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El impacto de Orson Welles en el cine, el teatro y la radio no se puede negar. Pero, detrás de este genio, se encontraba un hombte que valoraba más los lazos personales que su propio trabajo.

Durante una entrevista realizada en 1960 y recogida en el documental Orson Welles: The Paris Interview, el realizador fue categórico: "prefiero cualquier otra lealtad en la vida al arte". Con esta frase, dejó claro que, para él, las amistades verdaderas eran el auténtico tesoro humano.

La amistad por encima del arte

Durante la entrevista, el director de El Ciudadano (Citizen Kane, 1941) admitió que no tenía problemas en contratar a un amigo para que trabaje en sus filmes, incluso si otras personas fueran más capacitadas. "No considero el arte como una importancia principal... prefiero cualquier otra lealtad en la vida al arte", sentenció.

Welles tenía bien definidas sus prioridades: "Odio la concepción romántica del arte como algo que tiene prioridad sobre cualquier otra cosa. Creo que es lo último que se debe tener en cuenta".

De esta forma dejaba en claro que, en un mundo dominado la fama y la obsesión de triunfar a cualquier costo, el valor de los vínculos debía ser irrenunciable.

Una lista ilustre de amistades

Orson Welles y el productor John Houseman fundaron en 1937 la "Mercury Theatre". Es compañía independiente representó 9 obras de teatro y luego trascendió a la radio donde, entre otras, fue parte de su legendaria y polémica adaptación de "La guerra de los mundos" de H.G. Welles.

Algunos de los actores que formaban parte de este grupo acompañaron al director cuando comenzó su travesía por Hollywood. Entre ellos, se destacaron Joseph Cotten, William Alland, Agnes Moorehead y Erskine Sanford. Si bien no tenía problemas en darle lugar a sus amigos, es cierto que el director se rodeaba de talentos innegables. Pero tampoco perdonaba cuando se sentía traicionado.

En 1942, mientras Welles realizaba una gira por Sudamérica, dejó inconcluso el montaje de su segunda película: El cuarto mandamiento (The Magnificent Amersons, 1942). El estudio RKO, no conforme con la versión pretendida por el director, ordenó al montador Robert Wise a rodar nuevas escenas, que serían parte de una versión más corta.

Tras ver el resultado final, Welles no tuvo reparos en decir que Wise había "destruido" su película y nunca más volvió a trabajar con él.

Otra conocida entrevista muestra al director de Sed de mal (Touch of Evil, 1958) criticando duramente a otro realizador. Elia Kazan, conocido por películas como La ley del silencio (On the Waterfront, 1954) y Un tranvía llamado deseo (A Streetcar named Desire, 1951), reveló nombres de miembros del Partido Comunista durante el "macartismo".

Durante una entrevista en 1982, Welles no tuvo pelos en la lengua y lo señaló como un traidor. "[Kazan] vendió a sus compañeros [al senador Joseph McCartthy]. A todos sus compañeros, en un tiempo donde podía continuar trabajando en Nueva York por un salario alto. Y habiendo vendido a sus compañeros realizó una película llamada La ley del silencio, que celebraba a los delatores".

A pesar de estos reparos, Welles no pudo dejar de lado el enorme talento de Kazan, a quién también describió como "un muy buen director".

Una lección de vida vigente

Hoy, casi medio siglo después de su muerte, la apreciación de Welles sobre la amistad sigue estando vigente. Este sentimiento puede y debe prevalecer, ya que nos hace más humanos.

Al rescatar estas palabras, descubrimos el legado íntimo de un creador excepcional: su arte vivirá siempre, pero su manera de amar a las personas, de valorar la lealtad, nos enseña a mirar más allá de la imagen pública.

En un mundo acelerado, recordar que este genio prefería "cualquier otra lealtad en la vida al arte" es un aprendizaje valioso que trasciende el paso del tiempo.