Es cada vez más frecuente recibir en la consulta a mujeres jóvenes con diagnóstico o sospecha de baja reserva ovárica. No es un fenómeno exclusivo de quienes superan los 35 años; puede aparecer antes y, muchas veces, solo se diagnostica durante una consulta por preservación de la fertilidad o luego de intentos fallidos de fertilización asistida. Frente a esta situación, me pregunto cómo podemos ofrecer alternativas para estimular la función ovárica que aún permanece disponible y optimizar las posibilidades reproductivas con los recursos que la naturaleza nos da.

Una de las herramientas que hoy aplicamos en centros especializados es la activación ovárica. Antes se la llamaba "rejuvenecimiento ovárico", pero cambiamos el nombre para evitar confusiones. No se trata de rejuvenecer el ovario ni de regenerar óvulos; lo que buscamos es activar parte de la reserva que está en reposo: los folículos quiescentes.

El procedimiento consiste en la inyección intra ovárica de plasma autólogo rico en plaquetas (PRP), obtenido a partir de la propia sangre de la paciente. Tras centrifugarla para concentrar las plaquetas, se aplica mediante punción transvaginal bajo sedación y control ecográfico. El tratamiento dura entre 15 y 20 minutos, se realiza de manera ambulatoria y suele aplicarse entre los días 7 y 11 del ciclo menstrual; en pacientes sin menstruación, puede hacerse en cualquier momento. Normalmente se realiza una sola aplicación, seguida de un monitoreo mensual durante tres meses. Si los resultados son favorables, puede repetirse según criterio médico.

El objetivo de la activación ovárica es aumentar la cantidad de óvulos disponibles. No hay evidencia que, hasta el momento, demuestre que mejore la calidad de los óvulos ni que revierta factores genéticos asociados a la edad materna. Por eso, este tratamiento se indica sólo en mujeres con baja reserva ovárica, falla ovárica precoz o mala respuesta en tratamientos de fertilización previos. La edad es un factor determinante: idealmente se aplica hasta los 40 años, aunque no hay una edad mínima ni un protocolo rígido; cada caso se evalúa de manera individual. También puede considerarse en quienes consultan por vitrificación y reciben un diagnóstico inesperado.

En los últimos tres años, unas 500 pacientes pasaron por este procedimiento en nuestro centro de Procrearte, con un seguimiento clínico que incluye estudios hormonales y ecografías durante tres meses. En casos seleccionados, hemos observado un aumento en el número de folículos antrales e incluso embarazos espontáneos sin recurrir a técnicas de reproducción asistida. No obstante, es importante ser claros: el tratamiento no garantiza resultados. No hablamos de porcentajes de éxito porque la casuística aún es limitada. Los criterios de exclusión incluyen antecedentes oncológicos recientes, trastornos en la función plaquetaria, plaquetas bajas o uso de anticoagulantes.

El PRP contiene factores de crecimiento y citoquinas que estimulan la proliferación celular y la activación de folículos primordiales. Aunque estas propiedades se usan hace tiempo en otras áreas médicas como dermatología y ortopedia, su aplicación en medicina reproductiva es reciente. Comenzó en Grecia en 2016 y se difundió progresivamente a nivel mundial.

Estudios como el presentado por el Instituto Bernabeu en el Congreso de la European Society of Human Reproduction and Embryology (ESHRE) muestran que el PRP puede mejorar la cantidad de ovocitos recuperados en pacientes con baja respuesta, especialmente en mujeres menores de 40 años. Otra revisión publicada en Elsevier destaca sus efectos positivos en regeneración endometrial, foliculogénesis y restauración del ciclo menstrual. Sin embargo, la evidencia sigue siendo preliminar y basada en muestras pequeñas.

La activación ovárica no está cubierta por obras sociales ni prepagas. Su costo varía según el centro y el protocolo aplicado, y en la práctica, representa una alternativa para quienes, de otro modo, deberían recurrir a la ovodonación. No es la panacea; es una opción más para quienes desean agotar todas las posibilidades antes de tomar decisiones más complejas.

Desde hace más de 25 años, trabajo en Procrearte, un centro que rompió con el modelo vertical tradicional y promovió una estructura que permite a los ginecólogos mantener un vínculo cercano con sus pacientes durante todo el proceso. Nuestra experiencia nos muestra que la medicina reproductiva no es solo técnica; también es acompañamiento, escucha, respeto por los tiempos y decisiones de cada persona. Realizamos 3.700 ciclos de fertilización asistida y cerca de 900 de preservación de óvulos por año, y nuestra historia incluye hitos como el primer banco de óvulos del país y un banco de células madre de cordón umbilical con estándares internacionales.

La caída de la natalidad a nivel global y el aumento de los problemas de fertilidad nos obliga a explorar nuevas soluciones. En ese mapa, la activación ovárica se presenta como una ventana más: no la única, ni la definitiva, pero sí una oportunidad real para intentar concebir con óvulos propios cuando el tiempo biológico empieza a jugar en contra. No promete milagros, pero en ciertos casos, puede abrir una puerta que parecía cerrada y, más allá de la ciencia, nos recuerda la importancia de acompañar cada historia de manera cercana y humana.