nuevo papa. El proceso se resolvió en solo cuatro votaciones, lo que convierte a esta elección en la más rápida de la era contemporánea.
La señal inequívoca fue recibida con una ovación masiva por los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro. "Se escuchó un grito generalizado y grandes aplausos", informó la agencia EFE desde el lugar. Bandera tras bandera ondeó al viento mientras la noticia comenzaba a recorrer los medios de comunicación y los canales oficiales de la Santa Sede en cuestión de minutos.
Con al menos 89 votos (dos tercios del total), el cardenal elegido aceptó su nombramiento y definió el nombre con el que gobernará la Iglesia. Antes de aparecer ante el mundo, siguió uno de los rituales más íntimos y cargados de simbolismo de la tradición vaticana: su paso por la Sala de las Lágrimas.

Qué es la Sala de las Lágrimas: el refugio del nuevo Papa antes de su presentación
Tras la confirmación de su elección en la Capilla Sixtina, el nuevo pontífice fue invitado a trasladarse a la llamada Sala de las Lágrimas. Este espacio, anexo al lugar de las deliberaciones, tiene una función clave: permitir al elegido vestirse con las ropas papales y tener un momento de recogimiento antes de presentarse ante la multitud.
"La habitación es conocida con ese nombre porque históricamente es el lugar donde el elegido podía permanecer tranquilo un momento y, eventualmente, rezar y llorar para desahogar la tensión acumulada", explicaron fuentes vaticanas a EFE. En esta cámara se encuentran tres sotanas blancas de diferentes tallas, sobrepelliz, muceta morada, estola púrpura con bordados dorados y una variedad de zapatos y fajines. Todo está dispuesto desde días antes, listo para ser usado por quien resulte electo.
Una vez vestido, el nuevo papa recibe el homenaje de los cardenales electores. Solo entonces se inicia el protocolo final: el protodiáconoDominique Mamberti se asoma primero al balcón central de la basílica de San Pedro para pronunciar la célebre fórmula Habemus papam y anunciar el nombre del nuevo pontífice y el nombre que ha escogido.
Una elección histórica: velocidad, consenso y tradición
Este cónclave no solo destaca por su rapidez. También resalta el consenso alcanzado entre los cardenales electores. Con cuatro votaciones, se resolvió de forma más veloz que las de los últimos papados. En 2013, el papa Francisco fue elegido en cinco rondas; Benedicto XVI en 2005 lo logró en cuatro; y Juan Pablo II, en 1978, necesitó ocho. Las más extensas del siglo XX -Pío XI (14 escrutinios en 1922) y Juan XXIII (11 en 1958)- quedan muy lejos de la dinámica vivida hoy.
"La elección se ha producido presumiblemente en el cuarto escrutinio", confirmaron fuentes vaticanas tras la fumata. Este desenlace rápido no mermó la intensidad emocional del momento. "No importa cuántas veces uno haya visto este momento, siempre emociona", declaró una fiel italiana entrevistada por EFE desde la Plaza de San Pedro.
¿Cuál fue el cónclave más rápido antes de este?El cónclave que eligió a Pío XII (Eugenio Pacelli) en 1939 fue uno de los más veloces de la historia moderna. El pontífice fue elegido en solo tres votaciones, superando en rapidez a la elección de Benedicto XVI (cuatro votaciones en 2005) y a la de Francisco (cinco votaciones en 2013).
Ahora, este cónclave de 2025 se convierte en el más rápido de la historia contemporánea, con la elección resuelta en cuatro escrutinios.
Expectativa mundial por la bendición Urbi et Orbi
En las próximas horas, el nuevo papa no solo revelará su identidad sino también se dirigirá por primera vez a la ciudad y al mundo con la bendición Urbi et Orbi. Miles de personas en Roma y millones conectados en todo el planeta esperan con atención este instante, que marca el inicio de un nuevo pontificado y de una nueva etapa para los más de 1300 millones de católicos.
Como cada vez que la Iglesia vive una transición de esta magnitud, la expectativa se mezcla con la esperanza. La combinación de velocidad, unanimidad y solemnidad hace que este cónclave quede inscripto en la historia como uno de los más singulares y relevantes de la era moderna.















