A través de las redes sociales, la embajada rusa en Argentina desmintió "categóricamente" haber participado en la grabación y filtración de audios de funcionarios argentinos.
"Lamentamos observar que en el contexto de otro escándalo político interno de gran repercusión mediática nuestro país vuelve a ser mencionado de forma negativa", expresaron en un comunicado.
"Se han expresado públicamente algunas suposiciones sobre la posible grabación de conversaciones telefónicas en Casa Rosada por servicios de inteligencia rusos (y venezolanos), supuestamente con el objetivo de desestabilizar al Gobierno. No se han aportado ningunas pruebas al respecto", agregaron.
Y apuntaron: "Rechazamos categóricamente estas acusaciones, considerándolas infundadas y falsas. El deseo de ver ´espías rusos´ en cada esquina es irracional y destructivo".
Al respecto, sostuvieron que "Rusia aboga constantemente por la construcción de una cooperación equitativa y mutuamente respetuosa con Argentina, en el marco de una asociación estratégica integral basada en la sólida amistad entre nuestros pueblos".
"El próximo mes de octubre, deseamos celebrar juntos el 140º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas ruso-argentinas en este espíritu, y no bajo la influencia de una historia de espionaje ficticia", finalizó el comunicado.
La denuncia que presentó el Ministerio de Seguridad, a cargo de Patricia Bullrich, hizo alusión a la posibilidad de que hombres ligados a los servicios de inteligencia rusos estuvieran detrás de los audios de funcionarios, entre ellos la secretaria general de la Presidencia.
La asunción de Javier Milei a la presidencia de Argentina marcó un giro significativo en la política exterior del país. Una de las decisiones más resonantes fue la de no integrar el bloque BRICS, una medida que implicó un notorio distanciamiento de potencias emergentes como Rusia y China. Simultáneamente, el nuevo gobierno optó por fortalecer sus lazos con naciones que considera aliadas estratégicas, como Estados Unidos e Israel.
Este realineamiento geopolítico trajo consigo un enfriamiento en las relaciones bilaterales con Rusia, aunque sin llegar a una ruptura explícita. El tono general de los contactos entre Buenos Aires y Moscú se tornó más pragmático y menos efusivo que en administraciones anteriores. Si bien no se observó una hostilidad declarada, la prioridad de Argentina de acercarse a Occidente modificó la dinámica de este vínculo.
Un punto que generó cierta expectación fue la postura argentina en una votación de la ONU en marzo, donde el país optó por abstenerse ante una resolución que condenaba la invasión rusa a Ucrania. Este gesto, interpretado por algunos como un guiño, fue recibido de manera positiva por Moscú. Sin embargo, no alteró la tendencia general de un vínculo más distante.
En lo comercial, el vínculo muestra algunos signos de dinamismo. Según datos del Observatorio de Complejidad Económica (OEC), en junio de 2025 Argentina exportó a Rusia por un total de 48,8 millones de dólares, lo que representa un incremento interanual del 29,5% respecto al mismo mes del año anterior.
Las principales exportaciones fueron soja, cítricos y despojos comestibles, con un crecimiento destacado en productos como queso (302%) y manzanas y peras (85,8%).
Por otro lado, las importaciones desde Rusia alcanzaron los 58,9 millones de dólares, marcando un aumento exponencial del 1.960% respecto a junio de 2024. Este salto se explica principalmente por la compra de fertilizantes minerales y nitrogenados, así como aluminio crudo, insumos clave para la producción agroindustrial argentina.
El balance comercial resultó negativo para Argentina en 10 millones de dólares, pero el volumen total del intercambio refleja una relación económica activa, incluso en un contexto de distanciamiento político. En los últimos cinco años, el comercio bilateral creció a una tasa anualizada del 0,76%.