Si admitimos que nuestra democracia y nuestra política se encuentran atrapadas severamente por autocracia, autoritarismos o decisionismos, deberíamos mancomunar esfuerzos, coraje cívico e innovación para avanzar en una tarea tan gravitantemente importante como es la de ir plasmando democratizaciones tanto en los partidos políticos como en nuestros gobiernos, empoderándolos de más representatividad, de más republicanismo, de más federalismo y fidelidad a nuestra propia Constitución Nacional.
Ahora bien, para ello es imprescindible más cultura ciudadana pero, evidentemente, para nuestros políticos en general en el marco de su holgazanería consuetudinaria, trabajar en metodologías orientadas a la enseñanza/aprendizaje de una profunda educación cívica ciudadana, siempre configuró un verdadero dilema.
Este dilema se explica principalmente por cierta reticencia de las corporaciones políticas respecto a suministrar educación, capacitación e información de modo claro, sencillo, coherente y sostenido. Todo lo contrario, casi regularmente, la casta dirigente viene provocando y sorprendiendo con verdaderos escándalos mediante afanosas alianzas, coaliciones, frentes ad-hoc o alquimias políticas vernáculas.
Como consecuencia de ello, lógicamente, así no podemos esperar renovadas y entusiastas participaciones electorales, populares y masivas.
Esto mismo posterga o impide aviesamente, legitimaciones y legitimidades más racionales que emocionales.
De cara a un enrevesado esquema electoral 2015, ser más diligentes y solícitos para conocer programas y ofertas políticas tanto como impedir atropellos eleccionarios, serán claras actitudes ciudadanas en orden a fortalecer la política republicana frente a populismos electorales que vienen desmantelando las instituciones mediante la profanación de libertades y derechos personales.
Paradójicamente mucho líder nuevo y supuestamente democrático de hoy, en el transcurso de un corto tiempo, ya degeneró su propia casta, su propia elite, su propia corrupción.
En efecto, cuando demasiados políticos y funcionarios perseveran con todo denuedo y fruición en la repetición e innovación de toda clase y jerarquía en sus prácticas corruptas, cuando no se verifica el respeto de los mismos por la alcurnia constitucional de los partidos políticos en tanto instituciones fundamentales del sistema democrático, todo ello, indefectiblemente, deriva en múltiples y diversas involuciones legitimativas.
En efecto, nuevas fuerzas políticas que surgieron como promesas transformadoras, hoy se muestran como defensoras y ejecutoras de nuevas versiones de autoritarismo.
Entre nosotros estos seudoprogresismos ya se han traducido en más de una ocasión, en lamentables e injustos costos diferidos y enriquecimientos ilícitos.
A todo esto, este zozobrante escenario político, sólo resulta explicable por la ignorancia cívica, la abulia, la pachorra, la estulticia, la complicidad mediática, la languidez e insolidaridad social militantes de una inmensa mayoría empadronada de sujetos y actores activos de nuestra sociedad civil.
Es hora de regenerar nuestra infrapolítica e infrademocracia, ¡siendo protagonistas!. Sólo así y recién entonces, podremos visualizar, creer y reconstruir entre todos, un horizonte democrático más pleno, más libre, más diáfano y auspicioso, que nos permita finalmente, emancipar la política, consolidar la democracia e ir restaurando en plenitud, toda ciudadanía.