El Gobierno necesitará algo más que buenos resultados económicos para neutralizar el discurso de campaña que promete lanzar Cristina Kirchner. Sobre todo porque hay señales de mejora que se hacen cada vez más palpables, pero también porque hay una brecha productiva que tardará en cerrarse, ya que son varios los sectores productivos que siguen rezagados, y el objetivo opositor será transparentar su realidad con la mayor potencia posible.

El PBI del primer trimestre, medido por el Indec, dio un aumento de 1,1% sobre el trimestre anterior, lo cual fue considerado mejor de lo esperado. El EMAE, un indicador aproximado, había apuntado a una expansión de apenas 0,6% para ese período. Otro dato alentador de rango similar, el Indice General de Actividad que elabora el Estudio Ferreres, registró un aumento de 0,1% contra abril pero de 4% frente al 2016, marcando un buen ritmo para la actividad económica.

La industria y el consumo privado todavía tienen un contexto negativo. Lo que preocupa al Gobierno es que esa falta de recuperación está contagiando un persistente malhumor social, sobre todo en zonas sensibles de la provincia de Buenos Aires. La confianza del consumidor tuvo una caída pronunciada en junio, pero donde más se desplomó fue en el conurbano.

El aumento del salario mínimo dispuesto ayer por Ministerio de Trabajo, ante la falta de acuerdo de empresarios y gremios, muestra esa búsqueda por lograr una recuperación del poder de compra de los asalariados que para la gran mayoría solo será posible por si baja más la inflación. El 24% aplicado tal vez pueda ser una referencia de lo que cabe esperar en el frente docente bonaerense, donde no es lógico pensar que el oficialismo se permita agrandar un conflicto después de poner al ministro nacional de Educación como candidato. El clima ayuda, pero hace falta más para calentar el inicio del segundo semestre.