De una u otra forma la historia siempre se repite. Ciclos que comienzan encuentran dificultades pero también apoyo popular con el que construyen confianza, a pesar de los escollos y fracasos iniciales; luego aparecen los logros, y terminamos por ponerle nombre al modelo, con australes el Plan Austral primero, la convertibilidad luego, seguidamente el modelo sin modelo del kirchnerismo y ahora estamos a la espera de la próxima letra, el próximo modelo. Nuestro pasado recorre el camino del enamoramiento al rechazo casi del mismo modo una y otra vez.


En el presente los amores y odios están mas repartidos que antes. Anteriormente asistimos a finales de ciclo abruptos de la mano de crisis visibles y dolorosas para la sociedad. Procesos que constituían en cierta forma la fuente de legitimidad del proyecto político siguiente, toda vez que se fundaban en el rechazo al pasado cercano, que a su vez habilitaba a los dirigentes a pedir sacrificios al pueblo que en otras circunstancias hubieran sido difíciles de digerir.


Raúl Alfonsín pudo liderar la vuelta a la democracia en un contexto como el del juicio a las juntas militares justo luego del proceso, algo sin precedentes en la historia del siglo XX con casos comparables. En la misma línea, podemos pensar el indulto de Carlos Menem a los militares que el presidente anterior había enviado a la cárcel, el Plan Bonex 89 o luego el proceso privatizador y de apertura comercial indiscriminada que él mismo calificó como "cirugía mayor sin anestesia" con el consecuente aumento de la tasa de desempleo.


En uno y otro caso, las grandes mayorías podían o no compartir una visión común sobre el lugar hacia el cual querían ir dichos presidentes (o cómo debíamos recorrer ese camino) pero al menos compartían que es lo que NO deseaban. Cual era el horizonte que no querían tener frente a sí.


Esta lógica política ocurrió también con la llegada (previa pesificación asimétrica de Eduardo Duhalde) del kirchnerismo que claramente no obtuvo un caudal electoral contundente en 2003 pero que supo aglutinar al pueblo en torno a iniciativas de política económica que sostenidamente nos invitaban a recordar el infierno del 2001 al que nadie quería volver.


Desde el retorno a la democracia solo tuvimos un caso que significo continuidad antes que cambio en términos de los fundamentos económicos del modelo: la Alianza. Sumando al rol del Partido Justicialista en la oposición, es válido pensar que en 1999 la famosa Carta a los Argentinos no se cumplió. Pero por sobre todas las cosas el elemento aglutinante que implicaba la imagen de la catástrofe cercana no pudo ser construido por Fernando De la Rúa, lo cual lo transformó en un Menem prolijo, preocupado por garantizar la continuidad del 1 a 1 sobre la base de un fenomenal aumento del endeudamiento y una recesión sin precedentes, que terminó requiriendo una brutal ajuste de salarios y jubilaciones. Algo que no pudo ser digerido por el pueblo que miraba el pasado reciente y no encontraba motivos que lo dieran sustento a semejante sacrificio, lo cual constituyó la plataforma de lanzamiento presidencia; por el techo de la casa rosada solo un tiempo después. Siendo el candidato mas votado en 2003 justamente, el presidente previo al mismísimo De la Rúa.


El proceso electoral que vive la Argentina presenta aspectos que nos invitan a reflexionar para que no suceda lo mismo que en aquella oportunidad, sea quien sea el ganador del próximo domingo. Ambos prometen aspectos de cambio y elementos de continuidad. Ambos pueden identificar elementos negativos de la gestión saliente. De hecho, podría decirse que Macri puede concentrar los votantes anti kirchneristas, pero lo curioso es que este anti tiene mucho más que ver con las formas de gobierno que con el fondo, en el entendimiento que me estoy refiriendo al promedio y no al votante mas politizado e informado. Es decir, un anti que tiene trabajo, que se va de vacaciones, que no tuvo una pérdida significativa del poder de compra en su salario durante los ultimas años, o que probablemente se haya jubilado sin los años de aporte necesario y ya este percibiendo el beneficio.


Mas bien es un anti enojado con las cadenas nacionales, la soberbia, La Cámpora, la inflación , la corrupción, la mentira del INDEC, el impuesto a las ganancias y las retenciones. Todos aspectos que una vez corregidos no van a tener un impacto significativo en el poder de compra, salvo la corrección de la inflación, que requiere un costo del conjunto de la sociedad.


La configuración que le da sustento al anti no es un tema menor y resulta crucial a la hora de llevar adelante los ajustes requeridos desde ambas plataformas para, por ejemplo, bajar la inflación ya que se va a sentir de forma concreta en nuestro modo de vida.


Vamos a viajar menos al exterior, destinaremos una mayor parte de nuestro ingreso a pagar por servicios que hoy paga el Estado. Inicialmente la actividad se va a contraer, va a subir la tasa de interés veremos una ajuste del dólar y el primer semestre será de alta inflación por el reacomodamiento de los precios relativos, todo lo cual va a impactar en el empleo. Además debemos digerir el pago a los fondos buitre y veremos como se sale a pedir prestados los dólares que vamos a tardar en generar.


Es decir, 2016 va a ser un año difícil y de restricciones moderadas. Mientras tanto, si bien es razonable que los candidatos en campaña solo nos cuenten la parte positiva de los remedios, sería saludable que al menos nos den una pista sobre los efectos colaterales, dado el esfuerzo que debemos hacer para ubicarnos en el sendero del crecimiento sustentable que nos prometen.


La última vez que no nos avisaron, la paciencia se agoto bastante rápido y las consecuencias fueron graves en base a haber ocultado lo que se iba a hacer, o a lo que era necesario para mantener la promesa del 1 a 1.
Sin dudas que el desafío del próximo gobierno será el que implica gestionar un cambio, que a su vez implica sacrificios, pero sin tener el infierno a la vuelta de la esquina.